LA VOLUNTAD DEL CIELO

  • 19, junio, 2020
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EL AMOR UNIVERSAL SEGÚN MOZI ERA LA VOLUNTAD DEL CIELO

La expresión Voluntad del Cielo (天志 Tiān zhì) de Mòzi es parte bien principal para entender su doctrina, sin embargo, en China los estudiantes conocen de Mòzi las triadas y las expresiones del Amor Universal (兼爱 Jiān ài) y Contra la Guerra de Agresión (Fēi gōng 非攻). Estas dos principales doctrinas dejan incompleto el sistema de Mòzi posibilitando su negación, mientras que la voluntad del Cielo se sostiene a sí misma ya que es el modelo o estándar del sistema moísta. Y ciertamente que afirmar tal voluntad no tiene sentido ‘científico’, pues no puede ser ni probada ni refutada (negada). Pero, en cualquier caso, conviene su revisión.

Encontramos la expresión Mandato del Cielo (Tiānmìng 天命) en Confucio, seguramente ya presente en las dinastías antiguas. Esta sugiere que ese mandato se traspasa o lo ejecuta el emperador, también llamado Hijo del Cielo. Sin embargo, la Voluntad del Cielo de Mòzi no implica mandato u orden alguno, tan solo manifiesta una voluntad como deseo, implícito en la consistencia de un sistema de justicia razonable, pero no es ejecutivo y semeja mucho al Logos occidental. Bien, mejor demos la palabra a Mòzi que se explique:

Comienza la primera triada de la Voluntad del Cielo avisando de la imprudencia que es ofender al que aporta el orden, que a la postre es el Cielo. Y “lo que el Cielo desea es justicia”, lo que implica que, como contraparte o consecuencia, “él (Cielo) hará lo que yo deseo”, que es proveernos bonanza y librarnos de calamidades. Y ¿qué es la justicia? La no discriminación, así como la discriminación o injusticia es la violencia.

La segunda triada comienza refiriéndose a la justicia como lo que aporta orden al mundo y cómo ésta procede del sabio y no del estúpido o el mediocre y, a la postre, su origen es el Cielo. Y así como todos por nuestra simple humanidad entendemos que dañar está mal, Mòzi señala la supremacía del Cielo sobre el hijo del Cielo y de nuevo aconseja la conveniencia de atenernos a la voluntad del Cielo: “en el mundo aquellos que carecen de humanidad son desafortunados”, pues no aman universalmente como el Cielo; son desagradecidos, pues “todo está dispuesto para el bien del ser humano.” Y concluye, como en la primera triada, señalando que el Cielo es el estándar o modelo de justicia, como lo es el compás para determinar la circularidad o el péndulo para precisar la verticalidad.

En la tercera triada comienza repitiendo lo que ya dijera en la primera; lo imprudente que es desobedecer la voluntad del Cielo y nos propone atenernos a ella para vivir con justicia (no discriminación), e igualmente insiste en que el origen de ésta está en el Cielo y no en el Hijo del Cielo, pero aquí añade además que los oficiales y caballeros entienden esto falsamente –y con ellos también los confucianos. “¿Y cuál es la voluntad del Cielo? Amar a toda la gente del mundo universalmente. Atenerse a la intención del Cielo es ser universal y oponerse a ella es ser parcial, pues en la universalidad está la justicia y en la parcialidad está la fuerza.” Finalmente, se pregunta Mòzi por qué mucha literatura hace encomio de lo inhumano, tal cual es la alabanza de la guerra o, más bien, claro, de la victoria, y concluye recordando los argumentos que ya esgrimía en las triadas de Contra la Guerra de Agresión con varios ejemplos de cómo viviendo en comunidad nuestra humanidad o sentido común de cada persona nos lleva a rechazar la agresión y el daño al otro, pues cada persona ve y califica el daño y los actos criminales como injustos con la misma claridad con la que igualmente cada persona distingue lo amargo de lo dulce o lo blanco de lo negro. De modo que la humanidad se ejerce solo en comunidad, mientras que la parcialidad la hace imposible.

Visto lo escrito en las triadas, lo más importante que sacamos en claro es que las personas deben atenerse a una suerte de ley natural que todos poseemos, que sería la voluntad del Cielo, y no al hijo del Cielo o al estado mismo. Pero tenemos más apariciones del Cielo y de su voluntad en el Mòzi en los capítulos dialécticos, llamados así por ser abstractos y no implicar situaciones vitales o históricas, motivo por el que son más difíciles de entender y traducir.

En la Ilustración Mayor, el Dà qǔ (大取), se dice que el amor del Cielo al ser humano es más inclusivo que el amor del sabio porque el Cielo tiene más conocimiento que el sabio y, añadimos, aún mayor que el de los espíritus, los cuales, dice Mòzǐ, supieron que los calderos rituales durarían cientos de años y darían uso a varias dinastías, mientras, ¿qué sabio podría tener esa visión tan extensa bien más allá de su propia experiencia y vida?

