EL SIGNO DE LA PAZ

  • 28, agosto, 2022
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Los griegos lógicamente atribuían a los dioses la relación de guerra entre los humanos y no a lo que sería una estúpida o absurda voluntad de estos de dañarse a sí mismos, pero también pusieron en boca de Prometeo el anuncio de que un día derrocaríamos a nuestros crueles amos.

Esa profecía es la unidad humana, la toma de decisiones incluyentes que, consecuentemente, previene e impide el daño (mutuo) y determina la sola cooperación para el bien común, mientras que en el pasado de un mundo incógnito y de habitantes desconocidos, la toma de decisiones era necesariamente excluyente y, en consecuencia, el perjuicio, el daño mutuo y la guerra inevitable.

Ahora bien, ¿Cómo lograr la unidad, derrocar a los crueles dioses dueños del cielo, de la palabra? La rebelión ha de comenzar entonces con un signo, el que ves en la imagen, la unión en un círculo de los dedos índice y pulgar, que manifiesta la voluntad de unir y que esa unión lo sea de toda la humanidad.

El actual orden divino es sostenido por EE. UU., el arma vencedora de la última gran contienda o Guerra Fría, pero el arma china se desarrolla ahora tan o más mortífera aún, con más rapidez y a mucho menos coste, y pronto tendrá más capacidad destructiva y, por tanto, de imponer su ley. La primera y terrible conclusión de esto es que cuanto más tarde EEUU en (intentar) destruir manu militari a China menos posibilidades tiene de vencer, una vez que otras vías de impedir ese crecimiento armamentístico han ido fracasando. Y quizás es prudente advertir que es incierto e incluso poco probable que se reproduzca el modelo MAD (mutual assured destruction) de la Guerra Fría, basada en la relación uno a uno, dada la proliferación nuclear actual y otros factores relacionados con la interdependencia generada con la globalización.

EEUU busca asegurarse la disciplina de sus aliados para mantener la hegemonía occidental de los últimos siglos, pero, paradójicamente, el más beneficiado de la globalización facilitada por el orden liberal internacional ha sido China, lo que causa cierto caos ideológico, apreciable en las posturas opuestas de los dos partidos de EEUU. Mientras que los medios ideológicos rusos y chinos promueven el ‘multilateralismo’ tratando que la EU y otros aliados satélites se ‘independicen’ de EEUU, aprovechando además que algunas medidas propuestas por EEUU perjudican sus intereses, véase, como ejemplo, el caso de Corea del Sur y de la alianza de las democracias por los microchips que resultaría en la pérdida de su principal y más prometedor mercado, China, de crucial importancia para la competitividad de cualquier empresa o negocio….

En el imparable desarrollo militar chino ha tenido relevancia la cobertura aportada por el arma derrotada pero no destruida en la Guerra Fría, Rusia, con lo que, a diferencia de lo que le ocurrió en el siglo XIX, ha superado su fatal aislamiento para el enfrentamiento con las armas occidentales. Esta alianza ha sido clave igualmente para el arma rusa, pues su capacidad de destrucción nuclear planetaria incluiría la suya propia, mientras que su cooperación con China le ha permitido emprender una guerra convencional contra Ucrania conteniendo así el avance de las armas occidentales hacia su frontera.

El desarrollo de la actual alianza sino-rusa es una ilustración más de la esencia y manifestación del arma y de que los estados son armas -agresivas y en permanente desarrollo- y luego lo demás. Los dos países comunistas amigos que iban a liberar al mundo del mal, el capitalismo, y transformarlo en un paraíso, la URSS y China, fueron incapaces de cooperar, pese a que la URSS le ofrecía todo a China, menos el interés principal de China/Mao, que era la posesión y desarrollo de armas atómicas que le aportaran ‘más’ independencia. Mientras que la posterior cooperación de China con EEUU, al estar basada en su oposición mutua a la URSS, no generaba ese obstáculo. Y ahora sucede, al contrario, que, de nuevo, los que fueron enemigos, se unen para combatir al enemigo común. Esto es el mundo y esto es lo que nos espera de la relación de las armas y no algún tipo de destino figurativo o ideológico. En las relaciones de las armas o estados, a diferencia de las relaciones entre las personas, el propósito de daño prima sobre el de la cooperación, tal como citábamos en el post pasado a Kant en la Paz Perpetua que caracterizaba a las relaciones entre estados como el mal absoluto. Decía el intelectual franquista Giménez Caballero, entre otros ejemplos semejantes, que el principio básico de las relaciones internacionales es que tu vecino es tu enemigo y, por ello, en principio el vecino de tu vecino es tu amigo. Y ya quiero añadir aquí que es errónea la manida expresión de que no mata el arma sino la persona que la empuña, porque no es una decisión sino una necesidad destruir lo que, de otra manera, te destruye o, igualmente, priva de libertad -de tomar tu propia decisión.

