LA SALUD ES UN DERECHO HUMANO

  • 21, marzo, 2020
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Queridos amigos,

El primer deseo es salud.

Hoy que nos falta por esta crisis humana. Situación que nos concierne a todos y ante la que, sin embargo, no reaccionamos conjuntamente, pues carecemos de mecanismos de cooperación según se nos muestra necesario para nuestra salud y seguridad básica.

Y también compartir una historia que os entretenga e ilumine.

Es la historia del deseo de compartir, del deseo cosmopolita. Aunque hubo antiguos cosmopolitas, su pensamiento no llegó a consolidarse en una propuesta ni en una alternativa. Sin embargo, tras la muerte de Sócrates, la civilización siempre ha querido compartir, tal fue el impacto que este hombre que nada escribió causó sobre nosotros.

Lo sabemos por Platón, quien en la Apología o relato de la condena y muerte de Sócrates, pone en su boca:

“Escuchadme, entonces. Y mientras quizás le parezca a algunos de vosotros que estoy bromeando, estad seguros que os voy a decir toda la verdad. Porque yo, hombres de Atenas, he adquirido esta reputación debido a nada más que a cierta sabiduría. ¿Qué clase de sabiduría es esa? Bastante probablemente es sabiduría humana. Hay muchas posibilidades de que yo, en efecto, tenga esa clase de sabiduría, mientras que esos personas de los que os he ido hablando quizás pudieran ser sabios de una sabiduría más que humana –o yo no sé cómo debo nombrarla, pues yo no la tengo” 20 d,c)

A ver, ¿entonces ese tal Apolo tira flechas a los que él castiga, o le pide Zeus que castigue, y mueren, no? ¿Cómo sabes o dices eso? pues yo no he visto algo que me lo manifieste o indique? Que la gente muere, sí, pero las flechas no las he visto…., así me imagino a Sócrates preguntando esta y semejantes impertinentes preguntas a esos con los que dice haber hablado. Tal como le pedían los comerciantes toledanos a don Quijote algún retrato, aunque fuese muy pequeño, de Dulcinea como para confesar que era la más hermosa.

Pues, esa chulería de Sócrates le cuesta la vida

¿Qué pasa? ¿Qué los que lo acusaron y condenaron eran muy malos? ¿Por qué les importaba tanto si creía o no creía? Lo añaden en la acusación; porque corrompía a la juventud. Así es, la juventud ha de creer, confesar, afirmar y defender sin ver ni saber para así luchar ciegamente. Circuló incluso un rumor, una historia que achacaba a la ‘desvergüenza’ de Sócrates que había tenido una mala influencia en la indisciplina de la expedición de los atenienses a Sicilia que resultó en una terrible derrota y que, a la postre, les abocaría al fracaso en la guerra del Peloponeso.

Si, amigos, nuestros líderes, nuestros mayores, otras personas de nuestra comunidad en general tienen información específica y preocupaciones de seguridad que no pueden compartir, hacer pública, nuestros periódicos o medios solo tratan de economía, de propaganda, y no pueden tratar de asuntos que no pueden desvelarse, ¿Cómo podría desvelarse lo que implica perjudicar a otros, tal como todo lo relacionado con el armamento y las estrategias? Entonces, ¿qué hacer sino usar despotismo, como decía Rousseau, exigirles fidelidad haciéndoles confesar lo que no ven? Pues la guerra y el despotismo son lo mismo, añadía; no puede ser público porque trata de dañar o otros seres humanos.

Con Sócrates se descubre el pastel; la guerra con los otros requiere la estupidez propia. Sí, así es, los subordinados operan –se hacen máquinas- mediante la ignorancia. Es entonces cuando compartir se convirtió en un deseo que va desde los seguidores de Sócrates, cínicos, estoicos, epicúreos a los monoteístas…..todos quieren compartir, ser cosmopolitas. Y lo mismo, aún antes, los moístas en China.

Los filósofos por excelencia en ambos lugares, Aristóteles y Confucio, comparten conceptos. Ya es asombroso que uno de los cuatro clásicos del confucianismo se llame el Justo Medio, y la Ética a Nicómaco de Aristóteles es también la doctrina del Justo Medio apelando al mismo concepto, pero no es tan asombrosos lo que es simple sentido común humano, así en Oriente como en Occidente; ambos, Confucio y Aristóteles distinguen entre dos conceptos de justicia, el humano, el que menciona arriba Sócrates, que es la base de la igualdad, la capacidad que tenemos todos de ponernos en lugar del otro y que está a la base de la Regla de Oro, trata al otro como quieres que te traten a ti, y la Regla de Plata, no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti, o la equidad según Aristóteles expuesta en el Cap V, el más importante de la Ética a Nicómano, lo que llama también justicia (fairness en inglés), que incluye la publicidad, transparencia y libertad (Firmas un acuerdo si quieres y después de tener claro a lo que te comprometes). Mientras que, por otro lado, está la jerarquía confuciana o la legalidad o legalidad (lawfulness en inglés) aristotélica, otra forma de justicia, la ‘distributiva’, la de los rangos.
Y la jerarquía incluye o implica un conocimiento superior al humano, ya sobrenatural, ya ‘histórico’, etc. que nos diferencia de los otros, por tanto no puede depender del sentido común que todos los humanos poseemos o se puede contrastar con la experiencia, sino que exige confiar en otros, ponerte a su merced.

Pero la epidemia del corona virus es equitativa y nos pone ante la realidad que es una y la misma para todos, aquella por la que clamaba Sócrates, una que iguala la humanidad de cada persona y la Humanidad como el conjunto de los seres humanos.

Pues esta epidemia, aunque la vencemos aislándonos en la práctica, lo conseguiremos porque lo hacemos unidos, es decir, coordinando ese aislamiento. Otra forma de hacerlo es incorrecta, insuficiente, insatisfactoria, y para ello es preciso despertar el deseo de compartir, el deseo cosmopolita tal como sucedió con la muerte de Sócrates, que la encontró tan bella siendo viejo al manifestar tan buena voluntad por no tener otro propósito, aún incluso comprendiendo las buenas razones de sus acusadores.

La razón la expone bien Mozi; la llama Voluntad del Cielo, que no ve justo o posible que alguien o algunos puedan ser felice o pretenderlo si no lo somos todos.