Bienvenido al
Movimiento de
UNIDAD HUMANA
CARTA AL SR SECRETARIO GENERAL DE LA ONU
Sr. Secretario General de las Naciones Unidas
Organización de las Naciones Unidas
Nueva York
Estimado Sr. Secretario General, don António Guterres:
Mi nombre es Manuel Herranz Martín, filósofo investigador de la paz, y me dirijo a usted para solicitarle que, por favor, transmita esta Propuesta de Paz a todos los jefes de Estado y que estos la hagan pública.
- Fundamento filosófico y político de la propuesta
Tal como ya comprendieron los sabios cosmopolitas de la antigüedad tanto orientales como occidentales, la paz consiste en la toma de decisiones incluyente, que lógicamente evita y previene el propósito de daño y busca exclusivamente el bien común.
Sin embargo, la paz era inviable en el pasado, en tanto los grupos humanos se desarrollaron aislados e incomunicados, pues la toma de decisiones era entonces necesariamente excluyente y, por tanto, abocaba a la confrontación. Hoy, sin embargo, los seres humanos estamos en contacto y comunicación permanente, y esta nueva situación nos permite replantear esa posibilidad histórica.
El problema actual es que cada Estado se ha constituido como una unidad armada que, en tanto arma, no solo actúa cuando hace la guerra —matando y destruyendo—, sino que actúa constantemente desde su mera potencia, esto es: su capacidad y amenaza de matar y de hacer daño. Aunque no se concrete físicamente, opera de forma virtual y permanente al ser anticipada mentalmente por la parte agredida, aquella a la que se proyecta el propósito de daño, tanto en los sujetos de la misma unidad armada o estado como al de los otros estados. Esa potencia determina nuestra existencia por completo.
Dicha anticipación del efecto del arma establece quién impone su voluntad y quién obedece. Esto margina el valor de los objetos o recursos, que podrían ser objeto de cooperación, pues sucede que bajo esta lógica solo importa a qué arma sirve. (La propiedad privada no es un impulso humano innato, ya que no sería posible sin una estructura armada que la respalde. Y realmente solo el arma es -absolutamente- privada, por estar destinada al daño del otro; las demás cosas lo son porque están sometidas a ella).
Este mismo efecto virtual convierte al arma en el principio organizador de todas las relaciones humanas articulándolas en la desigualdad, la jerarquía, tanto del ejército como del estado, modo como se nos priva de libertad y de humanidad, pues esta se basa en nuestra capacidad de ponernos en lugar del otro (humano indistinto). Todo lo que hacemos, decimos o producimos queda subordinado, en última instancia, al reforzamiento del arma a la que pertenecemos o estamos incorporados, como medio para imponerla y/o resistirse al arma ajena.
(Cabe decir aquí que esta lógica no es lineal ni simple: la coexistencia de múltiples unidades armadas o Estados genera situaciones en que, a veces, lo que refuerza a un arma es su subordinación estratégica a otra; y el desarrollo directo puede incluso volverse contraproducente. No obstante, al final, incluso los líderes de los Estados más poderosos ven su voluntad —supuestamente libre— reducida al único fin de fortalecer su aparato militar, si bien en su caso la diferencia es que pueden hacerlo de forma más abierta y directa).
Pero lo que quiero venir a decir aquí es que, dado que el efecto determinante del arma se manifiesta de forma permanente o inmanente -desde su sola potencia o existencia-, esta propuesta de paz no puede ser dirigida a la búsqueda directa de apoyo de los ciudadanos, ni a los gobiernos de Estados particulares, ni siquiera a organizaciones no gubernamentales o asociaciones humanitarias. Pues, al igual que el resto de los sujetos y recursos del estado, aunque sus propósitos sean nobles, todas ellos están financiadas y condicionadas por los Estados, dependen de ellos y no pueden sino reproducir sus intereses.
Cualquier iniciativa que no contribuya, directa o indirectamente, al fortalecimiento del aparato estatal es percibida por este como una amenaza o, en el mejor de los casos, como un gasto inútil. Por tanto, no se le presta apoyo, no se le financia ni se le da acceso a sus medios de difusión —los cuales ocupan prácticamente todo el espacio público, y así se la disuelve.
Por otro lado, el actual estado de interconexión y comunicación entre todos los seres humanos nos permite hoy alcanzar la paz y la concordia, pues por primera vez tenemos la posibilidad real de actuar de forma universal y simultánea: única condición capaz de neutralizar ese efecto inmanente del arma. Por esa razón, esta propuesta debe ser emitida desde la ONU, como órgano que representa a la totalidad de los Estados, para que adquiera carácter verdaderamente universal y simultáneo.
