La ejecución de la reforma de la ONU es la respuesta a esta petición y exigencia de cese absoluto de la intención o propósito de daño, esto es; el alto el fuego allí donde haya conflicto armado y la congelación total del desarrollo del arma en cualquier forma posible.

La reforma de la ONU se resume en algo muy simple: que los humanos tenemos que renunciar a la soberanía de los estados, esto es, la toma de decisiones parcial o unilateral que nos aboca inevitablemente a la confrontación, a la guerra y, en lugar de eso, convivir, esto es; tomar decisiones incluyentes universales, modo como prevenimos, evitamos, proscribimos y renunciamos al propósito de daño y buscamos solo el bien común, pues ambas cosas son las dos caras de la misma moneda y no puede ser una cosa sin la otra.

Introducción

Advierta el lector que esta exposición no es una narrativa o una creencia, sino una experiencia vital que cada ser humano puede revivir mental o virtualmente en todo momento, y por eso es la verdad y el fundamento de la paz y la justicia. Solo se requiere utilizar la inteligencia y poner interés, que es exigírselo a los demás, pues:

La paz, la concordia y la armonía están basada en nuestra capacidad de ponernos en lugar del otro, por ese motivo, todas las culturas conocen la regla básica de la convivencia, descompuesta en dos formas conocidas como la Regla de Oro, “trata a otros como quisieras ser tratado” y la Regla de Plata, “no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti”. Estas reglas son las que rigen entre nosotros de manera natural y que pondremos en práctica si tomamos la decisión de convivir, esto es, de tomar decisiones incluyentes, pues ambas Reglas son las dos caras de la misma moneda.

El mal es la exclusión

En el pasado la inclusividad era imposible pues el mundo era desconocido y los humanos estábamos incomunicados. No se puede ser inclusivo y exclusivo a la vez, pues la exclusión, aunque sea de una sola persona, genera necesariamente una división del mundo que fuerza a todos a tomar partido entre ambas partes.

(Por eso dice Mòzǐ, en la Ilustración Menor, 7, que “no amar a alguien no requiere no amar a todo el mundo, pero amar a alguien requiere amar a todo el mundo”, por la razón antedicha de que no amar (excluir) a alguien es violentar o forzar también a los demás a tomar partido -lo que es no amarlos tampoco.)

Por ese motivo, nuestra condición histórica hasta el presente ha sido de que no podemos siquiera cooperar por el beneficio mutuo sino solo cooperar contra terceros.

El estado es la exclusión

Esta situación constante en la Historia nos ha llevado a asumir el mal como inevitable y al Estado, cuya base es la unidad armada, como incuestionable, y así hemos aceptado el mal como intrínseco al ser humano.

Sin embargo, la identidad nacional no es una realidad inmutable, sino una construcción flexible. Un colombiano fue español en el pasado, y si su país fuese conquistado por Perú, sería peruano. Lo mismo ocurre con los niños nacidos en Ucrania que, tras ser trasladados a Rusia, se educan y crecen como ciudadanos rusos y hasta podrían morir por Rusia en una guerra contra Ucrania, aunque nacieron en Ucrania.

El estado, lógicamente, educa y forma a sus recursos humanos en el amor incondicional a la patria, pero hay que entender que eso es algo artificial e impuesto. La historia nos demuestra que las fronteras son cambiantes y que la separación entre «nosotros» y «ellos, los demás» es una construcción artificial.

Mientras que nuestra humanidad que nos pone a uno en lugar del otro no distingue de nacionalidad. El mal o daño (mutuo) no puede atribuirse a las personas, así por su indisciplina, desorden, malicia…, pues la comunidad puede imponer y restaurar el orden, la disciplina y la justicia y el mal puede ser compensado.

Sin embargo, el mal esencial está en los estados en cuanto a unidades armadas, ya que el mal es su fin y actúan racional y deliberadamente según ese propósito de daño a los otros y se arman indefinidamente tanto como pueden y se atacan unos a otros.

