FIESTA DE RECONCILIACION

INVITACIÓN A LA FIESTA DE RECONCILIACIÓN DE LA HUMANIDAD EL 30 DE ENERO DE 2025

Por supuesto que esta invitación es para todas las personas del mundo, pero os propongo a los que os llega este documento que la convoquéis y preparéis como voluntarios, pues no podemos esperar del estado, la unidad armada, ni de las entidades que dependen de él que promuevan esta iniciativa de humanidad y de paz que se manifiesta con la bandera blanca y cuyo propósito es el desarme y la unidad y la concordia humana, pues esto es lo que la reconciliación requiere. Hasta el verano comunicamos la convocatoria y tras el verano preparamos la actividad.

Antes quiero presentarme como promotor de esta iniciativa: mi nombre es Manuel Herranz, presidente de HUM, Human Unity Movement (www.human-unity.org) y esta es una iniciativa y quiero daros alguna información sobre mí mismo que podéis comprobar y también me pongo a vuestra disposición para cualquier cuestión.

En 1987 fui contactado por agentes soviéticos en Berlín que estaban dispuestos a apoyarme, ya que trabajaba activamente por la paz y el desarme al tiempo que escribía mi tesis dostoral sobre Humanidad y Desarme en la FU Berlín. No acepté su propuesta, pues entendí que apoyar la paz en el Oeste resultaba en la ventaja del Este.

Había estudiado filosofía en la UAM, de Madrid, pero a principios de los 80 en el punto álgido de la Guerra Fría lo que más impresionaba era la posibilidad de una guerra nuclear por lo que centré mis estudios en la paz. En 1986, cuando ya trabajaba en mi tesis doctoral, llegué a Berlín Occidental y decidí quedarme y continuar mi investigación y actividades allí. Aparte de filosofía, comencé a estudiar Relaciones Internacionales, chino, árabe y ruso, pues decidí que estos eran las principales lenguas del Este, del Sur y del Norte y tras abandonar Berlín en 1989 viajé y estudié la visión de paz de las principales culturas del mundo.

Ahora que de nuevo tenemos delante el abismo nuclear, considerad un punto de vista muy general: la visión de paz en el Oeste y en el Medio Oriente es que Dios, padre o líder, nos hace a todos los humanos hermanos y hermanas, y la principal visión de paz en China es el trabajo de Mozi, el principal rival de Confucio en el siglo V. AC. La enseñanza de Mozi es llamada La Política del Amor Universal, y cito aquí para dar una idea de su principio: “Quienquiera que critica a otros tiene que tener una alternativa. Criticar sin sugerir como mejorar es como intentar detener una inundación con agua o intentar apagar un fuego con fuego. Será inútil. Por eso Mòzǐ dijo: La parcialidad debe ser sustituida por la universalidad.” Mòzǐ nos muestra como todas las calamidades del mundo surgen de la parcialidad así como el beneficio humano y la imparcialidad han de ser producto de la universalidad, debido a nuestra inteligencia o sentido común que nos lleva a ponernos en lugar del otro y no podemos conformarnos con menos de ser iguales. El problema para Mòzǐ, así como para los cosmopolitas occidentales -la principal escuela de pensamiento tanto en el Imperio Romano como en el imperio helénico que iban desde España hasta India desde el siglo III AC hasta el siglo III DC hasta la difusión del monoteísmo- era como superar la parcialidad de las unidades armadas o estados en un mundo desconocido. Pero hoy que el mundo está a nuestro alcance e interconectado, la universalidad y con ella la paz es posible.

El día 30 de enero de 2025 todos los humanos estamos llamados a manifestar nuestra voluntad de convivencia en paz y a crear un órgano de la Humanidad para el desarme y la toma de decisiones incluyente que prevenga el propósito de daño mediante la cooperación por el bien común y tratando a los demás como quisiéramos ser tratados.

La paz no es la ausencia de guerra, la PAZ es el DESARME

El arma, dada en la naturaleza anterior al ser humano, es el objeto (o intención) de daño, que se nos manifiesta -en la mano del otro, en el filo y la punta de la espada, en la explosividad de la bomba, etc., lo que no es el caso por ejemplo de un cuchillo de cocina o una piedra, que no tienen esa mala intención y no nos alarman. Esa mala intención resulta en la ‘guerra absoluta’, pues las unidades armadas buscan por todos los medios aumentar su capacidad de destrucción del otro y limitársela a él. Se imponen o someten unas a las otras mediante la amenaza de destrucción y cuando la amenaza no es suficiente se hace irremediable la guerra, “la acción o intento de desarmar al enemigo”, por eso, la paz no es (solo) la posible ausencia eventual de guerra sino el desarme, que es al tiempo la cooperación por el bien común.