Más adelante, en esta misma Ilustración, dice, ¿Es correcto hablar de la intención del Cielo con respecto a un tirano? Y contesta: Atribuir el tirano (el despotismo) a la intención del Cielo es equivocado, pues sería tomar lo que la gente condena y darlo por correcto. Al elegir lo mayor de lo que es beneficioso, hay una alternativa, pero al elegir lo menor de lo que es perjudicial, no hay alternativa. Elegir lo que uno no tiene es elegir lo mayor de lo que es beneficioso (el amor universal), pero apartar lo que uno ya tiene es elegir lo menor de lo que es perjudicial. Es decir, que el despotismo no es resultado de una elección (entre alternativas), pues siendo un mal, si pudiéramos lo eliminaríamos, y tenemos que entender que se corresponde con el mal del mundo actual caracterizado por la parcialidad.

Hasta aquí todo lo que básicamente y muy resumido dice el Mòzi sobre el Cielo. Dado que la temporalidad ha entrado en juego conviene relacionarlo con casi los últimos párrafos de los Cánones y las Explicaciones B, concretamente del B72 al B74 que refieren al espacio o a sus límites. Estos Cánones se estructuran del siguiente modo: un Canon, una Objeción y una Respuesta a la Objeción. Y la Objeción en estos Cánones B72 al B74 apunta contra la viabilidad de la doctrina moísta del Amor Universal debido a la circunstancia de ignorancia de los límites (del mundo) y (el número) de sus habitantes, así como de su paradero y condición. La acusación que se vierte sobre el moísmo en este pasaje es, ni más ni menos, de perversidad, ya que propone algo que no solo es imposible sino contrario a los intereses propios.

B72

C: ‘Sin límites’ no excluye (perjudica) ‘universal’. La explicación reside en ser completado o no.

E: No: Objeción: En el caso del Sur, si tiene límites, entonces puede ser ‘agotado’; si no tiene límites, entonces no puede ser ‘agotado’. Si no se puede saber si tiene límites o no, entonces no se puede saber si puede o no ser ‘agotado’. Y si la gente lo ‘llena’ o no, no puede ser sabido y así, si la gente puede o no puede ser ‘agotada’ no puede ser sabido. De modo que, de necesidad, reivindicar que la gente puede amar exhaustivamente (esto es, universalmente) es perversa.

Respuesta: Con respecto a la gente, si no “llenan” lo que ‘no tiene límites’, entonces la gente tiene ‘límites’. ‘Agotar’ lo que ‘tiene límites’ no presenta dificultad. Si la gente ‘llena’ lo que es ‘sin límites’, entonces lo que es ‘sin límites’ se ‘agota’. ‘Agotar’ lo que es ‘sin límites’ no presenta dificultad.

B73

C: No saber su número pero saber su ‘completitud’. La explicación radica en la pregunta.

E: No: Objeción: Si no sabes su número, ¿cómo sabes que amar a la gente es algo que lo ‘completa’?

Respuesta: Hay algunos que se quedan excluidos en sus preguntas Si cuestiona a la gente exhaustivamente, entonces ama exhaustivamente a aquellos que son cuestionados. Entonces, no conocer el número y, sin embargo, conocer que se les ama en su ‘completitud’ no presenta dificultad.

B74

C: No saber el lugar donde se encuentran no excluye (perjudica) amarlos. La explicación reside en los hijos perdidos. (Mòzǐ. Los Cánones y las Explicaciones B)[i]

 

De B74 no tenemos ni Objeción ni Respuesta a la Objeción, puede que las tuviera en su día y se han perdido, pero podemos apreciar que gira en torno a la misma cuestión que los anteriores.

Con estos elementos me propongo ahora emitir una comprensión significativa y relevante para nosotros. ¿Por qué el despotismo es un mal sin alternativa (en su actualidad)? Donde la respuesta es: porque vivimos en un mundo parcial, en consecuencia regido por la violencia y el engaño para los que el despotismo es la consecuencia o respuesta adecuada. La Voluntad del Cielo es la universalidad o comunidad humana en la que se puede dar la justicia o no discriminación, pero esta no obedece directamente a su mandato, ni es la realidad, es algo en lo que tenemos que ponernos de acuerdo nosotros por nuestro interés y que esa Voluntad del Cielo se lleve a cabo, ese es el sentido de atenernos a la intención del Cielo, que este no se impone.

Y ¿cuál es el origen de la parcialidad? Es la naturaleza misma que nos generó como animales y dispersos. Por tanto, ¿cuál es el sentido profundo de la Objeción que hemos visto arriba sobre el desconocimiento de los límites del mundo y de sus habitantes? Que “el amor universal” es imposible en tanto el total de los seres humanos no participe en la (construcción de la) comunidad humana, en la toma de decisiones inclusiva, forme parte de la unidad o universalidad. En efecto, es imposible mientras muchos humanos nos son desconocidos y esa condición de ser desconocidos les hace ‘otros’ es decir, nos coloca a ambos en la parcialidad –lo opuesto a la universalidad. Y la parcialidad es la discriminación, la guerra y el engaño. Y, por tanto, proponer la universalidad o intentar actuar con humanidad en esas condiciones de desconocimiento de los otros solo puede llevarse a cabo unilateralmente –y no universalmente, lo que así solo resulta en dañar los intereses propios.