Aunque se atribuya la causa de la guerra a personas, a los líderes, es obviamente por motivos políticos, como lo prueba el hecho de que cada lado apoya y aporta las razones y justificación de su líder y atribuye injusticia e inhumanidad al líder del lado opuesto. Y, ciertamente, estos líderes pueden utilizar la maldad, la mentira, la perfidia, el engaño, pero por el beneficio y la victoria de los suyos en el trasfondo de la guerra.

La naturaleza del mal

El mal, el daño y destrucción mutua, que ni es del interés de nadie ni lo desea nadie, es, por lo tanto, lo que en nuestra división o separación no puede ser evitado, y así lo asume la política o los que la ejercitan.

Por eso, todos hemos oído aquello de que la “democracia es el menos malo de los sistemas políticos”, pues con eso estamos justificando el motivo por el que la elegimos o justificamos, incluso siendo esta algo malo. O, ahora, cuando la UE, o cualquier otro estado, se quiere rearmar, no es que quiera dedicarnos a producir medios para matar y destruir ‘voluntariamente’ sino que lo considera un mal necesario, es decir, un mal menor frente a (la amenaza de) las potentes capacidades de destrucción de otros actores geopolíticos.

Y así considera Rusia su ataque a Ucrania; un mal menor en prevención de otro mal mayor que hubiera sido para Rusia la integración de Ucrania en la OTAN.

O, por ejemplo, en el caso del despotismo, cuando la gente vota, entrega su voluntad y representación a un partido o a un líder, no les mueve su libre voluntad, sino que asumen que no hacerlo o no votar es peor, pues sería dar más poder a otra opción más inconveniente aún para ellos, etc.

Y en general, no admitir este despotismo o la entrega (necesariamente obligada) de la voluntad (o representatividad) a otro, solo resultaría en dar paso a otra peor tiranía en su lugar, y así sucesivamente.

O podemos verlo como Rousseau, quien decía que una vez que se creó una sociedad jerárquica (de desiguales), todos los humanos tuvieron que organizarse así so pena de ser absorbidos por la primera -es decir; que la tiranía no se puede evitar, solo puede ser mala o peor.

Hay que tener en cuenta dos aspectos principales del mal o, como vemos en Rousseau se puede llamar también, desigualdad, pues la jerarquía es la forma del arma entre los humanos: 1º. Que el arma actúa desde su potencia, es decir, no es necesario su uso, el homicidio -propiamente el genocidio- y la destrucción, sino que la simple proyección de esa amenaza, que lo es también del sistema desigual y jerárquico, es suficiente para determinar quién prevalece (y quien se somete), y si esta prevalencia no se decanta, sigue la guerra, que tiene por objeto general desarmar al enemigo. 2º. Por otro lado, el motivo por el que no podemos resolver el desacuerdo entre estados más que con la guerra (a diferencia de entre personas físicas o jurídicas que pueden buscar el acuerdo o el consenso antes de someterse a arbitrio en lugar de destruirse), es porque el arma aliena el objeto o fin en cuestión y no admite otra opción que una voluntad que domina a la otra, de modo que al alienar el objeto alienamos nuestra racionalidad o su uso (compartido o a un intercambio provechoso, etc.) pues solo está en juego quien prevalece o impone su voluntad al otro.

El mal no es estático, es dinámico en la forma de la escalada; ya que cada parte busca desarrollarse, y así evitar su mal en menoscabo de los demás en suma cero, pues realmente solo cabe la cooperación contra terceros, y su sistema jerárquico o de absoluta desigualdad anula nuestra humanidad y sentido común, ya que así no podemos ponernos en lugar del otro y solo obedecer y luchar, pues ese es el modo de hacer la guerra.

Y el mal también se manifiesta como engaño. 1º Modo mediante el cual explotamos más nuestros recursos embruteciéndolos, desorientándolos o mistificándolos para hacerlos más dependientes (del liderazgo), impidiendo el contacto con los otros nacionales y con enseñanzas e información insidiosas sobre ellos, etc.…, pues cuanto más sangriento criminal es uno mejor recurso para la guerra resulta. 2º. O también haciendo creer al enemigo algo falso o ilusorio para conseguir que actúe de una manera determinada que nos permita manipularlo o destruirlo.