La bandera blanca es el medio de la reconciliación

Pues el arma, que somete a todo a su servicio y no admite otra opción que ser integrada o enemiga, nos fuerza a todos los humanos a incorporarnos en unidades armadas y estados organizados jerárquicamente, modo con que se anula nuestra voluntad personal y humanidad; por eso, para liberarnos necesitamos la bandera blanca cuyo sentido y efecto es el cese universal de la actividad del arma, tanto dañando como amenazando. Si no somos capaces de manifestar nuestra voluntad humana personal mediante la bandera blanca y somos representados por la unidad armada o el estado o tras “ideas” de nuestro estado de guerra previo, será manifestación de nuestro miedo a la amenaza de los otros y proyección de la nuestra.

El desarme es la reconciliación y la unidad humana

El desarme unilateral -tal como hubiera sido necesariamente en el pasado, no es desarme sino, al igual que la derrota, transferencia de la sumisión y servicio de un arma a otra, pues el desarme requiere la universalidad, algo que solo se da en nuestro tiempo y por eso hacemos esta llamada a la reconciliación universal humana que lo es también del perdón, pues hasta ahora cada persona estaba al servicio del arma sin otra opción, por lo que no podemos responsabilizar a nadie.

No hay otro problema entre nosotros los humanos que el arma cuyo propósito de daño debe ser ocultado, pretextado, mientras que la reconciliación humana es la toma de decisiones incluyente mediante la publicidad de cualquier propósito (de lo que pueda afectar a los otros) que evita y previene el propósito de daño y trata solo el bien común.

Si excluimos el arma todo es para servirnos y así su propósito también implica cuándo, cómo, por quién, etc. debe ser (un recurso) utilizado de la mejor manera. Por lo tanto, la soberanía humana no fuerza ni impone nada, su órgano no es más que un nexo de información primero para el desarme y en general para la cooperación, mientras que la unidad o soberanía humana fomenta la concordia como bien común, algo que ahora nos impide el arma, que nos afrenta.

Obviamente, el desarme pacífico no puede ser impuesto, forzado; ha de ser libre, voluntario, pero cada parte se desarma si todos los demás se desarman también, pues la causa del arma es el (otra) arma. El desarme no es posible para uno u otro, para una o para otra parte, necesita de la cooperación de todos, por lo que el ahorro en armas es un bien común, lo que nos motiva (mutuamente) a tratar al otro como queremos ser tratados, y su resultado es la comunidad humana

El alto el fuego y el cese del desarrollo del arma

Aunque la soberanía de la Humanidad requiere el acuerdo unánime de todos los seres humanos y mientras tanto la paz es acatar la soberanía de nuestro estado, pues la acción unilateral en su seno generaría su reacción violenta, la convocatoria a la reconciliación y la manifestación al mundo de la bandera blanca puede servir para que cese el desarrollo armamentístico y para el alto el fuego (en Ucrania, Gaza, muchos lugares de África, allí donde haya conflicto armado), pues ahora sabemos que la paz es el desarme y la soberanía de la Humanidad, y el apoyo y la previsión de esa soberanía ya cercana facilita el acuerdo para la suspensión de toda hostilidad de inmediato sin otra condición previa.

Human Unity Movement, HUM   Mas detalle: www.human-unity.org o manuelhm@human-unity.org

C/Felipe Solano Antelo 19A, 2°A, Guadalajara 19002, Spain, Phone: +34 656339490 App: @HumanUnity

INTRODUCCIÓN A LA PAZ

Suenan tambores de guerra total en Europa mientras vemos en TV el terrible daño que causa en Ucrania y Gaza (quiero decir que en otros lugares sin relevancia estratégica la TV no nos lo muestra) y, aun así, ni conseguimos el alto el fuego allí ni hallamos manera para que no nos ocurra pronto a nosotros, y quizás a todos, lo mismo o aún peor.