Este entendimiento de los párrafos precedentes se confirma por cuanto está bien claro que Mòzǐ está encarando en esta Objeción la crítica Legista al Moísmo.

El Legismo aplicaba los principios del Arte de la Guerra al gobierno doméstico y, en consecuencia, proscribió a los predicadores humanistas como los confucianos –de los que procedían- y, muy particularmente, a los moístas porque perjudicaban al estado con sus perversas doctrinas. Pues el asunto de mayor importancia para el estado es la guerra y para vencer es preciso deshumanizar y embrutecer al pueblo, impedirle ilustrarse, mistificarlo y mantenerlo en el engaño. Con tal celo aplicaron estas doctrinas que en el estado Qin no se permitía la enseñanza (básicamente aprender a leer), ni los viajes, ni los hoteles, ni siquiera el comercio con otros estados para impedir cualquier tipo de intercambio personal no mediado por el estado.

Shāng Yāng, uno de los maestros precursores legistas, defendía, por ejemplo, que, puesto que el asunto del estado es la guerra, los mejores líderes son los más malvados.

Los Legistas además demostraron la eficacia de su sistema aniquilando en 10 años al resto de los seis estados chinos y unificando China tal como actualmente la conocemos. Entre las acciones más conocidas de Qin a su llegada al poder, está la quema de los escolares humanistas y de sus libros.

La respuesta del Mòzǐ a la Objeción Legista respecto a la inviabilidad del Amor Universal debido al desconocimiento del mundo y de los que lo habitan es muy discutible. Acaso se defienda de la perversidad; viene a decir que si se le pregunta a la gente, esta está toda a favor del amor universal, pero, efectivamente, algunos quedan excluidos de la pregunta, por lo que la necesaria condición de simultaneidad del amor o de la cooperación no se satisface y, por lo tanto, no da respuesta a la Objeción de inviabilidad y no ofrece una solución.

La doctrina moísta solo puede salvarse refugiándose en la voluntad del Cielo, que es ‘independiente’ de las condiciones reales de espacio y tiempo. Sucede igual que con el “bien universal” platónico al que critica en esos términos Aristóteles en el primer capítulo de la Ética a Nicómaco.

Con esto hemos llegado al punto adecuado para poder representarnos mejor la Voluntad del Cielo y debemos hacerlo preguntándonos, ¿Qué carencia cubre el Cielo, la Idea o Dios o hasta los dioses? Sabemos que la parcialidad es la guerra y la guerra requiere el engaño, tanto al enemigo como a los subordinados. Para la universalidad o humanidad necesitamos actuar simultáneamente, pues actuar con humanidad de modo  unilateral es la ruina. De modo que, en esas circunstancias de desconocimiento e ignorancia mutuos, la voluntad del Cielo, que nos refiere por su misma figuración a la totalidad de los seres humanos, es capaz de sostener la doctrina del Amor Universal.

Pero nos sucede que hoy día la Voluntad del Cielo nos resulta irrelevante e innecesaria. La Voluntad del Cielo estaba ahí para suplir esa falta de contacto con los otros seres humanos, para cubrir esa ignorancia, esa carencia, tal como cubrían ignorancia las creencias en los espíritus y los dioses para dar explicación de los fenómenos naturales que en su día eran inexplicables de otro modo.

Pero hoy conocemos los límites del mundo, los habitantes que hay en él y donde se encuentran y todo sobre ellos y también nos podemos comunicar con ellos. Se trata solo, pues, de convocar a todos a establecer la unidad humana, la comunidad humana, para así poder ya usar el sentido común, la no discriminación en lugar de la violencia y el engaño e, igualmente, en lugar de ocuparnos solo de oponernos unos a otros como hasta ahora, dedicarnos plenamente a beneficiarnos todos y al progreso común humano, al “amor y ayuda mutua universal”, según los términos de Mòzǐ.

En efecto, la cuestión está en que esa propuesta práctica bien explícita y reiterada de Mòzǐ; la sustitución de la parcialidad por la universalidad, ha de llevarse a cabo desde su mismo principio ya de modo acordado, universal y simultáneamente, para lo que solo necesitamos convocar a todos a una plaza pública mundial en la que hacer uso del sentido común, sobra decir humano, que por su simple práctica pondrá de lado las ficciones, figuraciones y creencias, por bien cándidas y piadosas que sean, para dar lugar a la cooperación y al Amor universal anunciado por Mòzǐ.

Con todo, hay algunas personas con mayores capacidades de representar a la humanidad, y son aquellas a las que Cervantes en este mismo sentido aquí expuesto califica de ‘discretas’, aquellas personas que comprenden el sentido de las creencias y saben respetarlas advirtiendo que nacieron para cubrir esas carencias del pasado, teniendo así también en cuenta los sentimientos de las personas y, por tanto, con capacidad para convocarlas con inteligencia y sabiduría, pues el amor universal no puede consentir ni una menos.

 

[i] HERRANZ MARTIN, Manuel & XU Jinjing, La política del amor universal. Los textos filosóficos completos del Moísmo. Universidad de León, León 2019.

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