Querido amigo,
Seas quien seas, sin importar tu origen, tu posición, tu condición económica o lugar en el mundo, quiero ante todo decirte que cualquier objeción razonable a esta propuesta de paz es bienvenida. Estoy firme y profundamente convencido de que la paz es posible hoy día, y que trata de que todos cooperemos por el bien común (que a todos beneficia) en lugar de dañarnos mutuamente (que a todos perjudica), pues la no cooperación o toma de decisiones excluyentes conducen inevitablemente a la confrontación ya que, lo queramos o no, somos interdependientes.
Para lograr la cooperación, es esencial compartir el propósito común, así como los medios y métodos para alcanzarlo y solo así cada individuo podrá valorar la propuesta y sumarse de manera libre y voluntaria, lo que quiere decir, sin imposición, pacíficamente.
Tras más de 40 años estudiando las visiones de paz tanto de la cultura occidental como de la oriental, he identificado los obstáculos que enfrenta la paz. En Oriente fue bien pronto entendido por Mozi que la libre y voluntaria cooperación por el bien común es, en efecto, la forma de la paz, pero advierte que no es suficiente para alcanzarla (pasar del estado de guerra al de paz), pues esto requiere dos condiciones clave más: universalidad/simultaneidad (ambas en chino Jian-兼). Y estas condiciones se dan en nuestro mundo interconectado actual, donde la información fluye de manera instantánea y llega a todos los rincones del planeta.
En Occidente, destacan dos momentos clave en el estudio y aspiración a la paz: el cosmopolitismo clásico, semejante al Moísmo, y los diversos proyectos de paz del siglo XVIII que convocan a los Estados a formar una Confederación de Paz mediante la que resuelvan pacíficamente sus diferencias sin el recurso a la violencia, marco en el que nos situamos en nuestros días, y que culmina con el Proyecto de Paz Perpetua de Immanuel Kant. La peculiaridad de este proyecto frente a los otros es la condición que establece Kant de que los Estados que formen parte de la Confederación de Paz deben ser repúblicas. Según Kant, una república se basa en la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos. Kant advierte que no debemos confundir república con democracia, ya que esta última es también una forma de despotismo (lo opuesto a república), pues se basa igualmente en la imposición de una(s) voluntad(es) sobre otra(s), aunque esta voluntad sea la de la mayoría. Y más allá de ello, en democracia el pueblo elije a sus líderes, pero, precisamente (forzado) para cederles su voluntad y que estos gestionen los asuntos comunes en lugar de someter esos mismos asuntos a discusión pública que sería la forma de la república.
Kant enfatiza la importancia de la publicidad como condición para la paz: «Todas las acciones relativas al derecho de otros hombres son injustas si su máxima no es compatible con la publicidad». En otras palabras, las acciones políticas deben ser transparentes y sometidas al juicio público para ser legítimas.
La peculiaridad de la propuesta kantiana de que aquellos Estados que pueden confederarse para hacer la paz sean repúblicas tiene sus raíces en la crítica de Jean-Jacques Rousseau a un proyecto previo del abad de Saint-Pierre de una Confederación de Estados para la Paz. Rousseau argumenta que la paz perpetua es una quimera mientras los gobiernos prioricen sus intereses particulares sobre el bien común. Según él, solo una revolución popular podría lograrla, pero tal revolución causaría más daño que beneficio. Rousseau afirma que el despotismo y la guerra son dos caras de la misma moneda: «El despotismo y la guerra son dos males gemelos; uno alimenta al otro. Los príncipes hacen la guerra para fortalecer su poder, y el poder despótico se justifica por la necesidad de hacer la guerra».
Rousseau considera que la desigualdad o despotismo esto es, la imposición de una(s) voluntad(es) sobre otra(s), ya sea en la estructura piramidal del ejército o en el estado, “se justifica por la necesidad de hacer la guerra” frente a los otros grupos humanos también organizados desigualmente. Dice Rousseau que “una vez que se organizó una sociedad de desiguales, esta forzó a todo el mundo a organizarse del mismo modo”, como única forma de no ser absorbidos por la primera.
La causa de esta desigualdad o despotismo es que el propósito de daño -que es el de la guerra— no puede hacerse público y sin la publicidad de los propósitos no puede haber libertad de decisión, por ese motivo, el despotismo es necesario para la guerra, pues el propósito de daño está reservado para su conocimiento exclusivo. Mientras que la paz, en cambio, se basa en la libertad y la igualdad, y así es también responsabilidad de cada individuo promoverla y no solo de los políticos, lo cual sería precisamente contradictorio pues su tarea dada está esencialmente vinculada al ejercicio de la guerra.
Así pues, hoy, gracias a la interconexión global, tenemos la oportunidad de alcanzar la paz sin necesidad de revolución ni daño alguno, tan solo mediante la publicación y difusión de esta propuesta universal y simultáneamente, sentando así las bases para una república humana global, cuyo objetivo es el bien común y por tanto todos los propósitos pueden y deben de ser hechos públicos, unidad que por si excluye el propósito de daño, y publicidad que garantiza contra el abuso o el engaño, habida cuenta de que partimos de un estado de guerra e iniciamos un proceso conjunto de unidad o, lo que es lo mismo, de desarme.
Por lo demás, todos los seres humanos sabemos que el mal consiste en dañar y el bien en beneficiar. Y cuando el propósito es el beneficio común, entramos en un marco racional que permite el entendimiento y la colaboración, pues el fin de algo implica de forma lógica o racional el resto de sus condiciones, que se deducen de su fin, lo que elimina la necesidad de imposición o despotismo, y es suficiente el conocimiento del propósito.
La responsabilidad recae ahora en cada uno de nosotros. Por eso, la paz depende de que compartamos este mensaje con otros, incluyendo y llegando así hasta los líderes políticos, quienes, como todo ser humanos, tienen también un interés genuino en la paz.