TEXTO PARA LA RECONCILIACIÓN – DIA INTERNACIONAL DE LA PAZ

  • 21, septiembre, 2024
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A tu más valiosa y amable atención,

CONVOCATORIA A LA RECONCILIACIÓN Y A LA CONVIVENCIA HUMANA EL 30 DE ENERO DE 2025 – Día Escolar de la no-violencia y la paz (DENIP / DENYP)

La paz no puede imponerse por la fuerza ni basarse en el engaño; debe resultar del acuerdo voluntario de todos sobre términos verdaderos y claros. Este es el objetivo de esta propuesta de Reconciliación.

Mi nombre es Manuel Herranz, fundador de HUM-Human Unity Movement, www.human-unity.org. Investigo la paz desde finales de los años 70. Aunque mi carrera era filosofía, la posibilidad de la devastación de una guerra nuclear durante la Guerra Fría captó todo mí interés intelectual. Y ya en los años 80 cuando estudiaba en Berlín Occidental contactaron conmigo los soviéticos para apoyar mis actividades por la paz. Con lo que experimenté de primera mano y advertí bien que ser pacifista en un lado favorece al otro y, más que eso, que dada la condición humana de ‘estado de guerra’ todo favorece a un lado o a su contrario.

Gracias a que he tenido el apoyo de mi familia y me he dedicado en gran parte a los negocios, he podido continuar mi investigación de manera autodidacta, pero, en efecto, para tratar o hablar de la paz, todas las direcciones y puertas se me han cerrado, pues nadie está dispuesto a publicar o darte su audiencia cuando tu efecto va a ser desmotivar y limitar su propia fuerza. A no ser que la paz no sea genuina y busque un ulterior motivo político. Mi prueba a este respecto es que siempre me he significado con la bandera blanca.

Quizás ya te apetece dejar de leer aquí, pero, por favor, considera que estamos cerca de la (auto) extinción y vale la pena atender a una alternativa, y más que aquí eres una persona y no un ´representante´ y, sobre todo, porque ciertamente la paz era inviable en el pasado y la buena noticia es que ya es posible. Hagámosla.

Sin duda la guerra o destrucción mutua es indeseable para todos y es lo peor, pero la paz no es solo la ausencia de guerra sino el desarme, y este solo es posible hoy día, pues el desarme solo es posible si se hace universal y simultáneamente.

El arma, que tiene por objeto el daño, es el mal, la (indeseada) mala voluntad, pero el arma es por sí misma o, dicho de otra manera, un arma es por/contra otra (s), y no hay contradicción entre los humanos, solo tenemos que requerirnos buena voluntad o humanidad y rechazar la mala voluntad, el arma, públicamente, universalmente; eso es reconciliarnos.

La Paz es el Desarme

«Es lo mismo decir armas que guerra» (Cervantes, Quijote I, Cap. XXXVII).

Aunque atribuimos a los otros mal comportamiento y mala voluntad, la causa de nuestro ‘estado de guerra’ o ‘guerra absoluta’ es el arma, pues el medio de daño o arma más poderosa, sin derramamiento de sangre, impone su voluntad al arma menos poderosa.

El arma ofrece dos alternativas sumisión o muerte/destrucción y si no se da la sumisión de una parte se sigue la destrucción, la guerra, “el intento o acción de desarmar al otro”, del que resulta la destrucción de una parte y las armas y recursos que le queden se someten y sirven al arma que se impone contra otras armas y a eso es a lo que llamamos paz.

La reconciliación por tanto no es solo el alto el fuego sino el cese del desarrollo armamentístico supervisado por un órgano de la Humanidad, al que se subordinan las unidades armadas o estados, formado por personas voluntarias y propuestas por otras en consideración a su valor para la Humanidad y en los términos de número y funciones que mejor se adapten a los objetivos que nos propongamos, siendo el primero, ya determinado, el desarme.

Sin el arma que imponga su régimen -que se limita a reforzarse a si misma e impedírselo al otro, las decisiones son humanas incluyentes, es decir, públicas, abiertas y transparentes, por lo que todos participamos y cooperamos en términos de igualdad con ese órgano o gobierno según nuestras posibilidades a todos los niveles y en todas las relaciones y nos requerimos responsabilidad mutua por ello. La toma de decisiones incluyente previene y evita el propósito de daño y busca solo el bien común.

Las armas, por ejemplo, las bombas atómicas, los submarinos, portaaviones, etc. son claramente unas por otras y no por otro motivo o conflicto humano y manifiestan su intención o propósito de daño, por ejemplo, en la hoja y la punta de la espada, en la explosividad de la bomba, etc., pero no lo hace, por ejemplo, un cuchillo de cocina o en una piedra, porque no se hacen para matar y destruir al otro y por eso, a este ni le someten ni le alarman.

