Concepto Fundamental y Principios
Nuestra visión para la ONU es su transformación en una verdadera plataforma de cooperación global, permitiendo que la humanidad supere la fragmentación heredada de la historia, en la que los seres humanos se han agrupado en entidades armadas: los Estados. La ONU debe evolucionar hasta convertirse en un medio a través del cual la humanidad pueda trabajar unida en busca de un bien común y concreto, sin coerción estatal ni imposiciones de ningún tipo, ni siquiera de mayorías democráticas. En su lugar, debe operar mediante la adhesión voluntaria y el consenso basado en la transparencia y la universalidad de los objetivos.
No existe una contradicción fundamental entre los seres humanos, solo entre las armas, entre las fuerzas militares y los sistemas de destrucción, que están diseñados para causar daño. A partir de esta comprensión clara y compartida, debemos asumir un compromiso público y sincero para cooperar en el desmantelamiento de esa intención y propósito destructivo, que no puede ser sino opuesto. Al hacerlo, establecemos un terreno común indiscutible para la cooperación, cimentado en una base sólida. Este interés compartido es evidente y comprensible para todo y cada ser humano, lo que nos asegura que no fracasaremos en nuestra búsqueda de la paz


Superar los Estados como Entidades Armadas
Los Estados modernos son el producto de un pasado en el que la geografía, la tecnología y la ausencia de comunicación global fomentaron la división y el conflicto. Como entidades armadas, cada Estado busca preservarse, expandir su influencia y desarrollar su poder destructivo; esta es la raíz de la guerra, la violencia y la discordia entre los seres humanos. Las armas ejercen su poder no solo a través de la destrucción efectiva, sino también mediante su mera existencia, ya que la amenaza de destrucción obliga a la sumisión.
Sin embargo, los seres humanos manifiestan esta potencia a través de la soberanía, los derechos exclusivos y las reivindicaciones de propiedad, todas respaldadas por narrativas e ideologías (religiones, creencias, doctrinas) que, en nuestras interacciones, con frecuencia conducen al odio y la incomprensión mutua. Pero, hoy día, con una comprensión clara de esa realidad determinada por las armas y gracias a la interconectividad global y el reconocimiento de una comunidad planetaria interdependiente, es posible reestructurar la organización política de la humanidad.
La ONU debe facilitar una transición en la que los Estados dejen de operar como entidades soberanas con ejércitos propios y, en su lugar, se conviertan en unidades de gestión cooperativa dentro de una estructura global.


El Fin de la Imposición por la Fuerza
La historia de los Estados ha estado marcada por la imposición de la voluntad mediante la fuerza, ya sea militar o democrática. Nuestra propuesta busca sustituir este paradigma por un sistema basado en la transparencia y la divulgación universal de objetivos comunes. En lugar de imponer obediencia a través de estructuras de poder, la nueva ONU debe funcionar como un espacio donde la cooperación sea impulsada por la claridad de los beneficios compartidos y la responsabilidad mutua.
No debemos temer la falta de comprensión, porque en el núcleo de nuestro razonamiento común reside una verdad fundamental: la intención de causar daño nos perjudica realmente a todos. La violencia, las armas y las fuerzas militares no son solo medios y herramientas de destrucción, sino también elementos que perpetúan un ciclo de sufrimiento que, una vez iniciado, no deja a nadie intacto. No hay escapatoria a esta realidad. Y precisamente porque el daño se replica sin cesar, prevenirlo no es solo una elección moral, sino una necesidad absoluta para nuestra supervivencia.
Comprender esto profundamente es la base de nuestro compromiso con la cooperación para el bien común. Pero no basta con reconocerlo; debemos asegurarnos de que esta conciencia se arraigue en cada mente humana. Cada uno de nosotros asume la responsabilidad de impedir que alguien albergue la voluntad de hacer daño, porque sus consecuencias son universales e irreversibles. Solo abrazando esta responsabilidad, convirtiéndonos en defensores de la humanidad en pensamiento y acción, podremos evitar futuras catástrofes.


Publicidad Universal de Objetivos y Cooperación Voluntaria
El otro lado, o más bien la contraparte natural de la eliminación de intenciones dañinas es su reemplazo por la cooperación para el bien común. El medio de cooperación y la garantía de que la cooperación es genuina y libre de coerción es la publicidad y/o divulgación universal de los objetivos comunes. La información debe ser accesible a todos los ciudadanos del mundo, permitiendo que cada persona comprenda y participe activamente en proyectos globales de manera voluntaria. La ONU reformada es una institución donde las iniciativas se adoptan por adhesión voluntaria en lugar de ser impuestas por mayorías o minorías dominantes y como órgano de gestión de la cooperación humana no puede guardar secreto o disfrazar intenciones, pues el desconocimiento de los fines nos impide tomar decisiones libres.