Ese es, señor Secretario General, el motivo por el cual me dirijo a usted directamente: para pedirle que haga llegar esta carta a todos los jefes de Estado o de gobierno, a los responsables máximos de todos los países del mundo, para que estos la difundan entre sus conciudadanos.
2. PROPUESTA DE PAZ: UNIDAD DEL PODER ARMADO BAJO UN MANDO COMÚN
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La única forma de detener la violencia permanente o inmanente del arma —que se manifiesta como amenaza de muerte y daño mutuo— es la unidad de todas las armas bajo un mismo mando. Y con ese fin, asumo esta responsabilidad en nombre de la Humanidad y la comunico a todos los Estados y unidades armadas, solicitando su publicación.
Solo así cesa no solo la destrucción mutua sangrienta —es decir, la guerra—, sino también la violencia virtual, permanente, que se deriva de la mera existencia del arma: la amenaza que proyecta. Aunque no derrame sangre, esta amenaza constituye una forma real de agresión, pues priva de libertad, impone una voluntad sobre otra, humilla al que debe someterse y lo obliga a armarse tanto como pueda, en defensa propia, lo que impide actuar con sentido común y cooperar en beneficio mutuo.
Un alto el fuego no basta mientras las partes conservan las armas. En tales condiciones, seguirán desarrollando sus capacidades de destrucción y proyectándoselas mutuamente. Todo cese de hostilidades sin paralización del desarrollo armamentístico no es más que una tregua temporal, una pausa que antecede al siguiente enfrentamiento. Solo la unidad de todas las armas bajo un mando común puede instaurar la paz, porque el arma solo existe en oposición a otra. Su naturaleza es la confrontación y su unidad la anula: pierde sentido, se vuelve inútil y redundante. Y así, el verdadero interés humano —la cooperación por el bien común— no solo se vuelve posible, sino conveniente y hasta necesaria.
Ni siquiera es preciso el inicio del proceso de desarme o destruir las armas para lograr la paz. Basta con que con la unidad cese, de forma universal, la necesidad de desarrollar el arma. Esta es la liberación de la humanidad que nos permite e impulsa a actuar en base al interés de su verdadera naturaleza: la cooperación por el bien común en lugar se seguir buscando desesperadamente como destruir al otro.
Este entendimiento puede generalizarse con una lógica clara: de la división, de la parcialidad, del estado actual —basado en la toma de decisiones excluyente— se deriva la confrontación, el mal y las calamidades del mundo. En cambio, de la unidad, de la universalidad —es decir, de la toma de decisiones incluyente— se deriva de modo lógico la cooperación por el bien común.
En ambos casos no se trata tanto de la voluntad individual, sino del entorno o la circunstancia condicionante, que hace que la voluntad actúe en consecuencia. Dependemos unos de otros. En la unidad, nos conviene a todos el mismo bien, y con él surgen la buena voluntad, el buen comportamiento, la disposición, la actitud y todas las actividades acordes. Y todos contribuiremos a ello: animándonos, ayudándonos, aconsejándonos e influyéndonos mutuamente con conciencia de nuestra universal interdependencia.
Justificación y aclaración de la parte personal de la propuesta
Si alguien se pregunta por qué, en mi caso, ha sido posible esta propuesta, debo decir que no tiene mérito alguno. Han sido las circunstancias las que me han traído hasta aquí. El deseo de paz y la voluntad de vivir en armonía están en todos nosotros por igual.
El azar me llevó a estudiar filosofía en los años 80, y a interesarme —y alarmarme— por el peligro de confrontación nuclear durante la Guerra Fría. Luego viví esa zozobra aún con mayor intensidad al estudiar y trabajar en Berlín en aquellos mismos años. Más tarde, ese mismo interés me impulsó a estudiar las lenguas más extendidas, lo que me llevó a vivir en Moscú, Londres, El Cairo y Pekín. El destino quiso que me casara con una mujer rusa y que hoy comparta mi vida con una mujer china.
Estas experiencias vitales me hicieron comprender, de manera íntima y profunda, que los seres humanos somos esencialmente iguales en cualquier punto del planeta. Que no hay razón alguna para agredirnos permanentemente -ni en palabra, obra u omisión. Por el contrario, años y años de experiencia me han ido mostrando como estamos todos sometidos a condicionamientos e informaciones parciales, necesariamente prejuiciosas, confusas o falsas, que nos arrastran conforme a los intereses opuestos de los Estado o, propiamente, del arma.
