Introducción

Independientemente del país y zona del mundo donde cada uno de nosotros haya nacido y de su historia y experiencia, todos podemos entender, pues tenemos sentido común, que la toma de decisiones parcial, separada e independiente de los otros, necesariamente resulta en detrimento de los que quedan excluidos.

Así, la consecuencia de la toma de decisiones parcial o excluyente es el daño mutuo, que se manifiesta en la tensión en los límites o fronteras, el emprendimiento para el daño y la guerra.

Igualmente, el propósito de daño –las armas, que se constituyen en unidades armadas- lleva ineludiblemente consigo el secreto, el engaño y la proyección estratégica. Y también conlleva el despotismo, la desigualdad o injusticia en el ámbito interno de la unidad armada o estado, ya que necesita estructurarse como cadena de mando o piramidalmente.

Pero si tomamos las decisiones de forma incluyente, su consecuencia será la cooperación por el beneficio mutuo y común, mientras que el daño se previene y evita, pues sería la absurda situación de uno que proyecta daño contra sí mismo -produce armas y ejércitos- o, peor, se daña a sí mismo -usa las armas. Y de igual modo, la toma de decisiones incluyente lleva consigo la transparencia, y así también la igualdad y la no discriminación, es decir, la justicia.

Y no solo eso, la toma de decisiones incluyente nos conduce a una siempre mejor cooperación por el bien común, que promoveremos todos de forma lógica o natural a esa condición, tome más o menos tiempo ese progreso, y también al amor entre nosotros y a la perfección de cada persona, ya que ese interés de todas ejercerá influencia sobre cada una.

–              Ilustración

En tanto que cada estado se ocupa de su propia seguridad, esta resulta opuesta o contraria a la seguridad de los otros porque si una parte mejora su ‘defensa’, otros se sienten objetivamente amenazados y perjudicados por ello.

Pero, más aún; el desarrollo general de uno socaba directa e indirectamente la independencia y posibilidades del otro. Los estados solo puede cooperar CONTRA otros, pero la cooperación por el desarrollo común o el bien común no es una opción para ellos. Y así vemos como los estados son incapaces de afrontar problemas acuciantes de la humanidad; más allá de que no quieren o no son capaces de acabar con el subdesarrollo y la pobreza extremos pese a tener medios muy sobrados para ello, son también impotentes para hacer frente a amenazas comunes que pueden llevarnos pronto al desastre, tales como el cambio climático, la contaminación del agua y de los océanos, o lo vemos también en su incapacidad para habilitar un flujo de información digital neutral, etc. Y, sin embargo y mientras tanto, nos representan.

Excepto las armas, cuyo objeto o propósito es el daño, todo lo demás es para servirnos y beneficiarnos. Ocurre, sin embargo, que las armas, o más bien las unidades armadas o estados, privan todas las cosas, las subordinan a su objeto. Por lo que si nos unimos, no solo hacemos las armas redundantes e innecesarias sino que todo lo demás resultará en nuestro servicio y beneficio común porque los humanos tenemos los mismos estándares o criterios sobre lo útil, y esto es lo que nos habilita el sentido común y el entendimiento; una vez que sabemos cómo se usa algo, sabemos su propósito, también sabemos cómo mejorarlo, como puede ser usado, por quién, etc. etc. con criterios objetivos y esto es precisamente la aplicación de la no discriminación o justicia. Y así sucede también que cualquier producto es o suele ser el resultado de la contribución de diferentes personas. No hay otro problema entre los humanos que las armas; generadas en la naturaleza y a las que nos hemos tenido que adaptar.

Las creaciones artísticas, el estilo de cada uno, sus gustos, sus creencias, la música, etc., quedan fuera del ámbito de la toma de decisiones incluyente y son expresiones de la personalidad individual. Así pues, la unidad humana o toma de decisiones incluyente no es un súper-estado, pues acaba con las armas y los estados son unidades armadas, pero tampoco uniforma el mundo como algunos quieren suponer, pues solo concierne a asuntos objetivos, de los objetos, como lo son las armas.

