Queridos amigos, abran los ojos por favor, la situación humana es cada vez más grave: la paz u orden (jerarquía) mantenidos por la EEUU/OTAN hasta ahora está ‘en cuestión’ y no está en manos de los humanos por separado evitar la guerra, como no lo ha estado nunca, pero ahora con armas nucleares.

Por eso, lo primero, les ruego cándidamente no seguir asumiendo y propagando que la causa de la guerra es el interés económico, pues hoy día que ya podemos y tenemos que acabar con ella, ese planteamiento es fatalista, la asume (absoluta) y nos impide encararla propiamente, por el contrario; solo nos lleva a participar en ella echando leña al fuego.

Decir que la economía es la causa de la guerra nos propone luego el interés o desinterés que esta nos ofrece: un vencedor que nos da más propiedad, posesión, derechos y al que, por tanto, se nos induce a apoyar, frente a la victoria de la otra parte que resultaría en nuestra desposesión de bienes y pérdida de derechos.

¿No es absurdo que la guerra -el desperdicio de las armas y la destrucción, particularmente la posible extinción humana, sea “causada” por interés económico? Ese interés económico, llamémoslo aumento de bienes privado, es consecuencia del arma que, puesto que tiene propósito de daño, es (lo único) esencial o absolutamente privada, y todo lo demás es privado -arrebatado, desposeído para su servicio, o cuanto menos, se desarrolla inevitablemente según sus intereses (necesidades frente a las otras armas, pues el arma priva desde de su potencia). Y así se apropia de todo, de la información, de las ideologías, la (interpretación de la) historia, etc., algo de lo que veremos más abajo.

Por eso, aún si insistimos en pensar que la causa de la guerra es el interés privado y aún quisiéramos acabar la guerra, tal como muchos piensan particularmente los partidos de izquierda, tenemos que poner nuestra atención en el arma, pues si desmantelamos el arma, desmantelamos el interés privado (¿Cómo podría haber posesión/desposesión sin su apoyo violento?), ese que decimos que nos lleva a la confrontación. Pero no al revés; cuando criticamos el interés privado, el uso de los bienes para armas en lugar de para educación o educación, sin entendimiento y relación con el arma, nos resultará al fin que lo que necesitamos es más armas para que la posesión de bienes cambie de manos….y así unos y otros quedamos sometidos a esa prioridad en el desarrollo de los bienes (privados) que es la producción de armas, pero nunca el disfrute de los bienes (¿No es eso lo que le pasó a la Unión Soviética?).

Lo que nos sucede realmente es que no podemos poner en cuestión, ni siquiera teoricamente, nuestra arma en su forma incorporada que es nuestro estado como garante de cualquier bien (por eso, tanto la izquierda como la derecha manejan esa misma ideología económica) y tenemos que aceptar la guerra, que es la actividad del arma, su servicio y función. Y, en efecto, ese fue el problema de los cosmopolitas en el pasado; que su intento de disolver el arma, el estado, si no era universalmente y al mismo tiempo solo les resultaba en la pérdida de sus derechos y propiedades o, acaso, en la necesidad de invitar a otra arma a que se los protegiera. Este argumento entre los intelectuales estoicos cosmopolitas romanos es real y está documentado, no es que yo lo imagine.

Pero hoy día los humanos nos podemos comunicar y entender, y nuestros bienes, derechos o propiedades pueden estar garantizadas por un sistema de justicia común, para el que, a las malas, sería suficiente la policía para protegerlas (y puede serlo ya de inmediato, esa puede ser una función temporal de un estado ya no soberano, independiente), pero en ningún caso son necesarios los ejércitos y las armas de destrucción masiva (que son solo unos por otros, son un mal menor frente al mal mayor del arma del enemigo). Y eso de la policía es propiamente solo una imagen para tranquilizar, no una realidad, pues, si nos unimos, si tomamos decisiones incluyentes, si no servimos al arma, aun en el caso de que la propiedad no sea ‘común’, con seguridad su desarrollo ya no sería al servicio del arma sino al servicio del bienestar y la concordia humana -que es también un interés económico, y así también el comportamiento humano será el Amor Universal -ya sea por simple entendimiento por lógica influencia y cuidados mutuos, incluso aunque tome un tiempo -en cualquier caso frente al odio generalizado al que nos impulsa lógicamente nuestra situación presente de guerra absoluta.