Desde los años 80, me he dedicado a estudiar e investigar de forma autodidacta, conectando ideas hasta alcanzar la certeza de lo que realmente nos sucede. Y no estoy solo: este conocimiento ha sido compartido por sabios tanto de Oriente como de Occidente a lo largo de los siglos. Pero este saber ha sido sistemáticamente ocultado o ignorado, porque no sirve al Estado. Y de la misma manera y como ilustración, nos sirve entender que el Estado, por su propia lógica, repudia la bandera blanca, que representa la opción humana. Esa bandera está ahí, pero no está disponible. Y lo mismo ocurre con ese conocimiento: está ahí, pero no está accesible, no se ofrece ni se propone a los estudiantes ni a los estudiosos, sino que, al contrario, se obvia y se oculta.
Pero ha llegado el momento de que la verdad —porque la verdad existe— pueda manifestarse a toda la humanidad. Contamos con una abundante documentación de la perspectiva humana. Y ahora también es posible darle voz. Si, como decía Sunzi: la guerra es el arte del engaño (y también de la corrupción, que es inducida), la verdad es también la paz, porque no puede haber otra verdad que la humana.
Ese conocimiento, transmitido desde la antigüedad, está al alcance de quien quiera buscarlo. Y con la paz, se hará predominante. Es un conocimiento orientado al bien común, no al interés particular del Estado, es fácil distinguirlo. Yo he intentado publicar lo aprendido, como doctor en filosofía, pero mi voz no ha tenido difusión ni reconocimiento —como era previsible—. Al contrario: se le ha ido cerrando todo espacio posible en el ámbito académico. (invito al lector a leer, por ejemplo, el reciente post sobre Apuntes de la historia de la Humanidad o sobre El Quijote).
Es importante entender también que el mando que asumo, paradójicamente, no implica poder en el sentido habitual solo se arroga el conocimiento pertinente y demostrable. No se basa en la coacción, ni en la amenaza, el daño o el homicidio. Pensar en un arma unificada que se ataque y se defienda de sí misma sería absurdo, al igual que imaginar que tuviera que imponerse a sí misma. El propósito de este mando, a diferencia de los habituales, no es desarrollar el arma, sino el desarme. Y ese desarme no se impone: se ejecuta voluntariamente, como resultado de la inutilidad de las armas en un marco de cooperación coordinada y de interés común.
Mi tarea no difiere de la de cualquier otro ser humano una vez alcanzada la unidad: contribuir al desarme. Y el desarme es cooperar para el bien común de la humanidad, en lugar de a favor del interés de un arma en contra de otra.
3. el desarme como proceso de cooperación y unidad humana
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Tras la unidad de las armas, sigue el desarme. Un proceso, una acción coordinada, recíproca y universal de desmantelamiento de recursos que, hasta ese momento, se han destinado desesperadamente a la amenaza y la destrucción. Dichos recursos se reciclan y redirigen hacia el bienestar, el cuidado y el desarrollo humano común, lo que de hecho es la unificación efectiva del mundo y la integración de todos los seres humanos en un mismo sistema de convivencia, pues el desarme es también el desmantelamiento de fronteras.
No existe término medio: el mal uso o el desperdicio de recursos también es contrario al desarme, pues defrauda a la comunidad, que es la toma de decisiones incluyente, el mecanismo mediante el que evitamos y prevenimos el propósito de daño.
Salvo las armas, todo es para servirnos, y su uso no solo lleva implícito el para qué, sino el cómo, el cuándo, el por quién, etc. debe ser el objeto utilizado con mayor rendimiento, de modo que ese uso humano es en si mismo una referencia de entendimiento, orden, armonía y concordia.
En este nuevo contexto, el mérito es compartido por todos, y todos somos igualmente beneficiarios de nuestro compromiso. Lo primero, entonces, debe ser garantizar condiciones de vida dignas y satisfactorias para todas las personas, empezando por las más necesitadas. Esto incluye también el cuidado conjunto del planeta y del medio ambiente. Lo segundo es el fomento del desarrollo de nuestras capacidades —tecnológicas y de todo tipo— y ampliar nuestro alcance, por ejemplo, en el espacio exterior y los océanos.
El desarme, además, exige —y a la vez propicia— una reorganización profunda de nuestras relaciones humanas, eliminando la desigualdad y la jerarquía, que son adaptaciones estructurales al arma. Una jerarquía representa una amenaza constante, ya que tiende a absorber a los individuos en su base, y obliga a otros a organizarse de manera similar para poder resistirla.
En el nuevo marco, la relación de mando ya no es permanente, sino circunstancial, basada en el conocimiento y en función del objeto o tarea común. Y esa relación concluye con la tarea misma.
El desarme implica también el desmantelamiento de la diferencia discriminatoria —ya sean por países, razas, religiones u otras—, porque toda discriminación es una consecuencia lógica del estado de guerra absoluta, que realmente nos aísla a todos y cada uno y nos lleva a aliarnos y alinearnos en bloques de fuerza (física). Que a la postre se consolida en dos, como forma de convocar la mayor potencia, según anticipamos virtualmente, y es también a partir de esa anticipación virtual como establecemos afinidades y adversidades.