La naturaleza del bien

La naturaleza del bien es la inclusividad, la toma de decisiones transparente y participativa que, consecuente y lógicamente busca el bien común y previene tanto el (propósito de) daño como el engaño. Pues, si todas las decisiones son incluyentes no pueden tener propósito de daño, y al ser públicas se logra garantía no solo contra el engaño sino contra el malentendido, lo que nos sitúa en la plena libertad (de elección) personal, que es la paz y la concordia, lo que es también la igualdad y la imparcialidad que no puede ofender a nadie.

La condición de universalidad y simultaneidad para la práctica de la inclusividad se debe a nuestra condición humana virtual o empática, que tanto nos ha llevado a sufrir en la Historia este lento y dolorosísimo encuentro, como también apunta a nuestra gloria cósmica.

Nuestra humanidad no admite otra opción, el Amor Universal o el Odio Universal como consecuencia necesaria de ese sentido humano común que nos pone en lugar del otro y así nos dignifica a todos, lo mismo que rechaza la desigualdad. Ese ‘espíritu’, que nos es común y nos iguala, en griego se llama Logos o en chino es el Cielo, al que refiere Mòzǐ al señalar que el Amor Universal es la Voluntad del Cielo, no en el sentido de que sea su Mandato, sino que el Cielo nos pone en esa circunstancia sin otra opción en la que no cabe la indiferencia o la neutralidad.

Y no pensemos en ese Cielo o Logos como algo ajeno, distante, raro, sino que está en nosotros, es nuestro ser o ley natural, tal como lo expresa Tolstoi, al señalar que el Reino de los Cielos está en nuestros corazones, pues el Cielo o Logos no es un contenido sino la expresión, o generalización, de nuestra capacidad intelectual, la de ponernos -recíprocamente- en lugar del otro.

La forma del bien

Por eso, la reforma de la ONU no deben promoverla los estados sino las personas; tiene que proceder de nuestra Humanidad, que bien puede ser también entre los líderes de los estados como entre las personas sin cargo, y desembocar en ella misma, en nuestra unidad o convivencia, y no puede ser resultado de la división, del mal, del estado (la unidad armada), como se ha intentado inútil, fútil e ingenuamente en el último siglo.

El temor que podamos tener a manifestarnos en cuanto a seres humanos todavía hoy sujetos del estado y así a dar ventaja a los estados rivales no se sostiene o justifica ya, por cuanto que todos podemos defender los intereses de nuestro estado tanto como sea necesario hasta que demos este paso todos los humanos juntos universal y simultáneamente para que la reforma se produzca.

Pero obviamente, lo primero es dar publicidad a la verdad, dejar de lado la política, y plantear la siguiente cuestión públicamente, hacer la siguiente propuesta y exigencia universal de convivencia:

La decisión de todos y cada uno de los seres humanos de liberarnos juntos de nuestro servicio/esclavitud al arma, al mal, al propósito de daño, haciendo un alto el fuego universal y con el cese universal y simultáneo del desarrollo del arma en todas y cualquiera de sus formas, ya sea tecnológico, en producción, en despliegue, entrenamiento, etc. etc.

Esto es, por si mismo, el comienzo del bien, la paz, la justicia, la unidad humana, la cooperación por el bien común, pues el cese del mal y el bien son lo mismo, y no se puede sostener el primero sin el segundo y viceversa.

Pues, en efecto, en ese momento actuamos ya inclusivamente y nos necesitamos unos a otros para poder evitar, volver a caer en la esclavitud del pasado (nuestro presente), y nos ocupamos ya todos de todos según nuestras necesidades y deseos humanos comunes, y así también la información y la educación, hasta ahora al servicio del estado, será ahora una información y una educación humana, lo mismo que la alimentación, la sanidad, las infraestructuras, etc. etc.

Esta propuesta, petición y exigencia de liberación universal y simultánea del mal y de nuestra cooperación mutual y universal para el bien se la dirigimos y hacemos llegar primero a la ONU a: sssgeneva@un.org para que la comunique y la coordine con los estados y establezca con todos ellos la fecha más temprana para la liberación, el comienzo de la nueva era humana, la compartimos con aquellos a los que queremos y conocemos y agradecemos una copia a info@human-unity.org

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