Dado que escribo en español y soy hispanista, quiero aprovechar para ilustrar lo dicho y apelar a nuestra historia. El cosmopolitismo es el origen de los imperios que, según la terminología de Gustavo Bueno, llaman generadores, tales como el de Alejandro de Macedonia, cuyo cosmopolitismo está muy documentado, por ejemplo, por Plutarco, y es algo que Alejandro hacía explícito y se colige por sus acciones de vincularse con casamientos con las princesas de los lugares que conquistaba. Incluso circula una leyenda de que lo mandó matar Aristóteles que, además de esclavista y misógino, era supremacista griego y es conocida su irritación con su pupilo. (Del totalitarismo del estado en Platón, para quien le interese, nos hace un sumario Popper en la “Sociedad Abierta y sus enemigos”).

La ‘idea’ o forma de la paz y la concordia humana, bien conocida y comprendida en la antigüedad, es el cosmopolitismo, la unidad o convivencia humana (tanto en Oriente como en Occidente, lo que nos da testimonio cierto de su racionalidad), sin embargo, no se nos transmite, pues, aparte de que era inviable en un mundo incomunicado, es contradictorio o perjudicial para la función del estado, el arma incorporada, que es la guerra. Por eso los pensadores que se nos enseñan son Platón -al que la polis financiaba la Academia para hacer frente al tremendo impacto social que causó la condena y muerte de Sócrates, o Aristóteles -al que la polis financiaba el Liceo.

Y así fue también cosmopolita el imperio romano, en el que todos sus intelectuales, o todos los que yo conozco eran cosmopolitas (invito al lector a que me corrija o diga si necesita que se los mencione), aunque solo se nos presentan en la actualidad como estoicos (había otras escuelas también, todas ellas cosmopolitas), a los que se les valora solo por su virtud subjetiva ocultando descaradamente su visión e ineludible cosmopolitismo para su moral: su virtud subjetiva se basa en el entendimiento del logos, que ha dispuesto el mundo para la paz y la concordia humana (al igual que piensa Mòzǐ, lo que Mozi llama La Voluntad del Cielo) pero se tienen que resignar pues la toma de decisiones incluyente no puede lograrse políticamente en su tiempo debido a lo ignoto del mundo (al igual que le sucedió a Mozi y así aparece explícito en sus escritos). Y aún así, fue el cosmopolitismo generalizado del imperio romano lo que le movió a este a otorgar ciudadanía a todos habitantes del imperio.

Estos grandes autores hispanistas, como, por ejemplo, María Elvira Roca Barea, Marcelo Gullo, Patricio Lons, JM Zunzunegui, el Capital Peruano, etc.… que han descubierto cómo nos engañamos por imposición política respecto al desempeño del imperio español en contraste con las potencias estado-nación, no se han atrevido o no han podido tener también un ojo crítico con respecto a lo que se nos cuenta de la Antigüedad y directamente se suelen equivocar en sus apreciaciones al seguir aquí la corriente en la que nos pone el estado. Recomiendo cándidamente la lectura atenta de La Apología de Sócrates, diálogo que, aunque escrito por Platón, sobre un caso tan conocido y reciente no pudo ser tergiversado/figurado por entonces. Y aprovecho para invitar una vez más al amable lector a leer en el blog de www.human-unity.org “Cervantes, príncipe de la paz”. Pues bien, el caso de Sócrates lo podemos resumir en un caso real de uno que no quería ver gigantes donde solo había molinos (y no es que no supiera nada, como se nos transmite absurdamente de él -imagino que por influencia de Platón. Insisto, léase La Apología).

La mayoría de estos hispanistas atribuyen al catolicismo el mérito de la acción civilizatoria del imperio español en contraste con la acción depredadora de las potencias estado-nación, pero se engañan creyendo que la dignidad humana, la igualdad humana y la no discriminación es producto del cristianismo; este solo lo figura, lo representa, pero su origen es el cosmopolitismo que entiende que el ‘logos’ está por igual en cada ser humano.