La igualdad no es una ilusión, sino una realidad lógica: todos somos equivalentes en tanto seres racionales (nos habita el logos). Y la unidad nos exige y conduce, naturalmente, a tratar al otro como deseamos ser tratados. La igualdad —entendida como imparcialidad y equidad— es la forma concreta que adopta la paz, del mismo modo que la desigualdad y la discriminación son expresiones de la guerra o del arma, pues es lo mismo decir armas que guerra.
La voluntad de desarme —la voluntad de rechazar el arma, de no matar ni dañar si nadie quiere matarte ni dañarte— convierte mi mando sobre todas las armas en tu propio mando, pues es nuestra liberación del sometimiento al arma.
La voluntad de desarme nos hace comprender la necesidad —tanto virtual como real— que tenemos de todos los demás. Nos vincula: nuestro bien es el bien de los demás, y su mal, nuestro mal. Ya no hay diferencia entre tú y yo, ni entre ninguno de los que se suman a este propósito común: la voluntad de cesar el servicio al arma, es decir, el rechazo de la intención homicida o el fin de la mala voluntad —aunque esta, paradójicamente, sea involuntaria.
Y es nuestra responsabilidad velar por el desarme y sus exigencias en nuestro entorno, comenzando por el más cercano, y, paradójicamente, esto solo es posible mediante la toma de decisiones incluyente y universal.
Por eso, esta voluntad necesita una forma: su expresión pública. No basta con que cada persona, por separado, cese en su propósito homicida. Es necesario hacerlo de manera pública y coordinada. Por eso doy un paso adelante, muestro mi rostro y asumo esta responsabilidad en esta fase de transición. Pero no se requiere un sucesor ni una estructura permanente, más allá de la lógica iniciada ya compartida.
Una vez se haga pública esta voluntad, todos tendremos conciencia de lo que constituye el mal —la voluntad de dañar—, e igualmente de lo que verdaderamente nos conviene —que es común—, y sabremos avanzar en el camino hacia el desarme total, cuyo resultado es la comunidad humana. Porque el encuentro con el otro como igual es lo que nos desarma. El arma existe solo en relación con otra. El arma es por si misma. Fuera de esa lógica propia del arma, entre los humanos no hay contradicción: nuestra inteligencia de la realidad, que es nuestra relación virtual, nos impulsa a vivir unidos.
El sistema actual de derecho y propiedad puede continuar siendo protegido por la policía bajo el control del Estado, y se irá disolviendo gradualmente en la medida en que desaparezca la amenaza del delito o del robo. Del mismo modo en que las armas dejan de existir cuando ya no se enfrentan unas a otras —y eso es lo que conseguimos de inmediato con el mando unificado—, también el delito dejará de tener razón de ser con las reformas que el desarme conlleva.
Nadie será despojado de su derecho o propiedad —eso también sería violencia—, pero entendido como medio de producción al servicio del bien común, buscará su máxima utilidad. Esto beneficia también al poseedor, pues el interés común guiará incluso el uso de los recursos y propiedad ajena, y la titularidad será irrelevante. En cambio, los bienes de consumo podrán disfrutarse mucho mejor cuando el propietario ya no deba dedicar parte de sus recursos —ni su atención— a protegerlos.
4. la garantía de la paz: la publicidad
La garantía de que nadie pueda abusar de este momento histórico —y de que no haya vuelta atrás— reside en la publicidad universal de estas condiciones de paz, que son para todos e involucran a todos. La publicidad, la transparencia y la apertura son, de hecho, las formas propias de la toma de decisiones incluyente y sin las que no hay tal inclusividad.
Cada persona deberá asumir que cualquier intención de servicio o desarrollo del arma —es decir, cualquier intención homicida— ya no podrá justificarse en la amenaza ajena. Por tanto, deberá considerarse un acto criminal, que ha de ser rechazado por todos y evitado por todos los medios posibles.
Si bien, como se ha mencionado antes, la unidad inducirá de forma natural a que nos cuidemos, alentemos y apoyemos mutuamente en comportamientos éticos y cooperativos, también es posible —sobre todo durante la fase de transición o proceso de desarme— acompañar el cambio con incentivos o retribuciones para las conductas más beneficiosas para la comunidad. Pero ahora orientadas a un interés humano universal, no a intereses parciales o nacionales.