Pese a que la maldad natural del arma (estado) es obvia y pese a toda la evidencia manifiesta en sus múltiples facetas, donde los humanos no somos más que carne de cañón de las armas grandes, cuyo ‘mérito’ no es valentía alguna sino su localización geográfica, los medios de información, servidores de los dioses, nos la ocultan, disfrazan y nos hacen confesar en las expresiones pueriles de buenos y malos (demócratas-autócratas, liberales-iliberales, etc.) o de fieles e infieles y nos hacen asumir nuestra imposibilidad o incapacidad de acabar con la guerra y la destrucción perpetua al tiempo que nuestra condición y necesidad de contribuir a ella.

Un arma es para matar a un otro concreto, como se manifiesta por la punta de la espada, de la bala, del misil, así como por adonde apunta y a quien amenaza. Por ejemplo, los países bálticos cuando formaban parte del bloque soviético apuntaban a Occidente, pero ahora apuntan, diseñan estrategias y contemplan como hacer el mayor daño posible a Rusia, un proceso de cambio que se da igualmente en Ucrania. No hay armas en sí sino armas concretas actuando por el mal y buscando incesantemente como causar más mal, y el objetivo al que ese mal apunta y amenaza lo sabe, y queda así forzado a responder de la misma manera y ambos hacen todo lo posible por reforzarse ad infinitum.

Y aún aceptamos esto como necesario, nos apuntamos a los buenos, rezamos, creemos en ideas, porque no podemos decirnos unos a otros todos que el arma es la causa primera y cierta de la discordia y de la amenaza de destrucción mutua, que precisamente impide cualquier tipo de arreglo en caso de conflicto e impide que podamos cooperar incluso para resolver problemas comunes como puede ser el deterioro del medio ambiente, la lucha contra el cambio climático, etc.

El problema es que todavía seguimos adorando a los dioses, tal como nos exige nuestra integración en un arma o estado y no nos está permitido utilizar el sentido común, por ser este humano; sufre igual de sed o hambre un colombiano que otra persona de otro país, pero los medios colombianos hablarán solo si los colombianos padecen o carecen, ¿no es una contradicción apelar a la humanidad, pero limitada al territorio de un arma? Y hoy, cuando tenemos la opción de plantearnos mutua y universalmente acabar y renunciar todos con el propósito objetivo de daño del arma, que nos queda ante los ojos de la cara, es necesario replantearnos nuestra relación como humanos y unirnos para poder proceder conjuntamente con el desmantelamiento de las unidades armadas o sistemas de sumisión jerárquica, lo que nos hará a todos dignos e iguales, y para ello proponemos a todos los humanos una Asamblea universal abierta y transparente fundante de esa Unidad o toma de decisiones incluyente.

Pero lo primero y más importante es comprender que esa unidad y esa Asamblea ha de resultar de la voluntad de las personas como tales en términos de igualdad, según corresponde a su misma capacidad de juicio, con la que precisamente se juzga y comprende el propósito objetivo malvado del arma, por la que tanto vale tu voluntad como la del rey o el presidente. Y liberados ya así primero del predominio del arma, de la unidad armada a la que pertenecemos, podemos proceder, porque si dejamos en manos de los que nos mandan esta cuestión, les ponemos en contradicción, pues ellos, según su tarea previa dada, están ahí para servir al arma, ya que la forma del arma entre los humanos es la jerarquía propia de la unidad armada, lo que no quiere decir que esas personas no tengan esa misma capacidad de juicio para contribuir como las otras o más desde las posiciones que ejercen, pero en la convocatoria a la unidad nuestros representantes estatales no son nuestros representantes, ni nosotros somos diferentes a las personas de las otras unidades armadas.

Desgraciadamente, los medios de comunicación o información son dependientes de los estados y, por tanto, dar a conocer la alternativa a la guerra es todavía difícil, pero no tan difícil como para no poder darla a conocer. Se trata de difundir la propuesta de unidad humana cuyo alcance es toda la Humanidad, lo que nos permitirá precisamente practicar la humanidad, que es tanto un sentimiento de empatía que remite a todos los seres humanos e incluso a los animales, el hecho de que no debemos y no queremos que otro, cualquiera que sea, sufra, pues podemos ponernos en su lugar y no desearle lo que no quisiéramos para nosotros mismos y desearle lo que quisiéramos para nosotros mismos, y ese sentimiento y conocimiento se sobrepone con naturalidad a cualquier otro y es real como lo vemos en el sufrimiento de la gente de Ucrania, Rusia, Yemen, Palestina, muchas partes de África…..viendo morir asesinada a su juventud, pero tenemos además que saber que es responsabilidad de todos, mía y tuya, y también que es responsabilidad de los que tenemos noticia de que la alternativa es la unidad humana salvarles ya.

Por ello, proponemos como símbolo de la unidad humana, de la paz humana, de la reconciliación y de la comunicación entre iguales el signo con la mano que ves en la imagen, un círculo formado por los dedos índice y pulgar, cuyo contacto manifiesta la voluntad de unir, así como el circulo representa la unión de toda la Humanidad. De modo que nos sirva o ayude a hacer la paz, especialmente entre los que no hablamos el mismo idioma o para hacer frente a los dioses que nos colocan uno encima de otro y uno frente a otro para que luchemos y nos matemos sin alternativa y quizás nos han dispuesto ya para la aniquilación final, ante la que este signo puede ser nuestra defensa.

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