(Perdona, si te cansas, puedes prescindir de este largo párrafo. Ese cosmopolitismo incrustado en el catolicismo, facilitó la convivencia y el mestizaje entre españoles y naturales de América. Vocación cosmopolita que respetó los ‘derechos’ de los naturales, esto es; su autonomía y sus tierras, mientras que el colonialismo de las otras naciones no tuvo ese recurso. Y así, si no llevaron el exterminio de esos pueblos del Neolítico (que no conocían los metales), el derecho según la terminología de estos estados-nación no es autonomía, ni respeto a su propiedad o voluntad, tal como garantizó la corona española, sino el falso y totalitario “derecho” que emerge del estado-nación, ‘la voluntad general’ (para hacer la guerra, que es la función del arma, por eso, el modelo del pobre Rousseau era Esparta, pero ahora con armas nucleares), es decir, la sumisión de todos los recursos, humanos y materiales, la leva nacional y la explotación al máximo grado en función de la razón de estado y su actividad, incluyendo su totalitarismo ideológico, eius regio, eius religio, lo que da lugar a la llamada guerra ‘total’ actual y a la indefensión total del ser humano ante el estado. Y no solo así lo impusieron esas potencias en sus estados a sus pobres (la mayoría) ciudadanos y en sus colonias a los naturales sino que así lo copiaron cándidamente los «libertadores» entendiendo que ese era el progreso, como lo es, en efecto, para ganar la guerra -más para los maestros que para los alumnos- como demostró Napoleón, y así los libertadores desposeyeron y abusaron de los naturales por ‘legítima’ razón de estado, de lo que nos da prueba que la mayoría de estos se sumaron a las fuerzas realistas contra los criollos secesionistas.)

Quiero venir a decir, que no merece la pena o es un error apelar de nuevo al imperio o supra estado hispano que recurre de nuevo a la fe y a la ideología para mantener la dependencia y sujeción del pueblo por parte de los que manejan o el conocimiento que les revela Dios o la complejidad de la ideología, que es lo que aportó el cristianismo al cosmopolitismo para poder operar junto al estado romano (ciertamente que no había otra opción y por eso pudo tener justificación), pues mediante ese conocimiento figurativo también nos diferenciamos de los otros humanos y nos atribuimos superioridad negando el logos que va en nuestra naturaleza humana.

Por eso, amigos, ha llegado la hora de la simple verdad, no de una poca, y no vengamos ahora con (imponer) figuraciones (cada uno que crea lo que quiera), eso es cosa del pasado. Hoy día tenemos que proponer el catolicismo sí, pero desnudo, como simple universalismo, sin más contenido, abiertos a los otros, sin importarnos sus creencias, su historia, apelando solo a la convivencia, a la toma de decisiones incluyente, pues eso es todo lo que necesitamos para la paz. Como ven los cosmopolitas, unidos, sin servir al arma, solo nos importa lo útil, lo beneficioso para todos y las figuraciones no tienen ya interés, sirven para reivindicar o justificar privilegios, derechos, la discriminación, las diferencias, la desposesión….

Y así es que la obra de Mozi (el cosmopolitismo oriental), se reduce a esa doctrina: “la universalidad debe sustituir a la parcialidad” y todo lo que escribe remite a solo eso. Y los cosmopolitas occidentales igual: “que los humanos no deben vivir en sistemas de justicia separados”, eso nos dice Plutarco que es el resumen de la famosa República de Zenón, el fundador del estoicismo, ya que el libro original de Zenón desgraciadamente ‘se ha perdido’.

Os invito, amigos, a que me apoyéis, sin más riesgo que vuestra candidez, para exponer esto al mundo, para promover en la humanidad una reforma de la ONU que la haga soberana y al servicio de la humanidad, pues nadie pierde y todos ganamos con ello, simplemente hace falta que alguien lo proponga, y la publicidad (universal) de las decisiones es su garantía, pues nada debe hacerse si no es con el acuerdo de todos. Notareis que así como soberanía o independencia de cada estado/unidad armada nos aboca inevitablemente al rearme y a la guerra y al odio, el simple entendimiento de nuestra interdependencia y el propósito de unidad para nuestro bien, el bien común (no hay otro), nos lleva a entender que necesitamos a los otros y, en consecuencia también, a respetarlos y cuidar de ellos.

Gracias

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