QUIENES SOMOS
Proponemos y promovemos la unidad humana, esto es, la toma de decisiones incluyente que, consecuentemente, evita y previene el propósito de daño (el arma) y el daño (la guerra) y deja solo la cooperación para el bien común.
POR UNA REPÚBLICA MUNDIAL
El sistema actual de leyes y derechos no puede evitar la guerra, pues si alguien daña a otro, se pueden reconciliar o que la justicia medie de modo que nunca llegan a destruirse mutuamente, sin embargo, el arma somete, priva de libertad (de voluntad propia) sin dañar a nadie, lo hace desde su potencia. Un arma solo puede contrarrestarse con otra arma (tan o más poderosa) y si ninguna prevalece sigue la destrucción mutua, la guerra ("intento o acción de desarmar al enemigo") porque lo que está en juego es la voluntad que gobierna a la otra sin alternativa alguna. Y esa voluntad que prevalece ni siquiera es libre ya que no puede ser otra que armarse tanto cuanto pueda e impedírselo al otro. Que el arma actúa desde su potencia significa que lo hace desde su mera existencia y esta era anterior al ser humano que no tuvo otra opción que adaptarse a ella y vive inmerso en su diabólico círculo vicioso.------------------ Ahora la solución es una república mundial con la tarea del desarme, pues así como el propósito de daño del arma es contradictorio con ser incluyente, la causa común del desarme resulta precisamente en la inclusividad, la cooperación por el bien común. La convocatoria y constitución de la república es tarea de cada persona sin distinción de estado o rango compartiendo este entendimiento de lógica humana y exigiendo el cese del uso y desarrollo del arma, pues lo mismo que en el pasado era inevitable servir al arma, hoy que estamos ya todos conectados es un deber señalar el mal (la mala voluntad o propósito de daño), rechazarlo y exigir eso mismo de los demás.
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MENSAJE PARA LA RECONCILIACIÓN
1. El arma es lo mismo que la guerra
El arma es el propósito de dañar al otro tanto como sea posible para someterlo y que renuncie a su voluntad, pues esa voluntad es armarse tanto como le sea posible para someter al primero por el mismo motivo. Y si ninguno se impone sigue la guerra -ya sea preventiva, indirecta o directa- que es «el intento o acción de desarmar al enemigo».
El arma no somete con su uso efectivo (la muerte, la destrucción) sino con su potencia -su uso efectivo se anticipa. Y su potencia es su mera existencia -ya dada en la naturaleza y a la que los humanos se adaptaron.
El arma es la máxima producción humana en todo tiempo y lugar (también en el futuro que anticipamos) y el objeto real de todo lo que se hace; las ciudades, las infraestructuras, los inventos, las tecnologías…, aunque no comparte con nosotros hoy, sabemos por el pasado que todo busca reforzar el arma.
2. El propósito de daño no se comparte públicamente
Todos los humanos se ven incorporados a una unidad armada (y/o estado), un sistema de sumisión jerárquico, o de total desigualdad (injusticia), que priva de libertad y de humanidad.
Si una persona hace mal: daña a otra, y esto se hace público todos lo condenan, pues la justicia, la paz, así como la cooperación por el beneficio mutuo es el interés común, pero explotar a otros de modo que el arma se refuerce y dañar y matar al enemigo es recompensado. Y si alguien se niega a explotar o matar a los otros es forzado a obedecer órdenes o penalizado o incluso ejecutado como desertor, de modo que el engaño y la violencia son prevalentes para nuestras relaciones.
Desde su origen las unidades armadas se han manifestado mediante ideologías que sus sujetos tienen que aprender en escuelas y otros medios, de modo que se les dificulta encarar la realidad, se les impide el entendimiento mutuo y solo manifiestan sumisión a un arma o alianza.
3. El desarme es universal
La toma de decisiones incluyente resulta en el bien común y en la prevención del daño.
Pero la primera decisión incluyente tiene que ser el desarme, que solo es posible con la cooperación de todos y, por tanto, solo posible hoy día, pues un desarme parcial resultaría solo en servir a otra arma. Por eso la inclusividad como la forma de paz y concordia humanas, aunque bien conocida por los sabios del pasado, no nos ha sido enseñada, pues no solo era inviable, sino que hubiera debilitado a la parte que lo difundiera.
Hoy que ya todos los humanos estamos en contacto reconciliémonos compartiendo este mensaje y sustituyamos la sumisión al arma por la toma de decisiones pública (incluyente, universal) deteniendo todo desarrollo armamentístico e iniciando el desarme, pues las armas son solo unas por otras, cooperemos todos ahora para transformar las espadas en arados.
ES NUESTRO TIEMPO
Desgraciadamente el texto cosmopolita occidental más importante, la República de Zenon de Citium, se ha perdido, pero su impacto fue capaz de fundar el Stoicismo, la principal escuela filosófica desde el siglo II ane al III dne, desde la península Iberica hasta India, o en el Imperio Romano y el Imperio de Alejandro. Pero la propuesta cosmopolita no podía llevarse a cabo en un mundo ignoto e incomunicado, por eso los estoicos derivaron ese conocimiento hacia una doctrina de la virtud y finalmente derivó en el cristianismo.
«la tan admirada República de Zenón, primer autor de la secta estoica, apunta únicamente a esto, que ni en las ciudades ni en los pueblos debemos vivir bajo leyes distintas unas de otras, sino que debemos considerar a todas las personas en general como nuestros compatriotas y conciudadanos, observando una forma de vida y una clase de orden, como un rebaño que se alimenta con iguales derechos en un solo prado común. Este Zenón escribió, imaginándose, como en un sueño, un cierto esquema de orden civil y la imagen de una comunidad filosófica.» (Plutarco, Sobre la Fortuna de Alejandro (Magno), 329A–B)
«La razón que ordena lo que debe ser hecho y lo que debe ser evitado es común a nosotros. Puesto que eso es así, la ley nos es también común y somos conciudadanos, participamos en la ciudadanía del mundo, que es nuestra ciudad (Meditationes, Marco Aurelio, Libro IV, 4)
«La naturaleza del universo nos ha hecho criaturas razonables unos con otros, con el fin de que nos hagamos unos a otros el bien» (Meditaciones, Libro IX, 1)