FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DEL CONGRESO DE UNIDAD HUMANA
- 23, febrero, 2020
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Es muy interesante apreciar que tanto Confucio como Aristóteles manejan conceptos éticos semejantes, podría uno sospechar que se comunicaban. El principio de la Ética a Nicómaco es el Justo Medio y uno de los Cuatro Clásicos del Confucionismo, además de los Analectas, el Mencio y la Gran Enseñanza, es la Doctrina del Medio que expresa la misma idea que Aristóteles. El justo medio es la virtud, lo que la sociedad más valora, tanto al alabarlo como al fijar su precio, mientras critica o rechaza lo extremado.
Igualmente Confucio y Aristóteles distinguen dos tipos de justicia, la humana, que se basa en la capacidad que todos tenemos de ponernos en lugar del otro y, en consecuencia, de aplicar un criterio de igualdad con el que se obtiene lo justo o equitativo y el otro es la ley que depende del poder y sirve para establecer la desigualdad de rangos, los deberes, etc. en función de si uno es padre o hijo, mujer o marido, alto funcionario o bajo o nada funcionario, etc.
Contra esa legalidad que impera y que lleva a unos a disfrutar de todo y a una inmensa mayoría quedar a sus expensas y a su servicio alzó su voz Mozi apelando a una completa equidad o justicia humana señalando al tiempo que su condición era la universalidad o la completa convivencia humana, pues “la causa de las calamidades del mundo es la parcialidad” o la toma de decisiones exclusiva, punto con el que Confucio estaba de acuerdo, pero el Confucianismo, por boca de Mencio, respondería a Mozi que no hay sociedad sin estado y su propuesta era un estado central benevolente alrededor del cual giraria todo.
La propuesta de Mozi era una simple idea, no se podía establecer un sistema de decisiones inclusivo en un mundo desconocido, incomunicado y habitado por desconocidos. Hoy día, sin embargo, la toma de decisiones inclusiva, en ese sentido al menos, es posible.
Y a este respecto podemos también referirnos a la idea del “bien universal” de Platón, a la que critica Aristóteles en el comienzo de su Ética como irreal señalando que, por ejemplo, no tiene un antes y un después, tal como precisamente caracteriza a las cosas reales. Hoy podemos responder a Aristóteles que el bien universal, el que refiere al conjunto de las personas que viven en el mundo, tiene un antes y un después que se expresa, por ejemplo, en que una propuesta (universal), una vez hecha pública, puede ser mejorada por una persona distinta a la que hizo la propuesta universal inicial, de modo que es el bien universal y además sufre o puede sufrir modificación.
En el siglo XVIII y XIX, una vez el mundo estaba enteramente descubierto, comenzaron a darse intentos de acabar con la guerra mediante la universalización. Así. cuando le pidieron a Rousseau que explicase por qué el proyecto de paz perpetua del abad de Saint Pierre que proponía una Confederación de estados para someterse entre todos al arbitrio de la ley en lugar de seguir usando la violencia para resolver sus disputas no obtuvo atención alguna por parte de los príncipes y líderes políticos pese a sus absolutamente evidentes beneficios para todos incluidos los mismos príncipes, el ginebrino señaló que los príncipes y funcionarios tenían su cargo para hacer la guerra tanto a sus enemigos como a sus súbditos por lo que les era imposible considerar la paz en tanto que al tiempo, en realidad, les inhabilitaba como líderes. La paz no era, por tanto, una decisión que ellos pudieran tomar.
En este punto lo que nos interesa es poner nuestra atención en lo qué hace que los funcionarios hagan la guerra tanto al enemigo como a su propio pueblo y lo primero que podemos decir es que el sistema de justicia humana o equidad que señala Aristóteles siempre es voluntario, un contrato, un préstamo, una hipoteca, dice, son tratos que se aceptan solo si uno quiere y además después de saber las partes claramente las condiciones del acuerdo. De modo que no se necesitan especialistas, líderes o jueces para juzgarlo, cualquier persona puede hacerlo usando el sentido común, como hacía Sancho en Barataria. ¿Para qué entonces los políticos?
Ahora bien, la legalidad declara los rangos pero no el fin de estos, simplemente su superioridad jerárquica y las consecuencias de esta. Y la causa de ello es que, dado que el objeto del estado es hacer la guerra, su objeto es dañar al enemigo y, por tanto, le tiene que engañar o, al menos, no le puede exponer sus propósitos, lo que implica también que tampoco puede revelar sus fines o propósitos a sus subordinados, lo que pone a los políticos de perfil y nos pone a todos en la situación en la que estamos; ya vivimos en la globalización tal como se requería en la visión de Mozi e implicitamente en Aristóteles y, sin embargo, no somos capaces de establecer la justicia humana.
Pero todo esta ya visto y previsto, por eso el capítulo final de la Paz Perpetua de Kant, el Apéndice II, titulado “Sobre la Armonía de la Política y la Moral según el concepto de derecho público” se resume así: la condición del derecho si se elimina todo contenido en él es la publicidad. Si una propuesta no puede ser publicada porque al hacerse pública alguien tomará medidas en su contra, ya tenemos una prueba de su injusticia (como veíamos antes el propósito de daño era el motivo de la necesidad del engaño). Lo que no quiere decir que poder publicarla sea tampoco una prueba de su justicia, pues el que tiene un poder decididamente superior no necesita ocultar sus intenciones aunque sean injustas; como por ejemplo perjudicando a otro país por no respetar los derechos humanos (propiamente derechos políticos), aunque sea el mismo país que acusa, quien presionando o perjudicando al otro, es causa o al menos contribuye mucho a deteriorar esos derechos.
Pero, finalmente, dice Kant, nos queda el concepto transcendental de derecho público, único capaz de armonizar la política y el derecho y lo expone así: “aquella propuesta que solo tiene necesidad de publicidad para alcanzar su fin está de acuerdo tanto con el derecho como con la política”. “porque está de acuerdo con el fin universal del público que es la felicidad, la tarea propia de la política”.
En efecto, a ese principio nos acogemos para convocar el Congreso abierto y transparente de unidad humana que hemos propuesto al Ayto de Madrid y estamos pendientes, expectantes y esperanzados de su respuesta. Nuestra propuesta (pública y universal) es como sigue: Adoptemos un sistema de toma de decisiones inclusiva -la unidad humana- porque de este modo trataremos solamente de beneficiarnos y evitamos el propósito de dañarnos que es consecuencia de la toma de decisiones parcial.
Inclusivo significa que las propuestas sean abiertas y transparentes, como la anterior, esto es; que su fin sea expuesto de modo que cada persona pueda mejorarlo, señalar lo que le parezca inadecuado o simplemente aceptarlo como propio, tal como es de esperar suceda universalmente con la propuesta anterior fundante de las demás y de la convocatoria del Congreso que nos hacemos así unos a otros todos.
*En este texto no doy referencia de las citas o referencias generales a los filósofos, pero quedo a disposición del lector para hacerlo.