Carta al Pte Sánchez

Estimado presidente, Sr. Pedro Sánchez,

Me permito dirigirme a usted en relación con su inminente viaje a la República Popular China, donde abordará usted con el presidente chino su propuesta de paz para Ucrania.

Mi nombre es Manuel Herranz y soy presidente del Movimiento de Unidad Humana, HUM, y también estudioso de China; soy traductor de alguno de sus clásicos y fui fundador y director de la oficina del Instituto Complutense de Asia en Pekín en los 90 y recientemente he sido director de Estudios chinos en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales, ICEI.

Detener el actual genocidio estudiando seriamente el plan de China y al tiempo contribuir a estabilizar el mundo alejando un escenario que se cierne de guerra fría mundial o, peor, caliente no debe escatimar ningún esfuerzo y el principal es dialogar y entenderse.

En el plan de paz presentado por China hay acuerdo generalizado, creo que incluso también por parte de Rusia, sobre la necesidad de respetar la autonomía y decisiones de cada país dentro de sus fronteras, según la regulación internacional más elemental y como está establecido expresamente en la carta de la ONU, algo que ha sido violado por Rusia al intervenir en Ucrania. Sin embargo, el punto de desencuentro en el que nos encontramos está en el requerimiento de China, y de Rusia, de acabar con la “mentalidad de la Guerra Fría”, en referencia a la acción expansiva de la alianza militar del Atlántico Norte, la OTAN, fundada para hacer frente al Pacto de Varsovia, actualmente disuelto.

Tanto la UE como la OTAN son instituciones al servicio de las democracias frente a los regímenes autoritarios -y por eso precisamente no se consideró en su día la posibilidad, y creo incluso que la solicitud o por lo menos acercamiento, de la integración de Rusia en ellas tras la disolución del bloque del Este.

La coalición de las democracias basa sus valores, y lo que consideran su virtud y supremacía moral, principalmente en el pensamiento de Kant, el cual, en su obra la Paz Perpetua, establece que la vía para alcanzar la paz permanente o perpetua es la confederación de los estados con la condición de que sean republicanos, algo que actualmente se refiere a la condición de demócratas.

Este pensamiento de Kant requiere una nueva revisión y reflexión seria, sincera y pública. Kant se refiere a repúblicas (o democracias) como aquella forma de gobierno en el que la toma de decisiones es pública, se somete al juicio de la razón o entendimiento de los ciudadanos, en contraste con los sistemas autoritarios, donde las decisiones surgen de la voluntad de su líder. Veámoslo con precisión y detalle.

Dice Kant (en cursiva):

Primer artículo definitivo de la paz perpetua.

La constitución política debe ser en todo Estado republicana

Y en él inmediatamente señala que la constitución republicana “nace del concepto de derecho”, y del concepto de derecho dice en el Anexo II, titulado: De la armonía entre la política y la moral, según el concepto trascendental del derecho público:

“Si en el derecho público prescindimos de toda «materia» -sólo nos quedará la «forma de la publicidad», cuya posibilidad está contenida en toda pretensión de derecho. Sin publicidad no habría justicia, pues la justicia no se concibe oculta, sino públicamente manifiesta; ni habría, por tanto, derecho, que es lo que la justicia distribuye y define.”

Tanto los estados democráticos como los autocráticos lógicamente publican sus disposiciones y leyes, aquello que deciden e imponen a sus ciudadanos, pero lo que caracteriza el derecho es la publicación de su máxima o propósito, de modo que uno puede saber si apoya la decisión o no y solo así puede el ciudadano decidir libremente como se pretende. Y continua:

Si prescindimos, pues, de todo el contenido empírico que hay en el concepto del derecho político y del derecho de gentes, hallamos la proposición siguiente, que bien puede llamarse «fórmula trascendental» del derecho público: «Las acciones referentes al derecho de otros seres humanos son injustas, si su máxima no admite publicidad.»

Como vemos no se puede realmente pretender que ningún estado revele sus máximas, pues los estados son (también, al menos) armas o unidades armadas y sería contradictorio con el fin de estas revelar su propósito de daño (a los otros), ya que sería como advertirles, y que no se dejen hacer daño cuando lo que se pretende es hacérselo.

