¡Muy Felices Fiestas!

Celebramos lo mejor del año (en) la Nochevieja, pero no es ese su mérito sino que lo hacemos todos juntos, así es que ¡esta es la fecha!

La vida no se compra.

Buscar trabajo para vivir, es decir; para satisfacer necesidades básicas como comer, vestirse y tener un alojamiento, se define falsamente en términos de relaciones económicas -tanto la derecha como la izquierda lo hacen, cuando realmente es una cuestión de seguridad, concretamente la regulación de nuestras vidas (físicas, materiales), la forma de control y sometimiento de las personas a la cadena de mando.

La toma de decisiones inclusiva o unidad humana quiere decir, por ejemplo, respecto a la gestión de la comida que la compartimos pero no necesariamente que siempre dispongamos de ella en abundancia, pues una catástrofe podría causar carestía. De lo que se trata es que la gestión de la carestía sea común, una cuestión de seguridad humana, que nos plantea el uso de criterios inclusivos y sin discriminación, en función de los cuales se afrontaría la carencia.

Ciertamente, al no existir garantía de abundancia y al no disponer ahora sin más un criterio predeterminado de reparto, el Fatalismo podría tener dónde agarrarse. Podemos pensar que si nos aseguramos la comida, la ropa y el alojamiento acabaremos en que nadie trabaje y, en poco, no haya ni para comer. De modo que, ante la incertidumbre acentuada con el riesgo del cambio, no nos determinamos a proceder.

 

Pero en cuanto a la seguridad compartida tenemos certeza absoluta y el Fatalismo se desvanece con claridad porque es obvio que no debemos gastar nuestras energías en ir unos contra otros, tal como hacemos ahora. Si las armas, más exigentes que el hambre, no se utilizan, malo; es un desperdicio, y si se utilizan, aún peor.

La unidad humana es, más allá de compartir lo necesario para vivir, principalmente eliminar los impedimentos de nuestro desarrollo, uno conjunto y dedicado al beneficio y no al daño. Lo que sucede es que lo que refiere a la necesidad de satisfacer ciertas necesidades para seguir viviendo el instinto nos basta y todos lo entendemos con registrarnos el estómago, pero en lo que refiere a eliminar esos impedimentos, las armas, requerimos de la comunicación, que no refiere a usar la misma lengua sino la inteligencia.

Las personas somos ciertamente entidades individuales, pero nuestras actividades son necesariamente comunes; toman sentido en y de nuestras relaciones.

 

La alternativa al genocidio es la unidad humana y la queremos y proponemos implementar lo antes posible en un Congreso abierto y transparente en este nuevo año. Lo ves si reflexionas sobre tus alternativas: o la unidad humana o, si no, la destrucción de una u otra arma o parte; aquí no te queda otra. Aún no ha acabado el conflicto de Siria y ya se acumulan ominosamente fuerzas de diversos países en Libia para fijar la cabeza de su cadena de mando.

La prensa, los medios aceptan y propagan el fatalismo de la particularidad porque así lo requería la sumisión incondicional del pasado en un mundo incógnito, pero hoy tenemos que buscar amigos de la humanidad para hablarles de la universalidad o inclusividad, de modo que esos políticos, esos medios también manejen la alternativa al genocidio y, a su vez, transmitan la buena noticia a sus homólogos líderes y a todas las personas hasta el confín del mundo: el derecho humano a compartir la seguridad.

¡Feliz Año Nuevo!

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