Así que afirmamos con certeza que:

-Seguir promoviendo la toma de decisiones parcial es dañarse uno a sí mismo (y a los demás).

-Promover la toma de decisiones incluyente es beneficiarse uno a sí mismo (y a los demás).

–              Implicación

El amor o el odio, beneficiar o dañar, no dependen de nosotros, de nuestra voluntad, son producto de nuestras circunstancias. De la toma de decisiones parcial se genera irremisiblemente el odio y la destrucción, propio también de un pasado en un mundo incógnito, mientras que de la universalidad o toma de decisiones incluyente, hoy posible, deriva ineludiblemente el amor (universal).

Siendo esto así, no puede haber persona alguna que en su sano juicio se oponga a la universalidad o toma de decisión incluyente y común, y si lo hace, si se opone, es solo desde la alienación y el autoengaño y debemos ayudarle con sinceridad y paciencia, pues esto es autoevidente y demostrable.

Ahora bien, más allá de eso, puesto que nadie realmente quiere el daño –pues la definición de daño es “lo que uno no quiere”, damos por hecho que todos queremos la toma de decisiones incluyente y, aún así, no somos capaces de realizarla, de convivir, beneficiarnos a nosotros mismos, esto significa que es necesario profundizar más en el problema y ver a que se debe nuestra impotencia para sustituir la parcialidad por la universalidad.

  • Primero ¿Cómo sustituir la parcialidad por la universalidad?

La respuesta es sencilla y nos ha sido habilitada por la estrecha interconexión del mundo actual: con la participación abierta a toda persona sin discriminación en condiciones de igualdad y transparencia.

Por ese motivo, convocamos una reunión, una conferencia o congreso de los mejores y más reconocidos expertos en diversas áreas de interés humano común que presenten sus propuestas para el establecimiento de un sistema de toma de decisiones incluyente y también de inmediata y urgente cooperación y acción para encarar los problemas globales arriba mencionados, y allí discutan y debatan esas propuestas abierta y públicamente hasta alcanzar el mejor acuerdo posible que vincule y comprometa a toda la humanidad a convivir, vivir unida y a tomar las decisiones en común.

Y así lo hemos propuesto y estamos organizando desde Human Unity Movement, HUM – www.human-unity.org. Actualmente estamos a la espera de una reunión con el Ayto de Madrid con el propósito de fijar una fecha y un lugar donde esta reunión tenga lugar, si es posible, físicamente, y que sea retransmitida de modo transparente y abierto a todo el mundo admitiendo la participación de toda persona. Solo una vez tengamos el dato de la fecha y el lugar del evento podremos comenzar con su publicidad y a emitir las invitaciones a los participantes. Pensamos que la fecha puede fijarse dentro de alrededor de año y medio, cuando confiamos haya pasado la pandemia, y también en un plazo que nos permita una difusión y preparación adecuadas.

–              El problema

Ahora bien, la toma de decisiones se mantiene subordinada al estado, a la unidad armada, pues su organización armada o disposición de matar y destruir genera la ‘paz’ como la conocemos en el presente, en tanto declara toda violencia o arma no subordinada a su mando ilegal, proscrita, y su tarea es destruirla y eliminarla, tanto si es interna al estado en la forma de terroristas, delincuentes, etc. como las armas que quedan fuera de la jurisdicción de esa unidad, las otras unidades armadas o estados a las que no permite interferir.

De modo que, aunque las personas participantes en el congreso, tengan intención de presentar sus propuesta por y para la humanidad, siguen subordinadas y sujetas a su propia soberanía o parcialidad y corremos el riesgo de que, o no se alcancen acuerdos en el congreso o estos después no se puedan llevar a la práctica.

