HISTORIA

La unidad humana en un sistema inclusivo de toma de decisiones como el (único) camino de la paz humana, la armonía y la concordia es una comprensión muy recurrente de los personas inteligentes en la historia, tanto en Oriente como en Occidente sin comunicación alguna entre ellos.

Sin embargo, en tanto las ideologías y religiones, figuraciones que deben ser creídas y confesadas por los sujetos de un estado, lógicamente controladas y promovidas, cuando no diseñadas por este, muy difícilmente podemos tener noticia de esta propuesta de humanidad que menoscaba la soberanía, el poder absoluto del estado.

El amor universal fue la propuesta del Moísmo, la escuela más relevante mientras hubo libertad de pensamiento en China durante la época de ‘las cien escuelas’ (s. V a III BC), antes de que el estado impusiera el Confucianismo como doctrina oficial. Y da fe de esa preponderancia del Moísmo el mismo Mencio que vivió en esa época y es el Confucianista más relevante tras Confucio. Sin embargo, conservamos la obra de Mòzǐ gracias a que fue preservada entre las escrituras taoístas -y aun así hoy los especialistas obvian el carácter esencialmente cosmopolita de su doctrina y la presentan como una política de estado, a menudo como un caso de utilitarismo antiguo.

En Occidente, la unidad humana fue promovida por los cosmopolitas. Primero los cínicos, los seguidores de Sócrates, y sobre todo por parte de sus sucesores, los estoicos, la escuela de pensamiento más relevante a partir del III a. al III d.C. desde Asia hasta la Península Ibérica.

Sin embargo, La República, obra fundamental de Zenón, el fundador del Estoicismo, se ha ‘perdido’. Por suerte tenemos referencia de ella por muchos otros autores antiguos, por ejemplo Plutarco, quien dice que ésta se resume en una sola y simple idea «que los humanos no deben tener sistemas separados de justicia sino convivir en la misma comunidad». Lo mismo que expone repetidamente Mòzǐ: en comunidad el sentido común rechaza el daño (mutuo), mientras que el mal o daño a los que están fuera de la comunidad, a los que quedan excluidos de nuestras decisiones, es imprescindible. Y ese mismo concepto de unidad se encuentra disperso en muchos pasajes de las obras de los numerosos pensadores estoicos como Cicerón, Séneca, Marco Aurelio, etc.

Hoy día, sin embargo, cuando se habla de cosmopolitismo, la única expresión reconocida del mismo -puedes buscar online o preguntar a los filósofos o historiadores- es la de Kant y sus seguidores modernos, un ‘cosmopolitismo’ absurdo, basado en la toma de decisiones excluyente de los estados y en su soberanía o absoluta independencia. (De todos modos, sabemos que Kant fue reprimido por el estado prusiano y de otro modo no hubiera podido seguramente publicar su Paz Perpetua donde nos expone frecuentes contradicciones con lo anterior, por ejemplo, que las relaciones entre estados son el mal absoluto)

Sin embargo, la Paz Perpetua de Kant concluye en que la publicidad, apertura o transparencia de las máximas en la toma de decisiones es el medio adecuado de prevenir y evitar ese propósito de daño y reconducir esa toma de decisiones hacia el bien común.

PERSONAL Mi nombre es Manuel Herranz, PhD. Durante gran parte de mi vida he trabajado como consultor internacional y ejecutivo y solo desde 2017 como profesor de Humanidades y Filosofía. Muy impresionado por la posible aniquilación de la Humanidad durante la Guerra Fría cuando era estudiante de filosofía en los años ochenta, he estado investigando como autodidacta la posibilidad de la paz y la concordia humana y ya entonces traté de organizar un festival mundial de paz y desarme con todas las universidades del mundo. Me mudé a Berlín en 1986 donde continué mis investigaciones y actividades por la paz y mis estudios de filosofía y también comencé allí estudios de relaciones internacionales, junto con los idiomas ruso, chino y árabe. Tres años después dejé Berlín y me trasladé hacia el Este para estudiar las principales culturas del mundo.

Sé que los humanos somos todos iguales y si tomamos decisiones incluyentes no nos amenazaremos ni nos dañaremos y solo buscaremos todo beneficio humano según el sentido común, que es tratar a los demás como quisieras ser tratado. Pero también entendí que una propuesta humana era inaceptable en un mundo incomunicado ya que debilitaría al Estado y a la coalición que permitiera esta publicidad en su seno. Entonces, primero, me costó mucho descubrir que este era un pensamiento bastante recurrente desde la antigüedad, tanto en China como en Occidente, sin comunicación entre ellos. Y mi primera referencia a este pensamiento fue Mòzǐ, del que he hecho la primera traducción completa al español. E, incluso si estudié filosofía, solo bastante después de estudiar a Mòzǐ llegué a saber propiamente del cosmopolitismo occidental y a leer por mí mismo, por ejemplo, La apología (de Sócrates), que les recomiendo mucho que lean. Y luego, cuando traté de compartir descubrimientos históricos y científicos relevantes, como el sentido del Quijote, encontré que instituciones civiles y académicas, así como también medios de comunicación no tenían ningún interés es considerar nada, limitándose solo a las directrices políticas del momento, aun sosteniendo argumentos y falsedades evidentes, pues la cuestión es que estuviesen acordes con su ideología.

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