Si, pues, a diferencia de los otros asuntos, como el cambio climático, la violencia de género, etc., sobre los que el ‘pueblo’ pide y urge a las autoridades (de los estados) con manifestaciones, huelgas y presiones para que tomen (enforce) ‘medidas’; la paz es la unidad humana y, en consecuencia, esta pone en cuestión la soberanía del estado.

En efecto, la paz es la unidad o el sistema de toma de decisiones humana inclusiva y conjunta, en lugar de la toma de decisiones parcial de los estados, que irremediablemente aboca a su enfrentamiento. La unidad hace que el daño o el emprendimiento para el daño sea un absurdo y la actividad humana se limite a la cooperación por el beneficio común. Y aun así, en la unidad somos las personas la causa, responsabilidad y garantía de la paz, pues ‘ilegalizamos’ la violencia, es decir, toda asociación cuyo propósito o efecto infringe daño a otros.

Pese a lo obviamente beneficioso que sería para todas las personas tal relación exclusivamente de cooperación por el beneficio común, plantear la unidad implica cuestionar la soberanía estatal y, por tanto, no pueden ser expuesta a la opinión pública que es parcial (limitada a la población de un estado), donde la información es generada o controlada por él. ¿Que sabe, piensa o habla la gente sino lo que sale en la televisión y los periódicos? Y todo lo demás se esfuma. Por ese motivo, la convocatoria de un Congreso Universal sobre la Unidad, aun sin los apoyos que este necesita, visualiza que ese cuestionamiento se proyecta y tiene un alcance universal, tal cual es su condición.

Ahora bien, ¿Qué quiere decir que los estados no pueden cuestionarse su propia soberanía? No es una cuestión teórica ni una abstracción; quiere decir que el estado no pueden plantearse la posibilidad de un mando conjunto sobre todas las fuerzas armadas del mundo, incluidas las suyas, en la forma acordada que fuera, de modo que se siga la disolución y eliminación de todas las armas, que no son sino unas por otras. (Ciertamente que esta posibilidad solo ha resultado posible en nuestros días con la globalización, pero una gran cantidad de pensadores, luego ocultados o tergiversados, tanto en Occidente; como los cínicos, los estoicos, las religiones monoteístas, etc., como en Oriente; Mozi, el Confucianismo, etc., ya percibieron claramente que la unidad era la única forma de la paz, aún sin conocer los límites del mundo ni a sus habitantes –mientras que ahora los conocemos de sobra).

Con todo, hoy 21 de septiembre, celebramos el día de la paz, un deseo de todos, pero del que se ignora su condición; la unión acordada de las fuerzas armadas bajo un único mando (así las de Irán, las de EEUU, las de China, los talibanes, Rusia y hasta las alrededor de 200 que hay) porque de su unidad, en la forma que sea, resulta su disolución. La pregunta por nuestra voluntad a este respecto nos pone en situación, en la disyuntiva entre ser ‘pueblo’ de un estado, la violencia (legítima), o la humanidad y la paz, la ‘ilegitimidad’ de toda violencia, que nos hace personas libres e interdependientemente soberanas.

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