Si preguntamos por la causa de la guerra y tomamos como respuesta lo que se dice en las TVs, o en los periódicos o en las redes sociales, la respuesta abrumadora es un mal comportamiento del otro, el enemigo, aunque también se dice a veces que las guerras las promueve el “complejo militar industrial”, el capitalismo o las élites para lucrarse de ellas, pero la verdad es que la guerra, sobre todo si no es subrogada como habitualmente, y es destrucción mutua (y total) como parece sería el caso actual en ciernes, no puede ser beneficiosa para nadie y, por tanto, no es querida por nadie. Y, sin embargo, no parece evitable.

La guerra es la simple relación del arma consigo misma, es decir, la relación de las unidades armadas cuyo desarrollo, progreso o mejora es una mayor capacidad de destrucción del otro, que es el modo como se imponen o someten unas a otras, de modo que sus intereses son expresamente contrarios, pues cada uno busca armarse tanto como puede y desarmar al otro. Y así la guerra es “absoluta” -es lo que ocurre todo el tiempo, como dice Clausewitz, quien define a las operaciones militares concretas como “el intento o acción de desarmar al enemigo”, punto al que se llega irremediablemente si ninguno es capaz de imponerse al otro mediante la simple amenaza que le aporta la superioridad de los medios de destrucción. Tal cual es el temible caso ahora que la supremacía de EEUU está en entredicho, algo, por cierto, bien conocido como “trampa de Tucídides”, por ser esta situación la que según nos cuenta este llevó a Esparta y Atenas a la guerra del Peloponeso, que duró 50 terribles años, sin propiamente otro asunto en particular entre ellos que el contencioso por hegemonía.

El arma da lugar entre los humanos a la unidad armada (el ejército y el estado), que diferencia a las personas entre aquellos subyugados a su sistema jerárquico, articulado así con el fin explícito y preciso de anular la libertad, voluntad y humanidad no solo a sus miembros sino al resto del mundo a los que tal organización irremediablemente absorbería o sometería -salvo que estén organizados de la misma manera para poder resistirlo (y así incluso absorber o someter al primero también). La cuestión es: toda arma es inmediatamente y sin más incorporada o enemiga.

Ese propósito manifiesto de esclavización universal no puede hacerse público -y más que se hace sin querer y como una cadena de reacciones ineludible que experimenta el político, por lo que se usa el lenguaje representativo y figurativo que necesariamente acompaña a la unidad armada, que nos hace también dependientes de quien lo figura y lo consagra, por el que “confesamos” la “cesión” “voluntaria” de nuestra voluntad a nuestros mandos o representantes que, ciertamente, pueden cambiar mediante votación democrática cada algunos años, pero las personas son aquí irrelevantes, pues unos u otros ocuparán los mismos puestos y funciones de la máquina jerárquica.

Lo que importa final y realmente aquí es que todos, tirios y troyanos, la OTAN o Rusia-China, mantenemos públicamente el absurdo de que la paz es solo la ausencia de guerra ocultándonos de una u otra manera que la guerra es nuestra sumisión al arma, a ese sistema de esclavitud universal que maquinalmente nos fuerza o se nos impone a todos mediante el daño o amenaza de daño anulando nuestra humanidad y nuestra voluntad, de modo que, privados de ella, ni siquiera podemos conformarnos, y dejar de hacer la guerra; más que una contradicción, una locura y una pesadilla.

Sin embargo, todos sabemos, y también tenemos registros en todas las diversas culturas humanas pasadas y presentes del conocimiento de la paz o convivencia humana como tratar a los otros como quisiéramos ser tratados nosotros mismos -y no nos conformamos con menos- y esto implica la inclusividad en la toma de decisiones que se garantiza mediante la publicidad de los propósitos o intenciones de aquello que puede afectar a los demás, con lo que, lógicamente, el propósito de daño se evita y nos lleva a todos al desarme y a la prevención del arma mediante la cooperación con el acuerdo de todos.

Algo que hoy día está felizmente a nuestro alcance, pero para lograrlo tenemos que liberar primero nuestra humanidad convocándola con nuestra bandera, la bandera blanca, cuyo uso o efecto es detener la actividad de y por el arma. Esto es difícil como ya comprendes, pues la bandera blanca se considera (históricamente) rendición, algo que depende de la decisión de la autoridad, y por lo tanto está prohibido su uso -y mal vista además, pero hoy día puede ser una representación personal en las redes sociales sin referencia ya al estado de cada uno y así es que tiene o busca un alcance universal de llamada a todos al desarme sin perjuicio para nadie.

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