Creo que no necesito decir más ya sobre la contradicción de los estados y sobre supuesta superioridad de las democracias previa a la Confederación, pues los estados, como unidades armadas que son y, ciertamente, sin las que no podrían existir, no son ni pueden ser los sujetos de la razón ni de la justicia, según nos acaba de manifestar claramente este análisis teórico incontestable y sin cambiar una coma de lo que Kant dice. Por eso Kant establece una serie de condiciones preliminares para la paz perpetua, de no menor importancia que las definitivas, que no se cumple ninguna, y una de ellas es la eliminación de los ejércitos permanentes.

Pero aún nos aclara y nos facilita la paz más:

“La astuta conducta de una política tenebrosa quedaría completamente anulada por la publicidad de sus máximas si se atreviera al mismo tiempo a permitir que el filósofo diera también las suyas a la publicidad.

En tal sentido, me atrevo a proponer otro principio trascendental afirmativo del derecho público. Su fórmula sería la siguiente: «Todas las máximas que necesiten la publicidad para conseguir lo que se proponen concuerdan a la vez con el derecho y la política reunidos.»

Pues si sólo por medio de la publicidad pueden alcanzar el fin que se proponen es porque concuerdan con el fin general del público: la felicidad; el problema propio de la política es ése: conseguir la felicidad del público, conseguir que todo el mundo esté contento con su suerte. Si, pues, ese fin se consigue por medio de la publicidad de las máximas, disipando toda desconfianza en ellas, es que estas máximas armonizan con el derecho del público, que constituye la única posible base para la unión de los fines particulares de todos. Dejemos para otra ocasión el desarrollo de este principio;

La ocasión para el desarrollo de este principio es precisamente esta. Y esta es mi propuesta:

La paz es el desarme, pues, como bien nos dice Cervantes, “que lo mesmo es decir armas que guerra”, y la unidad, como vieron claramente los cosmopolitas de Oriente y de Occidente sin comunicación alguna entre ellos, es la paz, pues la simple unidad es lo mismo que el desarme y no política particular alguna. Ya que la causa del arma es otra arma, así como la causa de la violencia (sostenida) es la violencia y no otro posible motivo, pues la violencia es lo peor para la humanidad, por eso la unidad en si misma hace a las armas inútiles, redundantes.

Mientras que, por otra parte, el desarme solo puede ser universal, pues un desarme unilateral o parcial es rendición; es decir, igualmente servicio al arma, solo que, a otra. Por lo que la universalidad nos asegura que la unidad o desarme no solo no debe resultar en detrimento de nadie, sino que ni siquiera puede.

Y solo las armas son para dañarnos, el resto de los objetos, cosas y actividades tienen todas por fin el servicio y la potenciación del ser humano.

Ahora, China nos habla permanentemente de ese concepto cosmopolita, pues el concepto de humanidad esta en las venas de su filosofía, de lo que soy testigo y doy fe plenamente, y así el gobierno chino constantemente nos convoca a “un destino compartido de la humanidad”, a “un sistema de seguridad común”, y otras expresiones semejantes. Y ahora es cuando Occidente puede contribuir a esa visión precisamente con el concepto de democracia, o de república, pero no según la que vivimos ahora sino ligada al concepto de publicidad según la sueña la Ilustración y Kant particularmente tal como hemos visto arriba y así vemos que ambas visiones nos llevan a la convocatoria de un Congreso mundial abierto y transparente de Unidad Humana o Desarme.

Nuestra asociación, HUM, ya tuvo un acuerdo con el equipo de Manuela Carmena en el ayuntamiento de Madrid en 2018 para la convocatoria de tal congreso para el 2020, pero las elecciones municipales y la pandemia posterior debilitaron y eliminaron nuestro vínculo con el ayuntamiento y es hora de revisarlo y proponerlo de nuevo para el establecimiento de la paz humana. Se trata de