La consecuencia de esa voluntad o propósito de daño, que resulta masivo y no es deseado por nadie, es que el arma es la máxima dedicación y producción humana en todo tiempo y lugar, incluido el futuro según lo anticipamos, y los humanos la servimos reforzándola tanto como podemos e intentando impedir que los otros lo hagan. Y no solo eso, el diseño de ciudades e infraestructuras, la investigación, los avances técnicos, etc., están subordinados al objeto de reforzar esa capacidad de daño, aunque se nos oculta en el presente lo sabemos por el pasado. Pero ahora, suspender el desarrollo del arma es liberarnos y liberar a la Humanidad toda, pues sustituimos el servicio al arma por el servicio a nuestros propios intereses humanos.

Actualmente, cada persona es recurso de una unidad armada o estado en el que se ve privado de humanidad y/o libertad mediante su incorporación en un sistema de total injusticia o desigualdad, la jerarquía, que nos niega la capacidad de ponernos en lugar del otro -el medio de la justicia, la paz y la concordia. No confundamos esta relación subordinada al arma con la mala voluntad.

La incorporación en el estado implica la asignación desigual, piramidal, de recursos para vivir. La desigualdad no es resultado de la voluntad codiciosa de los ricos como se afirma por motivos políticos sino la estructura misma del estado (ya puede un estado enriquecerse que su sistema piramidal se mantendrá, puede que se agudice), pues la jerarquía es el mecanismo del arma para tener a merced y explotar mejor sus recursos, particularmente para librar la guerra o dañar y destruir a otros humanos; tanto que el que se niegue, es dañado o muerto como desertor. E igualmente, el dinero o medios que se nos asignan para vivir se nos remuneran a la postre por nuestro servicio al arma -a la exclusividad. Una dificultad para la paz es que no tiene recursos para mantener a nadie y todos necesitamos un sustento, pero la reconciliación es hacer pública la verdad que no implica (apenas) coste

La verdad nos reconcilia

«El cielo padece fuerza» (Cervantes, Quijote I, Cap. XXXVII).

Lo que se publica -y queda así expuesto universalmente- oculta lógicamente la mala voluntad o voluntad de daño (aquí no importa si es indeseada o no), pues exponerla perjudicaría su propósito y pondría al otro en alerta. Pero, principalmente, el arma se oculta porque la aceptación de la obediencia va ya incluida en la obediencia y eso es absurdo e insoportable para el ser humano, ya que le impide reconocerse a sí mismo en acuerdo con lo que hace (es decir, su ser libre). Desde el origen de las unidades armadas estas van ligadas a figuraciones que se hacen confesar a los que someten, de este modo el arma se abstrae de la realidad, es decir, de su relación con la vida humana y esto permite engañarnos a nosotros mismos y vivir una ilusión.

Así no nos representamos el arma real sino su imagen, de modo que el uso del arma es posible, eventual e indeterminado (dependiente de nuestra libertad) y lo mismo que se dice falsamente que una piedra es también un arma (aunque podría llegar a serlo, como un avión), se oculta, se niega o no se reconoce la mala voluntad o propósito de máximo daño posible y del efecto constante y concreto del arma que es privarnos de libertad y humanidad. Y no es porque los líderes subyugan a sus sujetos, pues los líderes sirven igualmente al arma o su necesidad, por eso las personas cambian, pero no sus uniformes o trajes, es decir, sus funciones al servicio del arma.

Las ideologías y las religiones son esencialmente consignas en ese mundo ilusorio, pues con ellas escenificamos y significamos nuestra (supuesta, pero falsa, libertad de) adhesión a una fuerza o bando armado -que se diferencia y justifica frente a ‘otros’. Aquí todos somos demócratas y en Corea del Norte todos comunistas. Pero estas ideologías ni cambian ni pueden cambiar la realidad como supuestamente pretenden, pues la realidad es movida por el arma/contra el arma y las armas todas se organizan de la misma manera para ser efectivas privándonos de libertad y de humanidad, precisamente porque los humanos somos iguales.

He aquí la demonstración: si la paz no es el desarme y es solo la ausencia de guerra (algo que tenemos que confesar para afirmar el arma propia) nos resulta que la paz no puede ser otra que la sumisión a un arma, a una jerarquía, a una figuración -la nuestra.

Ese es el prejuicio de los intelectuales orgánicos que les impide ver el beneficio de la unidad humana. Promueven figuraciones sin reparar en que, en tanto ajenas al sentido común -en contraste con esta misma exposición que apela a nuestro entendimiento empático- aquellas solo pueden ser inducidas, enseñadas y entrenadas por el estado mediante sus escuelas y otros medios y que si nos unimos nos liberamos y liberamos la humanidad y esas figuraciones desaparecerán como el humo cuando se apaga el fuego. Pues si nos unimos/convivimos/nos desarmamos no admitiremos el secreto, el engaño y la confusión mediante los que hoy nos gobernamos que nos viene impuesto por nuestro ‘estado de guerra’.