Igualmente, puede ser oportuno —o no— establecer una divisa universal. Tal vez el patrimonio (de bienes de consumo, lo que podría incluir el dinero) deba ser hereditario, o tal vez no. Estas decisiones deberán adoptarse mediante procesos públicos, incluyentes y argumentativos, guiados por la lógica común y orientados a fines compartidos. El juicio deberá ser colectivo, a la luz del bien común de la humanidad, considerando tanto a la generación presente como a las futuras. Pero las decisiones deben adoptarse por unanimidad, es decir, sin objeción alguna. Los recursos y las opciones de uso son limitados, por lo que no hay riesgo de gran dispersión de puntos de vista y la elección ha de ser la que se considere más beneficiosa para el conjunto. Las objeciones han de estar basadas en razonamientos y orientadas al bien común. La unanimidad no significa perfección, significa transparencia y una misma lógica.
La publicidad universal del proceso de toma de decisiones y de sus propósitos será la base de la unanimidad. Cada persona podrá intervenir para mejorar, objetar o enriquecer las propuestas, en función del interés de la humanidad entera. Es lógico, sin embargo, que sean los expertos en cada materia quienes formulen propuestas de cambio y desarrollo, pero siempre para el beneficio común. La capacidad lógica, el logos humano, es la misma en todos nosotros: nos dice con claridad lo que está bien y lo que está mal. Y así hoy nos lo dice también real y claramente: que el mal es el arma y su alternativa es el bien
5. consideraciones finales
Puesto que esta carta es pública —o, al menos, no se envía en secreto al Secretario General de la ONU—, todos los ciudadanos del mundo están invitados a apoyar esta propuesta, si así lo desean y pueden hacerlo.
Sin embargo, como se ha explicado, no podemos esperar una respuesta directa de cada individuo que no sea universal y simultánea, pues el arma impone una lógica que silencia la voluntad sincera y humana. Además, la confusión informativa reina, como resultado de esa misma voluntad parcial. Cada persona, aunque sepa que el arma —cuyo propósito es el homicidio— es el mal, asume también que no tiene alternativa. Cree, simplemente, que no es libre, que está sometido a esa condición. Hasta que se le presenta una alternativa como la que se expone aquí, que espero se entienda lo antes posible.
En cuanto a los debates políticos actuales —nacionales o internacionales— y a las preocupaciones del presente, no podemos permitirnos ahora mantener desviada la atención hacia otros problemas, como el cambio climático, la inteligencia artificial o cualquier otra emergencia. El problema humano fundamental es la violencia que lo cubre todo. Y una vez resuelto este, el resto podrá resolverse o, al menos, podremos enfrentarlo unidos, con la mejor respuesta posible.
Más aún: en el momento presente, en el que la tensión aumenta sin remedio, avanzamos hacia una confrontación cada vez más inevitable. Y cualquier confrontación con armas tan poderosas como las actuales puede llevarnos a la extinción.
Esta última afirmación no deja espacio para más evasivas. Es preciso que esta propuesta sea considerada con seriedad y sinceridad. Yo estoy siempre a su disposición para cualquier aclaración o detalle, y atento a su más pronta respuesta.
Gracias por su atención.
Manuel Herranz Martín
Mijas, 22 de julio de 2025
Por una república mundial
manifiesto para la convivencia humana
La guerra, que hoy puede ser nuclear y acarrearnos la extinción, no se puede evitar unilateralmente. Sin embargo, hoy día todos los humanos estamos en contacto y podemos y debemos llegar a un acuerdo de convivencia o unidad, es decir, de toma de decisiones incluyente, cuya consecuencia lógica es el fin de la guerra y del arma, que es el mal -la intención o propósito de daño, y aspirar y buscar así solamente el bien común.
Nuestra mala voluntad, la voluntad de matar o dañar a otros es, paradójicamente, involuntaria, pues no es del interés de nadie y es solo la consecuencia lógica de nuestra separación o aislamiento del pasado, esto es, de la toma de decisiones excluyente que, por su propia lógica, nos aboca a la confrontación. Y, por tanto, su recurso más importante es la violencia, y con ella la diferencia -la discriminación.
Mientras que, por el contrario, la unidad o toma de decisiones incluyente no solo tiene la consecuencia de eliminar el mal, el propósito de daño, y la guerra, sino que nos aboca a la paz y a la concordia también por su propia lógica, pues es del interés de todos y, por eso, es inducida y causada por influencia mutua. Así que
expongo
- Que en nuestra actual situación ya de comunicación global lo único que nos impide la toma de decisiones incluyente son las armas, organizadas en unidades armadas o estados -a los que estamos sometidos y servimos todos los seres humanos. Dado que el propósito del arma es matar y dañar, los intereses de los estados o unidades armadas son esencialmente opuestos, y la mejora de uno resulta perjuicio para los demás. Por eso su cooperación es solo y realmente frente a terceros.