  • Un Congreso abierto y transparente de unidad humana o desarme, que es lo mismo, que tendría lugar en algún lugar concreto y con participantes concretos, pero retransmitido online a todo el mundo y tendría un carácter de actividad humana global.
  • El Congreso asume responsabilidad por la seguridad humana común, es decir, donde el daño o el peligro de daño de uno concierne a todos.
  • Este Congreso comienza a legislar usando e implementando un sistema de toma de decisiones incluyente, cuya consecuencia ineludible es que de inmediato se evita y previene el propósito de daño (las armas) y el daño mutuo (la guerra) de modo que se coopera sólo para el bien común.
  • Y su garantía es precisamente su publicidad (la transparencia, apertura, inclusividad y registro de todo el proceso) de toma de decisiones, así como con la condición de unanimidad de todas las personas, no ya de los estados, para toda resolución.
  • Como he mencionado arriba, salvo las armas que nos dividen y nos llevan a trabajar unos contra otros el resto de las cosas y actividades son todas para servirnos y cualquier avance es un avance para toda la humanidad, solo hace falta definir las prioridades de seguridad común desde ese congreso, mientras el resto de las decisiones son subsidiarias, si bien siempre públicas que es lo que las hace igualmente inclusivas.

Sin embargo, la convocatoria del Congreso no es suficiente para la paz, pues mientras las armas se mantienen divididas y así sin control y sin garantías, la inseguridad de cada uno se mantiene y los intereses contrapuestos mantienen su inercia, de modo tal que aunque el Congreso o Asamblea se convoque y celebre los participantes seguirán buscando su seguridad por encima de todo y a expensas de los otros.

Por eso, hasta la celebración del Congreso yo, Manuel Herranz Martin, ofrezco mi servicio como mando sobre todas las armas (o fuerzas armadas o unidades armadas) del mundo y requiero el reconocimiento de todos -condicionado el reconocimiento de cada uno, por supuesto, al de todos los demás. Con este mando, no me propongo ni me cabe actividad alguna, pero este es el único medio de lograr la paz, el desarme, sin hacer, imponer (forzar) nada a nadie, pues si se forzase, tal como actualmente hace la política, ya no sería paz ni llevaría a la paz, así como sería absurdo y contradictorio para ese mando único forzarse a sí mismo, que es en lo que resultaría cualquier actividad suya.

Esta idea por descabellada que nos pueda parecer en Occidente, y que quizás los mismos chinos han olvidado, es una concepción viejísima y constante del pensamiento chino antiguo, tanto del confucianismo como del taoísmo, la del que hace todo sin hacer nada, porque su punto de referencia es la contradicción humana, el poder, realmente el arma. Invito a la lectura, que se puede dar como referencia al presidente chino, del primer capítulo del Mencio para referencia. Mencio fue a ver al rey Xiang de Liang. “Me preguntó de pronto: ¿Cómo puede el mundo ser puesto en orden? Yo le contesté: Será puesto en orden mediante la unidad. ¿Quién puede unificarlo? Me preguntó él. Y yo le dije: El que no tiene placer en matar gente. ¿Y quién puede entregárselo a este? Volvió a preguntar. Yo le dije: Nadie en todo el mundo rehusará dárselo…)

Lo principal aquí es que la obvia, lógica e inmediata consecuencia del mando único es el alto el fuego en Ucrania y en otras partes del mundo, al igual que ese mando detiene el desarrollo armamentístico y las estrategias de los estados -generando inmensa cantidad de fondos y recursos ahora dedicados a las armas y, lo principal: el desarme y la construcción de la comunidad humana que lleva a cabo el Congreso resulta entonces no solo posible sino lo conveniente y necesario.

No quiero ocupar más espacio aquí ni hay tiempo ahora para más, me pongo a su disposición para aclarar y detallar lo que se precise y se me requiera.

Le ruego gestione esta propuesta como mejor considere, pues una vez que se conoce que el genocidio tiene alternativa, se asume responsabilidad por ello.

Deseándole éxito en su viaje y todo lo mejor

Le saluda cordialmente

Manuel Herranz Martín

Las armas y la paz

«Que es lo mesmo decir armas que guerra»

¿Por qué hay guerra? Porque los estados no solo deciden por separado y consideran exclusivamente el interés de su parte y desconsideran el de los otros, lo que les lleva lógica e ineludiblemente a la confrontación, sino que, sobre todo, están forzados a menoscabar o incluso destruir al otro, pues son unidades armadas, y el arma del otro es específicamente para destruirnos a nosotros, y esa es nuestra prioridad y urgencia ya que su arma, al igual que la nuestra, no se produce ni se proyecta ni implica una estrategia generalizada sin criterio o sin ton ni son, sino que busca siempre causar el mayor mal o daño posible, pues ese es el objeto del arma.