El origen del problema es el arma misma, que es para dañar y eventualmente destruye y mata, pero también nos daña incesante al privarnos de libertad y de sentido común, pues nadie puede asentir, ni aunque quisiera, a que se le prive de libertad o autonomía.

En efecto, antes de la razón y de la lógica, percibimos y experimentamos las cosas intuitivamente; a las personas poniéndonos en su lugar, y a los objetos incorporándonoslos virtualmente y en el caso del arma solo nos es posible consentir la representación de empuñarla, pero no de encararla, pues esta incluye nuestra negación, bien personal como ser con voluntad o, incluso, física.

Y el problema se agudiza porque la voluntad y propósito de daño no puede manifestarse. Y así nos resulta que el arma es como invisible, y siempre está justificada, lleva razón, solo reacciona a la agresión de los otros, aparece cuando hay guerra como casualmente, etc., y es además natural que así sea, pues su visión y la información que emite es ineludiblemente parcial, se niega a incluir y encarar la realidad tal cual es, que, evidentemente, va más allá de sus fronteras. Así es como, según dice Cervantes, las letras ‘confiesan’ a las armas, a la unidad armada concreta que las permite ser o no ser -publicar.

–              La base de la unión

La base del sentido común es entonces ver, advertir que todas las armas son iguales, que un arma son todas las armas (posibles). Intentar eliminar solo las nucleares o proponer una seguridad de los estados solo defensiva no es realista y, por tanto, ineficiente.

Mientras las armas actúen, nos deshumanizan –nos hacen sus objetos y no tenemos nada que hacer –no somos libres, nos seguiremos engañando, dañándonos a nosotros mismos. Por ello es preciso y prioritario ponerlas bajo un único mando, un mando humano que las haga redundantes, inútiles, pues solo son unas por otras, y solo entonces detenemos la urgencia instintiva e inmediata de armarnos y desarmar al enemigo y podremos usar el sentido común y entendernos.

Solo con el arma bajo el control de la humanidad, con su unión bajo un único mando nuestro desarme es el desarme también de los otros y el desarme y la cooperación son las dos caras de la misma moneda.

  • Declaración

Tras lo expuesto arriba y por ello, yo, Manuel Herranz Martín, nacido en 1961 en Campillo de Ranas, Guadalajara, España, reclamo y asumo responsabilidad sobre todas las armas del mundo y requiero el alto el fuego inmediato allí donde está teniendo lugar confrontación armada y el cese universal de hostilidades al objeto de que la humanidad asuma su propio destino.

En efecto, el control único sobre el arma -todo objeto, estructura, etc. cuyo fin, propósito u objeto es el daño- no implica ya, como siempre en el pasado, dominio o poder sobre personas sino que libera, pues solo así nadie encara arma alguna que le determine, le prive de libertad.

Y solo libres podemos ser también iguales y responsables por el DESARME que se sigue de la unidad del arma, al tiempo que aporta la transparencia necesaria para su ejecución racional (garantía, seguridad, reciprocidad, proporcionalidad, etc.).

El desarme es la cooperación por el bienestar y el progreso humano, es el desmantelamiento de las fronteras y el reciclaje de ingentes recursos hasta ahora destinados al daño; tan solo en 2020 el gasto en armas es unos 2 billones de dólares ($2.000.000.000.000).

El control único y pacífico sobre todas las armas es la única vía de la liberación de la humanidad, y si alguien se considera más capacitado que yo para asumirlo, por favor, que se presente y lo diga, pues en esta como en toda decisión solo queremos lo mejor para todas y, por ello también, tomamos las decisiones pública y abiertamente, y de cualquier corrección solo nos alegramos y felicitamos.

Por favor, comparte esta información, permite que la realidad se exponga públicamente, pues la libertad es ya posible, y si quieres contribuir a la liberación, ponte en contacto conmigo.

Muchas gracias.

 

Manuel Herranz                                                                               Madrid, 7 de septiembre de 2020

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