La buena voluntad es la publicidad de las intenciones -consecuencia necesaria de la unidad humana, así como igualmente la publicidad de las intenciones resulta en la buena voluntad. ¿O acaso alguien prefiere real y libremente que se preserve el secreto o se vele con la confusión la toma de decisiones sobre lo que le concierne, manteniéndolas privadas y asunto propio y secreto de un grupo o una persona dirigente que se encarga del interés general? El secreto y la confusión para los asuntos prácticos se acepta porque las decisiones actuales son excluyentes, hacen la guerra, buscan el daño. Sin embargo, es maravilloso (entender) que no hay otra alternativa que buscar el daño o el bien, que es absurdo el secreto y la confusión si las decisiones son inclusivas.

La renuncia a cuestionar el arma lleva generalmente a la ‘idea’ de la maldad de la naturaleza humana, pero el ser humano simplemente se adapta lo mejor que puede a sus condiciones y su entorno -y así lo hizo con el arma misma ya dada en la naturaleza. Sin embargo, de la circunstancia de convivencia, de la toma de decisiones incluyente se sigue el amor universal (tratar a los demás como uno desea ser tratado) y la cooperación por el beneficio mutuo y común, mientras que de la parcialidad, unilateralidad y toma excluyente de decisiones se sigue el odio, la confrontación y la desigualdad -como ahora.

Sucede algo semejante con la propiedad privada, a la que muchos atribuyen la causa de la guerra. La propiedad privada -así como su distribución piramidal semejante en cada estado- no solo no sería posible ni pensable sin la violencia (previa) que le aporta el arma, con la que se apropia, protege o guarda, sino que es consecuencia necesaria del arma, pues el propósito de daño es lo esencialmente privado (inhumano, no intercambiable) y todo lo demás es privado por estar a su servicio. Es decir, no solo es que sin A (el arma) no B (la propiedad privada), sino que si A, entonces B. De esto también se sigue que desarmarnos es construir la comunidad humana.

Liberarnos es decir la verdad

曰順天之意者,兼也;反天之意者,別也。兼之為道也,義正;別之為道也,力正

La voluntad del Cielo es la universalidad y oponerse a la voluntad del Cielo es la parcialidad, pues la universalidad es la justicia, mientras que la parcialidad es la fuerza. (Mozí, Libro 7, La voluntad del Cielo, 6)

En el pasado los grupos humanos estaban aislados y la toma de decisiones era necesariamente exclusiva, lo que los abocaba a la confrontación y a estar organizados en unidades armadas y ahora el problema es que el desarme solo puede ser universal/simultáneo, pues un desarme parcial o unilateral no es liberarnos de servir al arma, sino solo servir a otra. De hecho, las personas inteligentes del pasado, las que pensaron por sí mismas, comprendieron perfectamente la situación humana tal como aquí se expone, pero su entendimiento no nos ha sido transmitido (incluso ellos no lo hicieron abierta y directamente), pues la paz no solo era inviable en un mundo ignoto e incomunicado, sino que debilitaba a la parte que difundiera este entendimiento.

Pero hoy ya podemos reconciliarnos y para ello solo necesitamos proponérnoslo publicando -haciendo universal- la verdad o realidad de que estamos mediados por el arma. Hoy que la difusión de este conocimiento es posible -una vez que su alcance puede ser universal y así no perjudicar a un lado en particular- e, igualmente, dado que el acuerdo universal es la condición del desarme, esta convocatoria en tu mano es el medio práctico, efectivo de la reconciliación y no algo ulterior a ella. El entendimiento humano es el motivo de buena voluntad, por lo que se trata ahora de publicarlo, compartirlo, exponerlo y explicarlo si hace falta, y el que sabe, enseña.

En efecto, estar de acuerdo con la reconciliación humana, con la paz y con la convivencia es compartir esta propuesta y promover el día de la Reconciliación (y del perdón) el día 30 de enero de 2025, pues solo si publicas tu buena voluntad manifiestas que eres libre y que liberas a los demás. Su alternativa, tu silencio o inacción, es tu amenaza, es decir, la ineludible mediación del arma en todo asunto humano.

El plan es compartir este mensaje tanto como podamos hasta el día de la Reconciliación el día 30 y en ese día lograr su difusión mundial con las actividades y celebraciones que podamos organizar en agradecimiento a los demás por su humanidad, de la que tenemos necesidad y a la que apelamos para nuestra propia liberación.

Fdo:   Manuel Herranz Martín    Guadalajara, 21 de septiembre de 2024

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