Y más aún, por lo que respecta al aspecto personal o humano ya nos puede el estado contar lo que quiera, o nos figuremos o pensemos lo que sea, la incontestable realidad es que no solo es odioso sino absurdo e imposible que alguien acepte, consienta y, si le es posible, no reaccione con violencia para evitar ser dañado, herido, muerto o, igualmente, amenazado y, por tanto, privado de poder decidir por sí mismo.

¿Qué nos pasa? El ser humano encontró el arma en la naturaleza y su adaptación a ella es su integración en una unidad armada, pues el arma se percibe como amenaza inminente (de muerte) que sólo puede ser evitada con la rendición (entrega) o incorporación en el arma, pues, a su vez, solo así se puede resistir a otra arma.

“Sin paz (desarme) no puede haber bien alguno”

Por eso, yo, Manuel Herranz Martin, asumo y reclamo el mando sobre todas las armas del mundo y requiero el reconocimiento de todos porque este es el único medio de lograr la paz, el desarme, sin imponer (forzar) nada a nadie, ya que la causa del arma es otra arma y la causa de la violencia es la violencia y no motivo alguno.

Al tiempo convoco un Congreso abierto y transparente de Desarme, que, consecuentemente, es también de Unidad Humana. El Congreso asume responsabilidad por la seguridad común humana y usa y fija un sistema de toma de decisiones incluyentes con lo que evita y previene el propósito de daño y cuya seguridad queda garantizada por la publicidad (transparencia, inclusividad, y registro de todo el proceso) de la toma de decisiones y la condición de unanimidad en toda resolución.

“Quítenseme de delante los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas; que les diré, y sean quien se fueren, que no saben lo que dicen”

En el pasado la toma de decisiones inclusiva como medio para paz era inviable debido al desconocimiento e incomunicación de los seres humanos, pero el obstáculo que encaramos hoy es que las decisiones están lógicamente subordinadas al arma y nuestra prioridad y urgencia sigue siendo la destrucción del otro, por ese motivo, la convocatoria del Congreso que asume responsabilidad por la seguridad humana y fija un sistema de toma de decisiones incluyente no es suficiente sin un previo mando único sobre las armas. El mando único, lógicamente y de inmediato, genera el alto el fuego, detiene el desarrollo armamentístico y las estrategias de los estados, pero más aún; hace no solo posible sino conveniente el desarme y la construcción de la comunidad humana.

El jueves 23 presentaré mi ponencia “Reflexiones sobre el discurso de las armas y las letras en el Quijote”, en la Universidad de Alcalá de Henares, donde se celebran las XVI Jornadas Internacionales de Hispanismo Filosófico con el título: Filosofías de la paz y crítica de la guerra en Iberoamérica. Lo resumo aquí, pues creo que debe ser publicado aquí primero.

 

 

UBUNTU

Pensemos, nos figuremos o nos cuenten lo que sea, la incontestable realidad es que no solo es odioso sino absurdo e imposible que alguien acepte, consienta y, si le es posible, no reaccione con violencia para evitar ser dañado, herido, muerto o, igualmente, amenazado y, por tanto, privado de poder decidir por sí mismo.

Por lo tanto, no solo no podemos querer, ignorantes e hipócritas, la paz y al tiempo estar empleando y contribuyendo a la violencia, tampoco deberíamos quejarnos por el daño que sufrimos, pues en ese sentido nos lo hacemos nosotros a nosotros mismos.

Dice Mòzi (Gran Ilustración, Da Qu, 5) que el mal (esto es, la violencia) es lo que no se puede evitar y, en efecto, para hacer la paz no necesitamos decir ni que nos digan lo que es la paz, que, por cierto, tiene diferente significado según diferentes lenguas (سلام (salam), мир (mir), Friede, 和平 (heping), etc.), pues todos sabemos que la amistad, la concordia, la cooperación, la igualdad…, todo eso que excluye la violencia es la paz, así de simple.

Para hacer la paz –“sin la que no puede haber bien ninguno”, como dice Cervantes- lo que necesitamos es demostrar que es posible, que está a nuestro alcance. Y, en efecto, la paz es ahora posible porque en nuestro tiempo la podemos hacer todos juntos. Podemos preguntar públicamente a cada uno y a todo el mundo sin excepción si está dispuesto a no ejercer violencia en el caso de que todos los demás sin excepción estén dispuestos a ello también, y obtendremos unanimidad pública seguro; sucede que del mismo modo que la causa de la violencia es la violencia, la condición de la paz es la universalidad.

