ARRIBA LA BANDERA BLANCA, ABAJO LA GUERRA

No podemos seguir consintiendo el genocidio, el sufrimiento y la miseria que padecemos, que se soluciona con solo convivir, modo en el que la destrucción es autodestrucción y, por tanto, tiene la oposición de todos y cada uno de nosotros. Y, ¿Cómo vamos a hacerlo? Con la verdad.

Hasta ahora estábamos obligados todos a mentir y de mentira la guerra se atribuye a “diversas causas, tanto económicas, culturales religiosas, etc.” -léase la Wikipedia o consúltese la IA o la ONU o la UNESCO, porque para hacer la guerra el ser humano necesita diferenciarse figurativamente, ya sea entre demócratas y autoritarios (caso de la guerra en Ucrania), entre judíos y musulmanes (caso de Palestina), entre sunitas y chiítas (caso de Yemen) y así sucesivamente…., cuando realmente es el arma la que hace confesar semejantes figuraciones, que no tienen asiento en el sentido común y por ello se enseñan en las escuelas y se inventan los rituales.

Esa condición y actitud ha sido inevitable en el pasado, pues, así como un arma genera o es todas las armas posibles del mundo, en un mundo desconocido poner al arma en cuestión era cuestionar sobre todo a un estado, a una unidad armada, que es la forma del arma entre los humanos, y resultaba en debilitarlo para la guerra, pues la guerra es la “vida del estado”, como dice Sunzi en la primera línea del Arte de la Guerra. Pero hoy día en nuestro entorno globalizado es posible usar la verdad, declarar que la causa de la guerra es el arma, pues es el arma la causa de que no tengamos otra opción que la destrucción, y la destrucción mutua no puede ser nuestra elección ya que es precisamente el peor modo de resolver cualquier diferencia. Pero ni siquiera es eso, el hecho es que el arma nos fuerza a desarrollarla, invertir y trabajar con todos los recursos para aumentar nuestra capacidad de daño y a perjudicar y destruir esa capacidad en los otros, y eso es hacer la guerra.

Cada persona, cada uno de nosotros, es depositario del sentido común, por el que cada uno sabe como sus acciones afectan a los otros (Sócrates), para el que no es necesario ir a la escuela, y usarlo es ser partidario de la paz; basta pensar en el instrumento de la paz, la bandera blanca que pone en suspenso al arma, algo que ya vio claramente Cervantes, quien declara que «es lo mesmo las armas que la guerra» y nos muestra la bandera blanca discretamente en El Quijote, tanto en la Primera como en la Segunda Parte, aun sabiendo que todavía no se podía hacer uso de ella pues el mundo de su tiempo aún no estaba interconectado como ahora, pero ya había mostrado sus límites y el día de hoy era cuestión de tiempo.

El problema que tenemos que resolver todavía es que la verdad no puede esperarse de los líderes políticos cuya tarea es todavía servir al arma, pues el propósito de daño no puede ser hecho público (vease, por ejemplo, el Anexo II o último capítulo de la Paz Perpetua de Kant), mientras que la convivencia que proponemos no es la de la ONU sino de la Humanidad sin discriminación de nacionalidad, y eso es también sin discriminación de rango. Sí, tenemos que ser las personas las que hagamos uso de nuestro sentido común, las que alcemos la bandera blanca para poner en suspenso al arma y eso no pueden hacerlo los que llevan al hombro una bandera coloreada. Y no os preocupéis que el estado no se va a sentir ya amenazado por la bandera blanca pues se la exponemos a todas las armas, lo que no da ventaja a ninguna, que es lo único que la estúpida arma percibe.

Y nosotros no nos hagamos los tontos, que no lo somos realmente, todos sabemos que un arma no se hace para matarse uno a sí mismo, se hace solo para matar al otro, y eso es lo que nos “divide” o “separa” por lo que no “convivimos” y nos lleva a la guerra, ¿a quién queremos engañar entonces? ¿Lo tengo que ilustrar? Desplegar los soldados de la OTAN en las fronteras de Rusia no es amistoso ni “neutral” ni “casual” o la intensa fabricación y rápido desarrollo de armas de todo tipo por parte de China tampoco.  No pretendamos trabajar para el mal, para dañar a otros y disimular, cerrar los ojos, y esperar que no tenga consecuencias. Es la hora de la verdad, es la hora del desengaño, de que la Humanidad despierte de su pesadilla y comencemos a convivir compartiendo lo primero la verdad; que el mal es el arma, aunque la misión de la ONU sea ocultarlo y disimularlo; que las grandes potencias son las que distribuyen las armas clave a los bandos opuestos.

Por eso levantamos la bandera blanca convocando un día de la Humanidad el 16 de noviembre de 2024, y quien la acepta hace el alto el fuego y se libera de su esclavitud al servicio y desarrollo del arma. Cuento contigo, pues tú eliges ahora.

EL BIEN COMÚN

Hacer el mal -es decir, dañar a otros- no nace de la voluntad humana sino de la existencia del arma en la naturaleza a la que los seres humanos tuvieron que adaptarse, tratando de hacerla lo más mortífera posible y organizándose en unidades armadas.