Desarme y Cooperación: Dos Caras de la Misma Moneda
El desarme no es solo la eliminación de armas, sino la transformación de las relaciones humanas. Significa una transformación de un estado de guerra—donde el poder es permanente y las personas son utilizadas como medios para la guerra y el desarrollo armamentístico—a un estado de paz, donde cada individuo es reconocido como un fin en sí mismo y no puede ser explotado para servir a intereses ajenos. Esto implica priorizar las necesidades humanas más urgentes—salvar vidas, erradicar el hambre y proteger a los vulnerables—en lugar de concentrarse en objetivos secundarios, arbitrarios o incluso triviales, como sucede en la actualidad. Este compromiso compartido con nuestra humanidad constituye la base de nuestro pacto.
En este nuevo paradigma, el liderazgo no es un privilegio, sino una función temporal ejercida únicamente en servicio de objetivos compartidos. Por ejemplo, un ingeniero puede liderar la construcción de un puente, pero solo porque posee los conocimientos necesarios y puede enseñarlos a otros. El liderazgo, por tanto, deja de ser una cuestión de dominio permanente y se convierte en un servicio basado en la experiencia y la contribución al bien común en un objetivo concreto.
Al mismo tiempo, la justicia debe entenderse como igualdad e imparcialidad en las relaciones de los seres humanos individuales, reemplazando las jerarquías sostenidas por nuestro estado actual de guerra por la racionalidad resultante de la finalidad de nuestra cooperación que determina de modo natural y lógico los mejores medios para lograrla. Todo excepto las armas es para servirnos, y la finalidad, servicio, utilidad de algo lleva implícita la respuesta al resto de las cuestiones en su torno como el dónde, cuando, por quién…ese medio debe ser producido y utilizado.
Si bien la transición hacia un mundo desarmado y justo no puede ocurrir de la noche a la mañana y debe ser un proceso deliberado y gradual. No podemos esperar que quienes tienen privilegios renuncien a ellos inmediatamente, ni debemos forzar a nadie a abandonar lo que disfruta en el presente, a menos que lo haga voluntariamente en solidaridad con los demás. Sin embargo, la ONU reformada debe actuar como catalizador de esta transformación, guiando el proceso, fomentando la educación en los valores de igualdad y asegurando que las futuras generaciones crezcan dentro de un marco de paz y cooperación.


Redefinir la Soberanía al Servicio de la Humanidad
La soberanía ya no debe ser un derecho de los Estados, sino la condición compartida de toda la humanidad. En este modelo, las decisiones deben tomarse considerando su impacto en el bienestar global, en lugar de priorizar intereses nacionales o corporativos. La ONU debe convertirse en un foro donde los recursos y capacidades de la humanidad se utilicen en beneficio de todos, trascendiendo la lógica de la competencia entre entidades separadas.
Y en ese sentido, insisto en que nuestra prioridad como miembros de la Humanidad es proporcionar condiciones de vida digna para todos, así como integrar a todos los seres humanos en un sistema de cooperación para el bien común. El reciclaje de recurso militares puede facilitar ese proceso.
Igualmente, la ONU puede ser emisor de la divisa global (o iniciarse la convergencia hacia esa alternativa) como medio de intercambio y desarrollo, así como para incentivar algunas acciones y actitudes en tanto fuera necesario. Diversas condiciones de esa divisa como su posible herencia o no quedan sujetas a la reflexión y decisión conjunta de la humanidad.


Conclusión: Un Nuevo Orden Basado en la Cooperación Global
Esta propuesta visualiza una revolución pacífica en la forma en que la humanidad se organiza. El desmantelamiento de los Estados como entidades armadas y otros avances hacia nuestra cooperación no ocurrirán de manera abrupta que pueda llevar al caos; pero, según mi entendimiento, el alto el fuego generalizado y el cese del desarrollo armamentístico -que es, en una palabra, el cese conjunto y acordado del propósito de daño- es la primera y definitiva decisión unánime de la humanidad que marca el punto y el paso de la guerra a la paz.
En ese momento en que la defensa mutua deja de ser nuestra necesidad, urgencia y prioridad, nos veremos en situación de elegir objetivos y propósitos de lo que más nos interesa en común, y junto a la solidaridad con los más desfavorecidos entre los seres humanos está esta misma reforma de la ONU, pues necesitamos un medio que facilite la coordinación y cooperación para el bien común.

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