Los amigos de la Humanidad somos y seremos constantes, pacientes pero firmes en persuadir, demostrar y hacer entender a los enemigos de la Humanidad que de una manera maravillosa y admirable, casi misteriosa, el mal o el bien son universales, el daño a los otros es realmente daño a uno mismo y el bien es real solo si lo es para todos, pues esa condición es la que nos hace humanos, lo que implica una justicia tal que no permite que a unos les vaya bien mientras que a otros les va mal. Y este, podemos decir, es un principio cósmico. (El amor parcial no es amor, es el de los ladrones y atracadores, que roban y matan a otros para beneficiar a los suyos. El amor parcial no se puede llamar amor, pues fuerza, violenta, a tomar partido al que se dice amar, por lo que se le perjudica ¿Qué amor podría ser ese? Mòzi, XI, Xiao Qu, Ilustración Menor, 7)

Los más influyentes pensadores de los siglos pasados no tienen hoy ya vigor; Confucio y Aristóteles (Herranz, Xu, 2023) señalaban que el bien o beneficio solo podía ser privado, pero no porque negaran la posibilidad del bien, sino porque en un mundo incierto e ignoto y de límites desconocidos (algo que ya señala Mòzi en El Canon y las Explicaciones B, 74 a 76), el bien no se podía compartir universalmente y el mal, la privación, era, por tanto, generalizada, universal.

Hoy la toma de decisiones humana incluyente que evita y previene el daño y lleva a la comunidad humana es obviamente posible, el problema real que encaramos es la dureza y estolidez, pues, pese a que se habla de democracia, de derechos humanos y de todo lo demás, sin fuerza no se permite la conversación, el diálogo, y la gestión pública es en buena medida prevenir la cuestión pública; aun contando con sobrada referencia y experiencia histórica y sólidas argumentaciones de todo tipo, no podemos salir del vacío que se hace a la no violencia y no logramos hacer pública la pregunta por la renuncia a la violencia -por eso hay hoy violencia.

Anexo:

Un error común en el que los humanos caemos es no percibir que la violencia no tiene otra causa que la violencia debido a que nuestro modo de pensar es analógico, es decir, pensamos poniéndonos en lugar de otras personas (o, incluso, en lugar de una persona abstracta que nos hace entender el fin de los objetos y de las cosas) pero el estado no es una persona, es una unidad armada, su actividad es la violencia, su vida es la guerra, como dice Sunzi en la primera línea del Arte de la Guerra, mientras que la actividad de la persona es mucho más diversa que eso, los humanos, como el resto de los seres vivos, nos adaptamos al entorno lo mejor que podemos.

Y la consecuencia de ese pensamiento analógico es que nos engañamos a nosotros mismos buscando algún sentido (humano o humanizante) a la violencia y así se ha venido a atribuir esa causa a la propiedad privada que sería consustancial al ser humano por la misma y simple condición por la que estamos divididos en cuerpos separados. Sin embargo, la propiedad privada es realmente contradictoria con el ser humano, pues el ser humano necesita cooperar, ya que de otro modo no podría siquiera sobrevivir y es obvio que nos conviene que a todos les vaya bien y todos produzcan mucho de todo. Sin embargo, son solo las diferentes armas o unidades armadas las que no pueden cooperar para no ayudar a la otra arma a que progrese, como lo vemos en el día a día de las noticias, y es el arma, según esa misma condición, la que genera la propiedad privada y explota y usa los recursos sin límite alguno (veánse las más recientes cifras para defensa de los diversos países en todo el mundo) -cuando la propiedad privada es realmente un obstáculo y una limitación para el progreso de todos y va en contra nuestra conveniencia general y común.

Otra cosa es que alguien me hurte o me viole (que sería una cuestión acaso policial), pero incluso aquí hablaríamos ya de violencia que genera violencia y precisamente sobre la suspensión y renuncia a la violencia de todos es de lo que hablamos ahora y sobre el asunto sobre el que tenemos que preguntarnos unos a otros, ya que eso es hacer la paz, que se fija con la toma de decisiones incluyente.

This site is registered on wpml.org as a development site.