- Ahora, es responsabilidad de cada persona negar su voluntad al propósito homicida y de daño del arma si así lo hace también todo el mundo, y de comunicar y persuadir a los demás humanos a negarse igualmente al propósito homicida también con la misma condición.
- Anteponer lo que se cree (lo que nos diferencia) a lo que se sabe nos hace indignos y malditos ante la Humanidad, pues nos lleva al genocidio, la destrucción y convoca temerariamente la extinción.
- A nadie se insubordina ni se fuerza, algo que sería contradictorio; se trata tan solo de despertar la conciencia de lo que es el mal hasta hacerla universal. De la que sigue el
ACUERDO
- De desarme conjunto y que todo recurso se destine al bien común, primero a cubrir las necesidades humanas y después a desarrollar nuestra potencia y alcance.
- La toma de decisiones, así como los propósitos de estas decisiones serán siempre universalmente públicas y unánimes, de modo que cada ser humano pueda mejorarlas u objetarlas con buena voluntad.
Para cualquier duda, podemos discutirla públicamente en @HumanUnityMove1 o escribir a manuel@whiteflag.info
Ante cualquier duda, podemos discutirla públicamente en X en @HumanUnityMove1 o se puede escribir a manuel@whiteflag.info
Por una república mundial
la libertad es la paz
La causa de que los humanos no cooperemos para el beneficio común y, en lugar de eso, nos dediquemos a destruirnos mutuamente es obviamente la falta de libertad pues la destrucción mutua no puede ser voluntad ni deseo de nadie.
El sistema actual de leyes y derechos no puede evitar la guerra, pues si alguien daña a otro se pueden reconciliar o, en el peor caso, atenerse a mediación de modo que no lleguen a destruirse mutuamente, sin embargo, el arma priva de libertad (de voluntad propia), somete sin ‘dañar’, pues lo hace desde su potencia.
Y un arma solo puede contrarrestarse con otra arma (tan o más poderosa), y si ninguna prevalece sigue la destrucción mutua, la guerra («intento o acción de desarmar al enemigo») porque lo que está en juego es la voluntad que gobierna a la otra sin alternativa alguna, ya que la voluntad que prevalece tampoco es libre; no puede ser otra que continuar armándose tanto cuanto pueda e impedírselo al otro.
El hecho de que el arma actúe desde su potencia significa también que lo hace desde su mera existencia, anterior a la del ser humano, por lo que los humanos no tuvimos otra opción que adaptarnos a ella y vivimos inmersos en su diabólico círculo vicioso.
la república mundial
La paz no puede basarse en la imposición. Y la libertad es el acto voluntario de cooperación entre personas que comparten un propósito común al que contribuye cada uno porque entiende que es en su propio interés.
El arma es para matarnos, dañarnos y destruirnos unos a otros, por lo que todos entendemos que su mejora es matar más rápido, más cantidad de gente, de un solo golpe, esquivar mejor los sistemas de defensa enemigos, etc.
El resto de los objetos son para servirnos y cuando comprendemos su propósito o cómo algo se usa, entendemos también su mejora; en un coche ir más rápido, más seguro, cargar más, usar menos gasolina, en una mesa ser más ligera y resistente, etc., con lo que también sabemos implícitamente quién, cuando, cómo deben usarse esos medios al servicio del ser humano.
Lo que ahora nos sucede es que el arma los pone a su servicio (los priva), pues el arma, que tiene el propósito de daño (al otro), lógicamente solo puede ser privada y lo que sirve a un arma no puede servir a otra. Pero si los humanos nos unimos en una república mundial el arma resulta inútil, redundante, pues su causa o razón de ser es sí misma/contra si misma, y así quedamos libres. Excluida el arma, esos mismos objetos ayudan, aclaran y facilitan nuestra relación pues esta es también de servicio mutuo y común a nuestra humanidad.
La información
El medio de la república (res pública = asunto público), así como el de la simple cooperación sin imposición o libre y voluntaria, es la información o publicidad de la razón de ser o propósito de algo, mediante cuyo conocimiento uno coopera libremente si encuentra que es en su propio interés.
De modo que esta misma información es la fundación misma de la república.
Aunque los estados se denominan repúblicas no pueden serlo realmente, pues el arma, es decir, el propósito de daño no puede hacerse público, ya que hacerse público es realmente hacerse universal y, por eso, el sistema de los estados incluye ineludiblemente el secreto y la mistificación de sus sujetos, mientras que el funcionamiento de la república se basa en la información del propósito o razón de lo que se propone universalmente, y salvo las armas no hay contradicción entre nosotros, pues todo es para servirnos.