El arma es la causa de la guerra (un objeto para matar y no otra cosa), cuyo objetivo siempre es, como dice Clausewitz, desarmar/destruir las armas del enemigo para ponerlo o mantenerlo a merced (que es el efecto normal del arma sobre los humanos que anticipan la muerte).

Una prueba clara de que el mal es involuntario es que la destrucción mutua es obviamente la peor manera de resolver las diferencias, pero siendo esta una opción se transforma en la única y realmente el arma misma es la causa de la división y la diferencia humana.

Y el alto el fuego, pese a lo beneficioso que es para ambos bandos en contraste con la destrucción mutua, no cabe ser sino solo un momento de rearme, porque otra cosa sería a ofrecer al enemigo lo que precisamente se propone conseguir con la guerra, desarmar al otro.

EL BIEN COMÚN

Ahora, la paz se sigue entonces de la simple coexistencia o unidad humana, de la toma de decisiones incluyente que, consecuentemente, previene y evita el arma, o lo que es lo mismo: genera el bien común, pues el dividendo de la paz/del desarme es indivisible, lo mismo que un arma resulta en todas las armas posibles del mundo.

Por ejemplo, el ahorro de los 2,5 billones que se gastan al año en desarrollo armamentístico son un bien común, pues no pueden ser generados por uno, ni por una parte, ni por la otra, sino por la Humanidad. Y esos 2,5 billones son una nimiedad en el dividendo total de la paz, que es la comunidad humana.

LA PAZ AHORA

Pero, hay que entender que, así como la condición del bien común es la universalidad, esta no ha sido posible hasta nuestro tiempo. Y aunque personas discretas y sabias del pasado han tenido entendimiento del bien común o de la paz como inclusividad, cosmpolitismo, humanidad o universalidad, como su propuesta no podía tener alcance universal, la publicidad de su percepción solo debilitaba a su propio estado, por lo que este no ha consentido y ha ocultado o tergiversado esta comprensión y por eso no tenemos noticia pública de la paz. (El efecto -virtual- del arma, es el tema del Quijote, por ejemplo, y este vínculo espiritual humano lo ve, por ejemplo, Mozi, quien dice que el Amor Universal, que es como se llama su doctrina, es la Voluntad del Cielo, voluntad no en el sentido de ordenanza sino que es en la disposición que nos pone ese vínculo espiritual o virtual que va más allá del hecho, de que, por ejemplo, el arma puntualmente mate pero virtualmente nos afecta todo el tiempo privándonos de libertad y de medios). Y los moístas ven también que el problema principal que ellos encaraban era no saber los límites del mundo o si los tiene….por eso se tenían que conformar en decir que era la Voluntad del Cielo.

Pero obviamente la ignorancia sobre los límites del mundo ya no es el caso hoy, por lo que, dado nuestro alcance universal, podemos y debemos mostrar lo que es la paz a los demás y dejar de contribuir al mal, la agresión, el sufrimiento y la miseria continúen como si no hubiese alternativa como en el pasado. Y la difusión de lo que es la paz: la convivencia, unidad humana o toma de decisiones incluyente, es todo lo que se necesita para lograrla pues, por lo demás, la propuesta es abierta, transparente, sincera, responsable, como no puede ser de otro modo lo que trata el bien común.

DA LA PAZ

Para su práctica, convocamos un Congreso de Unidad o Humanidad en 2025, precedido por un Dia de la Humanidad en 2024 fecha tope en el que las fuerzas armadas del mundo hayan cesado su actividad y desarrollo, de modo que todas las personas puedan participar en la preparación y organización abierta y transparente del Congreso, pues si nos mantenemos al servicio del enfrentamiento y desarrollo opuesto de las armas, el Congreso sería como la ONU, una representación (jerárquica) de las unidades armadas, pero no de la Humanidad.

El Congreso se asegurará de que la toma de decisiones humana sea incluyente, lo que quiere decir básicamente que sea pública, incluso aunque la mayoría sean subsidiarias, es decir, las toman aquellos a los que les conciernen. Y, principalmente, el Congreso asume responsabilidad por la seguridad humana común y sirve de medio en el proceso de desarme o creación del bien común, finalmente de la comunidad humana. También puede inicialmente hacer justicia humana, recompensar a quien más beneficie a los demás y a la Humanidad, pero en ese nuevo entorno de unidad, nos adaptaremos igualmente a él y, debido a la influencia mutua y a nuestra natural inclinación a ponernos en lugar del otro, asumiremos el interés de los otros y de la Humanidad como propio.

ENSEÑA LA PAZ

La paz llega porque nos pone ante una elección muy fácil; el bien o el mal. Basta pensar, comprender y compartir qué es la paz, comprender que la consecuencia de un arma son todas las armas posibles y que el arma nos enfrenta y hace a todos los humanos por igual sus esclavos y que la unidad humana o inclusividad universal genera el bien común, no mediante la imposición, ni es uniformidad, es la liberación mutua y universal del mal, del arma.

¿Quién puede preferir el mal que lo es para todos por igual y, por tanto, también para sí mismo? ¿Quién fabricará entonces un arma o quién permitirá que otro la fabrique o quién permitirá que algunos se organicen en unidades armadas? Y quien entiende la paz, que esta es posible, ¿no se se la enseñará a los otros?

 

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