Pensemos, nos figuremos o nos cuenten lo que sea, la incontestable realidad es que no solo es odioso sino absurdo e imposible que alguien acepte, consienta y, si le es posible, no reaccione con violencia para evitar ser dañado, herido, muerto o, igualmente, amenazado y, por tanto, privado de poder decidir por sí mismo.
Por lo tanto, no solo no podemos querer, ignorantes e hipócritas, la paz y al tiempo estar empleando y contribuyendo a la violencia, tampoco deberíamos quejarnos por el daño que sufrimos, pues en ese sentido nos lo hacemos nosotros a nosotros mismos.
Dice Mòzi (Gran Ilustración, Da Qu, 5) que el mal (esto es, la violencia) es lo que no se puede evitar y, en efecto, para hacer la paz no necesitamos decir ni que nos digan lo que es la paz, que, por cierto, tiene diferente significado según diferentes lenguas (سلام (salam), мир (mir), Friede, 和平 (heping), etc.), pues todos sabemos que la amistad, la concordia, la cooperación, la igualdad…, todo eso que excluye la violencia es la paz, así de simple.
Para hacer la paz –“sin la que no puede haber bien ninguno”, como dice Cervantes- lo que necesitamos es demostrar que es posible, que está a nuestro alcance. Y, en efecto, la paz es ahora posible porque en nuestro tiempo la podemos hacer todos juntos. Podemos preguntar públicamente a cada uno y a todo el mundo sin excepción si está dispuesto a no ejercer violencia en el caso de que todos los demás sin excepción estén dispuestos a ello también, y obtendremos unanimidad pública seguro; sucede que del mismo modo que la causa de la violencia es la violencia, la condición de la paz es la universalidad.
Los amigos de la Humanidad somos y seremos constantes, pacientes pero firmes en persuadir, demostrar y hacer entender a los enemigos de la Humanidad que de una manera maravillosa y admirable, casi misteriosa, el mal o el bien son universales, el daño a los otros es realmente daño a uno mismo y el bien es real solo si lo es para todos, pues esa condición es la que nos hace humanos, lo que implica una justicia tal que no permite que a unos les vaya bien mientras que a otros les va mal. Y este, podemos decir, es un principio cósmico. (El amor parcial no es amor, es el de los ladrones y atracadores, que roban y matan a otros para beneficiar a los suyos. El amor parcial no se puede llamar amor, pues fuerza, violenta, a tomar partido al que se dice amar, por lo que se le perjudica ¿Qué amor podría ser ese? Mòzi, XI, Xiao Qu, Ilustración Menor, 7)
Los más influyentes pensadores de los siglos pasados no tienen hoy ya vigor; Confucio y Aristóteles (Herranz, Xu, 2023) señalaban que el bien o beneficio solo podía ser privado, pero no porque negaran la posibilidad del bien, sino porque en un mundo incierto e ignoto y de límites desconocidos (algo que ya señala Mòzi en El Canon y las Explicaciones B, 74 a 76), el bien no se podía compartir universalmente y el mal, la privación, era, por tanto, generalizada, universal.
Hoy la toma de decisiones humana incluyente que evita y previene el daño y lleva a la comunidad humana es obviamente posible, el problema real que encaramos es la dureza y estolidez, pues, pese a que se habla de democracia, de derechos humanos y de todo lo demás, sin fuerza no se permite la conversación, el diálogo, y la gestión pública es en buena medida prevenir la cuestión pública; aun contando con sobrada referencia y experiencia histórica y sólidas argumentaciones de todo tipo, no podemos salir del vacío que se hace a la no violencia y no logramos hacer pública la pregunta por la renuncia a la violencia -por eso hay hoy violencia.
Anexo:
Un error común en el que los humanos caemos es no percibir que la violencia no tiene otra causa que la violencia debido a que nuestro modo de pensar es analógico, es decir, pensamos poniéndonos en lugar de otras personas (o, incluso, en lugar de una persona abstracta que nos hace entender el fin de los objetos y de las cosas) pero el estado no es una persona, es una unidad armada, su actividad es la violencia, su vida es la guerra, como dice Sunzi en la primera línea del Arte de la Guerra, mientras que la actividad de la persona es mucho más diversa que eso, los humanos, como el resto de los seres vivos, nos adaptamos al entorno lo mejor que podemos.
Y la consecuencia de ese pensamiento analógico es que nos engañamos a nosotros mismos buscando algún sentido (humano o humanizante) a la violencia y así se ha venido a atribuir esa causa a la propiedad privada que sería consustancial al ser humano por la misma y simple condición por la que estamos divididos en cuerpos separados. Sin embargo, la propiedad privada es realmente contradictoria con el ser humano, pues el ser humano necesita cooperar, ya que de otro modo no podría siquiera sobrevivir y es obvio que nos conviene que a todos les vaya bien y todos produzcan mucho de todo. Sin embargo, son solo las diferentes armas o unidades armadas las que no pueden cooperar para no ayudar a la otra arma a que progrese, como lo vemos en el día a día de las noticias, y es el arma, según esa misma condición, la que genera la propiedad privada y explota y usa los recursos sin límite alguno (veánse las más recientes cifras para defensa de los diversos países en todo el mundo) -cuando la propiedad privada es realmente un obstáculo y una limitación para el progreso de todos y va en contra nuestra conveniencia general y común.
Otra cosa es que alguien me hurte o me viole (que sería una cuestión acaso policial), pero incluso aquí hablaríamos ya de violencia que genera violencia y precisamente sobre la suspensión y renuncia a la violencia de todos es de lo que hablamos ahora y sobre el asunto sobre el que tenemos que preguntarnos unos a otros, ya que eso es hacer la paz, que se fija con la toma de decisiones incluyente.