La publicidad y transparencia es además garantía, y responsabilidad, de que no haya engaño, daño, confusión o mala intención y solo beneficio para todos.
CARTA
Por una república mundial
Quienes Somos
Los que promovemos la toma de decisiones humana incluyente para el bien común.
Nuestra Misión
Proponer la República Mundial
Nuestra Meta
La paz y la concordia humanas.
Mensaje para la reconciliación
1 - El arma es lo mismo que la guerra
El arma no somete con su uso efectivo (la muerte, la destrucción) sino con su potencia -su uso efectivo se anticipa. Y su potencia es su mera existencia -ya dada en la naturaleza y a la que los humanos se adaptaron.
El arma es la máxima producción humana en todo tiempo y lugar (también en el futuro que anticipamos) y el objeto real de todo lo que se hace; las ciudades, las infraestructuras, los inventos, las tecnologías…, aunque no comparte con nosotros hoy, sabemos por el pasado que todo busca reforzar el arma.
2 - El propósito de daño no se comparte públicamente
Todos los humanos se ven incorporados a una unidad armada (y/o estado), un sistema de sumisión jerárquico, o de total desigualdad (injusticia), que priva de libertad y de humanidad.
Si una persona hace mal: daña a otra, y esto se hace público todos lo condenan, pues la justicia, la paz, así como la cooperación por el beneficio mutuo es el interés común, pero explotar a otros de modo que el arma se refuerce y dañar y matar al enemigo es recompensado. Y si alguien se niega a explotar o matar a los otros es forzado a obedecer órdenes o penalizado o incluso ejecutado como desertor, de modo que el engaño y la violencia son prevalentes para nuestras relaciones.
Desde su origen las unidades armadas se han manifestado mediante ideologías que sus sujetos tienen que aprender en escuelas y otros medios, de modo que se les dificulta encarar la realidad, se les impide el entendimiento mutuo y solo manifiestan sumisión a un arma o alianza.
3. El desarme es universal
La toma de decisiones incluyente resulta en el bien común y en la prevención del daño.
Pero la primera decisión incluyente tiene que ser el desarme, que solo es posible con la cooperación de todos y, por tanto, solo posible hoy día, pues un desarme parcial resultaría solo en servir a otra arma. Por eso la inclusividad como la forma de paz y concordia humanas, aunque bien conocida por los sabios del pasado, no nos ha sido enseñada, pues no solo era inviable, sino que hubiera debilitado a la parte que lo difundiera.
Hoy que ya todos los humanos estamos en contacto reconciliémonos compartiendo este mensaje y sustituyamos la sumisión al arma por la toma de decisiones pública (incluyente, universal) deteniendo todo desarrollo armamentístico e iniciando el desarme, pues las armas son solo unas por otras, cooperemos todos ahora para transformar las espadas en arados.

Es nuestro tiempo
Mozi (475 a. C – 221 a. C.) es el filósofo chino más importante, floreció en la época conocida como de la las Cien Escuelas de Pensamiento. El Mozi es una antología de escritos tradicionalmente atribuidos a Mozi y a sus seguidores. Su doctrina se conoce como la política del Amor Universal y Asistencia Mutua y Universal.
Mozi comprende que la parcialidad o toma de decisiones excluyente (別) es la causa de las calamidades del mundo pues nos aboca a la confrontación. Sin embargo, si convivimos en una misma comunidad, la consecuencia lógica será tratar a los otros como deseamos ser tratados, esto es, el Amor Universal.
Mozi. Libro IV - I, 3-4
«El ladrón roba a otras familias para sacar provecho para su propia familia. Como sólo ama a su propia familia y no a los demás, el ladrón hace violencia a los demás para beneficiarse a sí mismo. Y la razón de todo esto es la falta de amor. Y los que aman a su propio Estado y no a los demás, atacan a los demás Estados para beneficiar al suyo. Y cuando examinamos las causas, encontramos que todas surgen de la falta de amor mutuo….. Cuando cada uno considera a las otras personas como su propia persona, ¿Quién robará? Cuando cada uno considera los estados de los demás como propios, ¿Quién invadirá?»
Mozi. Libro IV - III, 2
Mòzǐ continuó: Quien critica a los demás debe tener algo que los reemplace. La crítica sin sugerencia es como tratar de detener una inundación con agua y apagar un incendio con fuego. Seguramente no valdrá nada. Mòzǐ dijo: La parcialidad debe ser reemplazada por la universalidad. Pero, ¿Cómo la parcialidad puede ser reemplazada por la universalidad?….. Hemos descubierto que las consecuencias del amor universal son los mayores beneficios del mundo y las consecuencias de la parcialidad son las mayores calamidades del mundo; esta es la razón por la que Mozi dijo que la parcialidad está mal y la universalidad está bien».
