En tanto que seguimos esperando a que finalmente esté lista la app de HUM que nos pueda servir para sumar recursos y para comenzar la campaña de pacificación, continuamos la línea del post anterior dedicado a la relación de las potencias o armas grandes que hoy, como dice Biden, continúan su escalada hacia el Armagedón y pasamos a hablar de las armas pequeñas, cuya característica principal es que no tienen capacidad para fabricar los equipos y artefactos para matar modernos y necesitan que las productoras, las armas grandes, se los suministren, de modo que estas armas pequeñas son prolongaciones dependientes de las grandes.
En 1997 me fue encomendado por CEAR, la filial española de ACNUR (Agencia de la ONU para los refugiados) hacer una investigación sobre la terrible masacre ocurrida en Ruanda en 1994. Quien haya oído hablar de la masacre de Ruanda seguramente sabe que tuvo lugar entre dos grupos étnicos, los hutus y los tutsis, y causó la muerte de unas 800.000 personas, la mayoría pasadas a cuchillo o machete, que fue el arma empleada a falta de otras más sofisticadas. Aunque se nos presentó como un conflicto étnico, la masacre fue consecuencia de un movimiento tectónico de las potencias; los hutus estaban en el poder con el apoyo de Francia, mientras que el líder tutsi, Paul Kagame, presidente del país desde entonces hasta el presente, justo regresaba entonces a Ruanda tras haber recibido entrenamiento militar en EEUU. La matanza comenzó como un ataque preventivo de los hutus, que a la postre resultó en una crisis de refugiados en Congo. La ONU fue inmediatamente informada de la terrible violencia desatada en Ruanda, pero no pudo actuar como mediadora bloqueada por las posiciones opuestas de Francia y EEUU en el Consejo de Seguridad. Solo ya al final de la crisis se permitió que Francia ayudase a los refugiados hutus en su paso al Congo en la conocida como Operación Turquesa. Los niños ruandeses estudian desde entonces inglés en lugar de francés.
Y estos días se ha producido un golpe de estado en Burkina Faso, donde el líder militar Damiba ha sido sustituido por el joven militar Traoré. Los enfrentamientos causados por el golpe son resultado de nuevo de la pérdida de la influencia francesa en la zona, manifiesta en la reciente expulsión de las fuerzas francesas de Mali, vecino de Burkina Faso. Hemos podido ver videos en los que grupos enfurecidos buscaban al expresidente Damiba en la embajada francesa, aunque parece ser que está refugiado en Togo. Seguramente son ahora los rusos, como ya ha sucedido en Mali, quienes han apoyado al nuevo líder, y hemos visto imágenes de grupos de apoyo al golpe ondeando banderas rusas. ¿Qué significa apoyar? Sobre todo, suministrar armas, del mismo modo que la OTAN suministra armas al gobierno ucraniano para hacer frente a las fuerzas rusas. Sin embargo, Traoré no ha hecho referencia a acuerdo alguno con los rusos y ha justificado el golpe acusando al liderazgo anterior de no ser capaz de garantizar la seguridad del país frente a los yihadistas en el Sahel.
Así es en todo el mundo. En España se llenan la boca hablando de la guerra civil como un contencioso de los españoles y 80 años después no paran de publicarse libros y películas al respecto buscando el rédito político actual, cuando es evidente que España era básicamente un peón de las potencias; con la Unión Soviética buscando extender su influencia con un nuevo satélite y los fascistas haciendo frente a esa expansión con un golpe de estado, algo que o se ignora o apenas se pone de manifiesto. Del mismo modo que el nazismo alemán y el fascismo italianos fueron una reacción explícita a la también explícitamente reconocida y obvia intención expansionista (armada, pues no hay otra) del comunismo, algo que curiosamente también se prefiere pasar por alto al estudiar el fascismo y atribuir su auge a otros factores.
Pese a que obviamente las personas somos todas básicamente iguales, todos humanos, la gente no es consciente de que las armas -la pertenencia y sumisión de las personas a unidades armadas es la causa que les determina e impulsa a la guerra. Y también la causa de que, con información permanentemente sesgada si no directamente con la mentira, se fomente desde los medios de comunicación de esas armas o estados el odio y la disposición de matar a esa otra gente igual a nosotros que, como nosotros, simplemente sirve a su arma, la cual, del mismo modo que la nuestra, les condiciona, informa, manipula y fuerza, sofocando toda humanidad en nosotros; y esto es lo que vivimos con la guerra de Ucrania.