Mozi. Libro V - I, 2
«El asesinato de una persona se llama injusto e incurre en una pena de muerte. Siguiendo este argumento, el asesinato de diez personas será diez veces más injusto y debería sufrir diez penas de muerte y el asesinato de cien personas será cien veces más injusto y debería sufrir cien penas de muerte. Todos los caballeros del mundo saben que deben condenar estas cosas, llamándolas injustas. Pero cuando se trata de la gran injusticia de atacar a los Estados, no saben que deben condenarlo. Al contrario, lo aplauden, llamándolo justo. Y realmente ignoran que es injusto. Por lo tanto, han registrado su juicio para legarlo a su posteridad. Si supieran que es injusto, ¿por qué habrían de registrar su falso juicio para legarlo a la posteridad? Ahora bien, si hubiera un hombre que, al ver algo un poco oscuro, dijera que es negro, pero, al ver algo totalmente negro, dijera que es blanco; entonces debemos pensar que no puede distinguir entre el blanco y el negro. Si al probar algo poco amargo, se dice que es amargo, pero, al probar algo muy amargo, se dice que es dulce; entonces pensaríamos que no se distingue entre lo amargo y lo dulce. Ahora bien, cuando se comete un pequeño delito, la gente sabe que debe condenarlo, pero cuando se comete un mal tan grande como atacar a un Estado, la gente no sabe que debe condenarlo. Al contrario, se le aplaude, se le llama justo. ¿Se puede decir que esto es conocer la diferencia entre lo justo y lo injusto? Por lo tanto, sabemos que los caballeros del mundo están confundidos acerca de la diferencia entre la justicia y la injusticia.»
Desgraciadamente el texto cosmopolita occidental más importante, la República de Zenon de Citium, se ha perdido, pero su impacto fue capaz de fundar el Estoicismo, la principal escuela filosófica desde el siglo II ane al III dne, desde la península Ibérica hasta India, el ámbito de los Imperios Romano y el de Alejandro. Pero la propuesta cosmopolita no podía llevarse a cabo en un mundo ignoto e incomunicado, por eso los estoicos derivaron ese conocimiento hacia una doctrina de la virtud, que es la que se nos transmite de ellos, y fueron el caldo de cultivo del cristianismo.
(Plutarco, Sobre la Fortuna de Alejandro (Magno) 329 AB
«La muy admirada República de Zenón, el primer autor de la secta estoica, señala solo esto, que ni las ciudades ni los pueblos deben vivir bajo leyes diferentes unas de otras, sino que debemos considerar a todo el mundo en general como nuestros conciudadanos, observando un único modo de vida y una misma clase de orden, como un rebaño alimentándose con el mismo derecho del mismo pasto. Esto lo escribió Zenón imaginando, como en un sueño, un cierto esquema de orden social y la imagen de una comunidad filosófica.»
(Marco Aurelio, Meditaciones, Libro IV, 4)
«La razón que nos ordena lo que debe hacerse y lo que debe ser evitado nos es común a todos los humanos. Por tanto eso es así, la ley también nos es común y somos conciudadanos y participamos en la ciudadanía del mundo, que es nuestra ciudad.»
(Marco Aurelio, Meditaciones, Libro IX, 1)
«La naturaleza del universo nos ha hecho criaturas razonables unos con otros, con el fin de que nos hagamos unos a otros el bien»
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Exponemos con más detalle la propuesta de unidad humana, su relación con la historia del pensamiento, la situación política internacional y reflexionamos y hacemos propuestas sobre el Congreso de Unidad Humana.
APUNTES DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
Mòzi: “La parcialidad debe ser sustituida por la universalidad (simultaneidad)” - 兼 以 易 别Mòzi's: “Partiality is to be replaced by universality (simultaneity)” - 兼 以 易 别 Manuel Herranz Martín, PhDmanuelherranz@banderablanca.com Resumen El propósito de este artículo es...
LA PAZ Y LA CONCORDIA HUMANAS. HISPANISMO Y COSMOPOLITISMO
Queridos amigos, abran los ojos por favor, la situación humana es cada vez más grave: la paz u orden (jerarquía) mantenidos por la EEUU/OTAN hasta ahora está ‘en cuestión’ y no está en manos de los humanos por separado evitar la guerra, como no lo ha estado nunca,...
EL DISCURSO DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS EN EL QUIJOTE
El Discurso de las Armas y las Letras de El Quijote MANUEL HERRANZ MARTIN UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID manuelherranz@banderablanca.com Espero de esta honrada Universidad de Alcalá de Henares, en cuyas riberas rio el maestro de la Humanidad por vez primera, que me...