Las relaciones humanas están determinadas por la relación y desarrollo opuesto y prioritario de las armas donde los humanos, que se organizan e integran en la forma de arma como unidad armada, son solo sus recursos sin posibilidad de liberarse y así sin responsabilidad por el genocidio permanente que es la Historia. La única alternativa a “lo que es para dañar” (el arma) es la universalidad (la justicia), tal como expuso ya claramente en el siglo V antes de nuestra era Mòzǐ. Pero la universalidad o libertad no solo no era posible en el pasado en que los humanos estaban incomunicados sino perjudicial y por eso precisamente los africanos, al no estar todavía organizados en armas o estados en el gran espacio africano donde siempre podían alejarse más, mejor que encadenarse, fueron víctimas de la esclavitud moderna. Sin embargo, hoy podemos proponernos todos la libertad y la universalidad porque podemos actuar simultáneamente.
Y nadie piense que adoptar un punto de vista universal es algo raro o difícil, pues no solo el punto de vista universal, el justo, es el punto de vista humano, el de nuestra naturaleza, sino que nuestra flexibilidad o capacidad para adaptarnos es enorme, y así, sin mayor dificultad nos adherimos a la perspectiva que nos convenga o nos haga falta tal como sucede en nuestra vida diaria, muy particularmente en la política, donde el estado, sometido a presiones externas, va condicionando a sus sujetos incluso contra su interés, lo que es siempre el caso de la guerra.
Sin embargo, cuando algunos prominentes intelectuales, incluso aquellos que precisamente valoran hoy el cosmopolitismo, han sido cuestionados por algunos medios sobre la posibilidad o conveniencia de la unidad humana, estos han presentado esa unidad como una forma del mantenimiento de la relación de las unidades armadas tan disparatada como inútil. ¿Acaso es compatible la unidad humana con la continuada producción y desarrollo del arma? ¿podría entenderse que en unidad cada estado siga investigando y produciendo armas nucleares, sistemas antimisiles, flotas de portaaviones, submarinos, etc.? Estos autores son “idealistas”, expresan la realidad en figuraciones culturales y su cosmopolitismo es el del turista. Al ignorar o considerar el arma como algo incontrolable se cierran también a entender la universalidad y la justicia.
Y desde HUM hicimos al ayuntamiento de Madrid la propuesta de un Congreso o Asamblea de Unidad Humana, donde se establecería un sistema humano de toma de decisiones incluyente con lo que esperábamos que se visualizara que ese era el modo de cancelar y eliminar el arma, causa de la guerra, el odio y acción constante de menoscabo, perjuicio y daño mutuo, pues nos hallamos en la contradicción de que cada uno se esfuerza por su seguridad a expensas de la precariedad del otro, pero esa convocatoria no fue suficiente, pues la universalidad, la toma de decisiones incluyente, en efecto tiene como condition sine quanon, y no es posible ni pensable si no es precedida por la unión de las armas bajo un mismo y único mando que sin más que por su existencia previamente las inutilice y cancele. Como expresa en su justa medida Cervantes, “sin paz -que es lo mesmo las armas que la guerra- no puede haber bien alguno”.
Así pues, pienso que mi campaña en solicitud de apoyo o voto de confianza como mediador humano y como responsable de todas las armas que las unifique y cancele, deberá comenzar a dirigirse especialmente a aquellos que hoy están más ‘sueltos’ del estado, los refugiados, que se cuentan por 100 millones en el mundo, la mayor parte de ellos en África, y seguidamente a las personas sometidas en esas armas particularmente pequeñas, como también son los estados africanos, dependientes sin remedio de las armas grandes. A los que queremos exponer e ilustrar su situación, haciéndoles ver que, dado que ellos mismos no pueden producir medios modernos para matar, si antes eran dependientes de los franceses y ahora lo son de los rusos, mañana necesitarán serlo de los estadounidenses o de los chinos o de otros, mientras que ellos se enfrentan una y otra vez induciéndose al odio con falsedades y figuraciones y sin tener jamás la opción real de ser dueños de su destino, realmente como a todos los demás humanos, pero a los de las armas grandes les mueve frenéticamente la posibilidad real de la aniquilación (mutua). Por ello, los africanos, debemos salvar al mundo, comunicando esta situación en nuestros países, compartiéndola con nuestros vecinos, levantándonos los primeros por la unidad humana, de modo que seamos nosotros los que salvemos a la Humanidad de la destrucción a la que inexorablemente nos aproximamos.